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Matrimonios

La "conyugalidad política" para superar las limitaciones constitucionales.

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PAREJAS. Lula y Dilma; Kirchner y Cristina; y Putin y Medvédev. Tres formas de “conyugalidad política” para superar las limitaciones constitucionales.

El sábado anterior, la angioplastia de Néstor Kirchner puso en evidencia la ventaja política que representa para el ex presidente su sociedad conyugal con Cristina. Como si una cabeza contara con dos cuerpos para vencer los límites que la salud pudiera imponer. O como si una misma persona física dispusiera de dos personas jurídicas para sortear el impedimento constitucional a la continuidad del mismo “cuerpo” en la primera magistratura.

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El matrimonio Kirchner-Kirchner es la forma más primitiva de esta simbiosis política, pero hay una tendencia mundial a otras formas –menos literales pero simbólicamente iguales– de matrimonios políticos en otros países del G20 que comparten tres características fundamentales: 1. Que sus economías vayan viento en popa, gracias a que cuentan con muchos recursos naturales. 2. Que al verse beneficiados por el aumento de los precios de las comodities, el clima social sea proclive a la continuidad para ver si así se mantiene el crecimiento. 3. Y que sean lo suficientemente desarrollados como para no tolerar una dictadura simple y llana como la de Kim Jong-il en Corea del Norte o Lukashenko en Bielorrusia, ni un sistema de reelección indefinida como la de Chávez en Venezuela pero, al mismo tiempo, tampoco sean tan desarrollados políticamente como los países que llevan generaciones de ciudadanos acostumbrados a vivir en democracia.

No es casual que junto con la Argentina, ésta sea la situación de Rusia y Brasil, países con quienes compartimos, además de un gran territorio y la reciente instalación definitiva de la democracia, el desorden económico de los años ’80 y ’90 con hiperinflaciones, hiperdevaluaciones, default y nuevas monedas. La memoria postraumática de aquella época predispone más aun el ánimo de la gente a aferrarse al statu quo de lo que parece funcionar.
Esto sucede en Rusia con Putin y Medvédev (se pronuncia Mendieved con acentuación en el diptongo ie) donde, después de haber cumplido dos mandatos consecutivos, Putin tuvo que dejar a su ex primer ministro como presidente y él mismo asumió como primer ministro, para volver a ser presidente en 2012. Todos en Rusia –incluyendo, parece, a Medvédev– aceptan que quien manda es Putin sin importar quién sea coyunturalmente el presidente.
Y sucede en Brasil con Lula y Dilma, su ex jefa de Gabinete. Todo indica que ella será a partir de enero la nueva presidenta de Brasil para cumplir un período de cuatro años, hasta que Lula pueda volver a ser presidente en 2015. Ya se anunció que Lula se dedicará a viajar por todo Brasil para “poder observar en el terreno todo lo que falta por hacer para indicárselo a Dilma”.

Es importante recordar que tanto en Rusia como en Brasil, se especuló mucho con una modificación de la Constitución que permitiese a Putin y a Lula aspirar a un tercer mandato y, en ambos casos, tuvieron que abandonar ese proyecto por la fuerte resistencia formal que generaba; o sea, Medvédev y Dilma son la consecuencia del fracaso de esa modificación.
Los argentinos tenemos tendencia a vivir muy encerrados en nosotros mismos, sin mucha conciencia de cómo ciertos fenómenos mundiales nos influyen. Así como en los ’70 y ’80 hubo en toda América latina dictaduras y luego nuestros países se transformaron todos juntos en democracias; o en los ’70 y ’80 hubo en estas mismas naciones altísima inflación y después en la mayoría de Latinoamérica se pasó a inflación cero; de la misma forma el efecto secundario del aumento del precio de las materias primas para países con muchos recursos naturales hace que la bonanza económica potencie el deseo de sus gobernantes a perpetuarse en el gobierno, desnaturalizando el principio democrático de la alternancia en el poder.