Una peculiar relación simbiótica con el peronismo marca la primera etapa de la gestión de Mauricio Macri. No hay paso del Presidente que no replique en el que medite su adversario y viceversa. Aunque con un añadido inquietante: todas las variantes de esa fuerza en rol opositor tramitan mediante ese vínculo la construcción de un liderazgo vacante.
Ese comportamiento siamés se repite en la provincia de Buenos Aires, sumándole otro condicionamiento a la crisis financiera y económica que recibió de Daniel Scioli la gobernadora María Eugenia Vidal. Verónica Magario ya le adelantó que esa situación no detendrá el reclamo por la vigencia del Fondo Sojero que coparticipa la Provincia a los municipios.
El modo alambicado que eligió la intendente de La Matanza para criticar la baja en las retenciones y el riesgo que supondría para esos recursos, omitió un detalle significativo: la suspensión de esos envíos y de otros por Educación y Niñez puesto en práctica por Scioli los últimos 45 días de su gestión.
Fue parte de la situación analizada por Hernán Lacunza y una decena de jefes comunales con dificultades para pagar salarios y aguinaldo en la reunión que mantuvieron el 17 de diciembre. La mayoría será asistido por el gobierno provincial. Una instancia a la que no hubiesen precisado apelar si los fondos les hubiesen llegado con regularidad.
Pero el dato más relevante es que los intendentes reunidos con el ministro de Economía pertenecen a la Tercera Sección Electoral. Zona en la cual La Matanza se reivindica como órgano vital. Una función que Magario debe restituirle para sostener la pretensión de su socio político, Fernando Espinoza. Presidir el PJ bonaerense hasta el 2017. De esa urgencia se desprende el suntuoso gabinete convocado para la gesta, donde se destacan Roberto Feletti y Débora Giorgi.
Será una tarea compleja. No sólo porque Espinoza concita altos grados de rechazo. También porque la normalización del PJ nacional prevista para antes de junio del 2016, tendrá efectos sobre la conducción bonaerense. Especialmente si quien intenta presidirlo es Scioli. Lo que alimenta la expectativa de una diáspora que esperanza a Massa.
Macri se prepara en silencio para eso. Acaudillados por el intendente de Lanús, Néstor Grindetti, dirigentes del PRO sondean en el Conurbano la posibilidad de un golpe de efecto propio. La constitución de una corriente peronista que fracture el partido para adherir al Presidente.
Uno de los más activos en esa tarea es Carlos Regazzoni. El titular del PAMI tropieza sin quererlo con las necesidades de Cambiemos en el Congreso. Particularmente en la Cámara de Diputados: su presidente, Emilio Monzó, asoma detrás del nuevo bloque integrado por un trío de ex massistas que abandonó el Frente para la Victoria –Sandro Guzmán, Alberto Roberti y Darío Giustozzi– junto a media docena de diputados que responden a Adolfo Rodríguez Saá.
Regazzoni venció a Giustozzi en Almirante Brown, pero fue superado por Mariano Cascallares: el nuevo intendente lidia con un pasivo de 400 millones de pesos que podrían derivar en litigios judiciales con el diputado nacional y su delfín en ese cargo cuando debió abandonarlo: Daniel Bolettieri.
Giustozzi procurará que la alianza legislativa con Cambiemos alivie esas tensiones. De modo paradójico, son las que podrían derivar en que el 2016 encuentre del mismo lado a Regazzoni y Cascallares, ligado al grupo dialoguista que lidera Martín Insaurralde.
Distanciado de Espinoza, el intendente de Lomas de Zamora fue elegido por Vidal para la rueda de prensa posterior al encuentro con los 135 intendentes de la Provincia. Una sutileza para quienes la caricaturizan como una nueva “Heidi.” Macri vigila de cerca el proceso con su delegado personal, Alvaro González. Uno de los responsables de que en 2016 gane volumen peronista.
*Analista político.