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analisis del discurso

¿Máximo desafío?

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Los discursos políticos se caracterizan por presentar el interés del orador como interés colectivo. Desde el punto de vista del contexto, se articulan  de alguna manera a las instituciones del Estado y se pronuncian en un espacio público, sea este material o ideal. Desde el punto de vista del propio texto (como afirma Eliseo Verón en La palabra adversativa), el discurso político pone en juego relaciones de filiación y de oposición, y construye la red de esas relaciones.

El discurso que Máximo Kirchner elaboró el sábado 13 de septiembre en Argentinos Juniors –primer discurso público de su vida– fue, antes que nada, una muestra más de la recuperación del fervor político que el kirchnerismo ha sabido concitar. Porque, si hay algo que no se les puede negar a los K, es que han recobrado en la ciudadanía –sobre todo en la ciudadanía joven– la pasión militante. Es probable que este hecho no sea sólo producto de la acción de ciertos dirigentes y se vincule más vale con cuestiones propias de la época: aun así, le cabe a la familia Kirchner el crédito de una conducción oportuna de ese entusiasmo. Tal vez asociada a este campo de ideas se justifique la emoción evidente de Andrés Larroque durante todo el desarrollo del discurso de su amigo.

De por sí, ese contexto ofrece suficiente interés, a cuatro años del último acto en el que los militantes contaron con la presencia del ex presidente Néstor Kirchner. Pero no menos seductor resulta analizar los componentes más propiamente discursivos de la alocución. Dejando de lado las indiscutibles semejanzas con el decir de su padre y alguna risita improcedente –producto, con seguridad, de los nervios propios de la primera vez–, dos son los rasgos que han distinguido este discurso: la enumeración de los adversarios y la introducción de lo que Verón nombró como el componente programático.

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En un discurso de 30 minutos, durante los cuales parecía repasar algún punteo de temas sobre el atril, pero sin leer, Máximo aludió a los que quieren achicar el Frente para la Victoria inventando conflictos, a los que acusaron al oficialismo de irracional, a los que se desesperan por ser presidentes pero no mueven el amperímetro, a los que cuestionan la autonomía del pueblo, a los perfectos que todo lo saben y todo lo resuelven en los programas de televisión. Y hasta se refirió de manera mucho más directa a Hugo Moyano (“los dirigentes sindicales devenidos en empresarios”) y a dos periodistas del Grupo Clarín (Eduardo Van der Kooy y Julio Blanck).

No es sorprendente, claro está, que inventaríe opositores, a los que reprocha “mirar con la nuca” al pueblo –frase esgrimida por su madre en 2012, como antónimo de “mirar de frente” –. En todo caso, sorprende el recurso programático elegido, que ha obligado a otros dirigentes camporistas a hacer aclaraciones.

Y es que el meollo del discurso pareció concentrado en la frase “Si Cristina es tan mala o no sirve… ¿por qué no compiten con Cristina, le ganan a Cristina y sanseacabó?”, frase que, tomada en sentido literal –es decir, con el significado de promover la re-reelección de Cristina Fernández– no sólo parece impracticable por razones constitucionales (en el Gobierno manejan encuestas fidedignas).

Pero no, hubo aquí un llamado al colectivo de “los compañeros” a comprometerse para enfrentar los fantasmas del futuro y, sobre todo, para unir las fuerzas militantes necesarias que los conviertan en la opción, no ya de 2015, sino de 2019. En palabras del propio Kirchner hijo, “[de perder las próximas elecciones] volveremos a las calles a hacer lo que tenemos que hacer y a reconstruir la fuerza política para gobernar la Argentina en los próximos años”.

El interés de Máximo está orientado a convocar los ánimos que vienen decayendo en sus fuerzas con el acercamiento del fin de ciclo. Como sea, resulta esperanzador para nuestra democracia que un partido que está en el poder se muestre receptivo a la idea de perder las próximas elecciones.

*Directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.