La desaparición y rápida aparición de Luis Gerez volvió a mostrar síntomas de locura generalizada. Inicialmente, emergió un gobierno que, como lo hace con el crecimiento de la economía, abusó de su buena fortuna al sostener que el discurso del Presidente produjo la liberación del desaparecido.
Los primeros elogios al Presidente de Felipe Solá y Arslanian, responsables jurisdiccionales del rescate, recordaron el beso de Manzano a Alfonsín después de sus célebres frases “Felices Pascuas” y “La casa está en orden”. Al igual que en aquella gaffe de Alfonsín, los beneficios iniciales que obtuvo Kirchner se diluyeron como agua entre los dedos hasta terminar convirtiéndose en un bumerán.
Desgraciadamente, esta vez las torpezas no se le pueden atribuir a Albistur o a otro funcionario fusible sino al propio Presidente y a Alberto Fernández, quienes, con ansiedad de triunfo, terminaron batiendo tanto la mayonesa que se les cortó.
Envalentonado, salió Alberto Fernández a responsabilizar a Patti del secuestro apelando a una conjetura: los hechos son producidos por quienes se benefician con ellos. Sin darse cuenta de que sería el mismo argumento el que se volvería en su contra.
Primero el inconsciente popular dictaminó: “Demasiado perfecto para ser real” (el mismo tipo de desconfianza que le genera la extrema corrección del viudo de Nora Dalmasso aunque en ese caso pudiera resultar totalmente injusta). Después: “Si cuando lo liberaron, Gerez pidió hablar con Cristina, esto es marketing de campaña”.
También desde el inicio se desconfió de que fuera Canal 7 el único medio que estaba presente en el momento de aparecer Gerez. Y luego cuando Gerez, disciplinado militante del Frente para la Victoria, pudo dar la pospuesta e ineludible conferencia de prensa, al mejor estilo kirchnerista no aceptó preguntas agrandando la convicción de que el Gobierno no quería que la víctima contara detalles que la sociedad no debía saber.
Más tarde se confirmó que Canal 7 no cuenta con móvil satelital para transmitir en directo: lo pudo alquilar y llegar a tiempo porque fue avisado antes del discurso presidencial. Lo que también explica que a las 17 del viernes Arslanian hubiese declarado: “Creo que vamos a llegar a un resultado feliz” y luego de un aviso desde la Casa Rosada se llamara a silencio hasta después del discurso.
De la grave manipulación comunicacional se pasa inevitablemente a un hecho mucho más grave aún. Si el Gobierno y Arslanian sabían que Gerez iba a ser liberado, sólo podría haber sido porque la Policía tenía rodeados a los captores a punto de rendirse o porque negoció con ellos o los conocía. Por eso resultan fundadas las sospechas de que el secuestro pudo obedecer a la puja política entre distintos sectores del peronismo bonaerense, incluso de dentro del propio kirchnerismo de Escobar, como explica el hijo de Gerez en el reportaje que publica PERFIL en esta edición.
EL BESO DE MANZANO. Cuando Alfonsín dijo “La casa está en orden”, el jefe de los diputados del PJ, emocionado, besó al ex presidente.
Es triste que una causa noble como la reapertura de los juicios a los beneficiados por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final se vea empañada por sus principales impulsores. En un reportaje del diario La Nación, el filósofo italiano Roberto Espósito apeló a la biología para explicar que “los cuerpos sociales, al igual que los organismos vivos, tienen un sistema inmunológico para preservar su integridad, pero cuando estos sistemas enloquecen (ante el cáncer, por ejemplo) el cuerpo se transforma en víctima de lo que debería defenderlo”, ejemplo aplicable hoy a algunos de los propios partidarios kirchneristas o las fuerzas de seguridad en los 70.
Más allá de todos los disparates que rodean al caso Gerez, desde hace tres meses Jorge Julio López continúa desaparecido después de haber sido el principal testigo en el juicio a Etchecolatz. Ese solo caso alcanza para generar temores a los varios miles de testigos que deberán declarar en los entre 300 y 1.000 juicios que se avecinan. Los despropósitos en el secuestro de Gerez tampoco borran la posibilidad de que la desaparición de López encierre un mensaje mafioso al Gobierno de sectores corruptos de la Policía Bonaerense (o con el apoyo logístico de ellos) con el fin de señalar: “Ustedes nos precisan, cuidado con nosotros, que hacemos de-saparecer a varios testigos y toda su popularidad se extingue en instantes” aunque su motivación pueda no ser ideológica sino mantener sus zonas liberadas para la droga, secuestros y otros delitos.
Así lo registró por entonces Canal 7.
La asentada sospecha de que en el secuestro de Ianonne policías boneaerenses habrían robado parte del rescate y las conexiones de la familia de la víctima con el Estado local, sumada a que el negocio de la droga podría haber tenido alguna conexión con los hechos, muestran que la violencia en Río de Janeiro puede ser un espejo del futuro de nuestro Conurbano.
Que los testigos de los juicios no acepten custodia policial porque le teman indica que el problema no sólo son los hechos impunes del pasado sino los delitos del presente.
Epílogo. Se quiere lo que hace bien, como la familia o los amigos. Pero, aunque no sea útil, a veces se ama a lo que lleva al Cielo aunque su precio sea pasar también por el Infierno. La repetida relación del peronismo con la violencia (ver “Jefe de la Triple A”) es parte de ese peaje.