COLUMNISTAS
El reportaje de Magdalena / Diego torres

"Me siento actor y me apasiona el fútbol"

Su último CD, Andando, es un boom en toda América latina. No se olvida de su madre, la gran Lolita. Dice ser feliz con su novia, Déborah Bello. Y que sus éxitos los prepara en equipo, junto con todos sus músicos y técnicos. Así llenó el estadio de River con 60.000 fans en 2003, y así piensa llenar el de Vélez en noviembre. En él, todo es Color esperanza.

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Ya es de noche en Buenos Aires. La avenida Figueroa Alcorta es un mar de luces y autos, y en la preciosa casa reciclada en la que se organizan megaeventos musicales todo es energía y movimiento.
—A través de tu profesión, a través de tu música, cambiás tu manera de pensar –explica Diego Torres mientras va y viene con un café en la mano–. Te conectás con más gente, con otras culturas. Empezás a ser público y hacés amigos en cada país. Ahí te das cuenta de que tu mundo es un poco más amplio y que tenés la posibilidad de vivir diferentes realidades en diferentes lugares. Porque, claro, no vas como turista a ver museos y a sacarte fotos en las plazas. Vas a trabajar, y al hacerlo te conectás con la gente desde la realidad y tenés una noción más clara de la situación social que se vive, por ejemplo, en México, en España. Se te agranda la cabeza. Vos sabés que los argentinos y también los españoles nos regimos por lo que está pasando en nuestro país. Por eso la posibilidad que uno tiene a través de la dinámica del trabajo te permite recibir mucha más información. Y eso está bueno. Muy bueno...
Diego está en un momento importante. Sobre todo porque él está contento. Su último CD, Andando, es un éxito en América latina. Está enamorado. La relación con Deborah Bello es feliz, alegre. Alegre como los hoyuelos que Diego ha conservado de la infancia.
—¿Qué diría Lolita, tu mamá, si te viera? Por supuesto que el recital en Vélez o las giras que vos hacés no pertenecen a su época. Sin embargo...
—Durante los últimos años, mamá pudo disfrutar de todo lo bueno que les ha ocurrido a sus hijos –interrumpe–. Lo que ha pasado con mi carrera. Por suerte, pude hablar mucho con ella. De la vida, de la música, de la vuelta mía a España. Mirá, España aparece en mi vida un poco por mamá, por su música. Pero, bueno, como lo hablamos alguna vez con vos, uno se aferra a lo lindo que hubiera sido disfrutarla un tiempo más.
—Vos me contaste una vez que, cuando llegabas del colegio, era habitual que Lolita estuviera con gente famosísima tomando el té. Algo muy mágico en medio de la convivencia familiar...
—Sí, es cierto. A esa hora, a media tarde, se armaban en casa mesas muy especiales con Olguita Zubarry, Zully Moreno o Niní Marshall o Libertad Lamarque. ¡Qué sé yo! Por supuesto que yo no medía la dimensión de esos talentos. Tenía 13 o 14 años, y todas esas amigas charlando me parecían gente muy linda pero no medía lo que realmente significaban. Niní, por ejemplo, era una persona increíble. Todas ellas señoras muy amables y cariñosas...
—Y, sin duda, tenían otra dimensión que hoy ya no conocemos. Eran divas.
—Eran otros tiempos con otros códigos. El Star System. Vos lo sabés muy bien. Las estrellas eran únicas pero no por eso dejaban de ser personas. Sin embargo, existía un respeto, un mito que... Sí, eran otros tiempos.
—Me parece que hoy el trabajo es más participativo. Vos, por ejemplo, tenés siempre el mismo sonidista.
—Sí, hace muchos años que trabajo con Esteban Varela, el ingeniero de sonido. No sólo es un gran amigo sino que es la persona en quien confío en el área que él maneja. Lo mismo ocurre con el operador de luces que hace 15 años que está conmigo. Otro amigo me hace de personal manager. Es lindo poder trabajar con gente con la que, además, te une una amistad. Diego Torres ha llegado y ha crecido con todo un equipo de gente que ha ido también creciendo conmigo. Nos hemos hecho en la ruta, y entonces todos los logros que he ido consiguiendo no solamente son míos sino de ellos. Siempre recuerdo que, en 2003, cuando hicimos el primer estadio, en River, terminamos abrazados en el camarín porque para todos fue ¡como llegar a la Luna y plantar una bandera! Lograr, como artista pop, en Argentina, cantar en un estadio con 50 o 60.000 personas fue como un sueño. No nos queríamos bajar del escenario.
—Debe ser un momento maravilloso. Para nosotros, un mundo nuevo. Contame más: por ejemplo, ¿quién elige los grupos vocales que te acompañan?
—En el área artística lógicamente tengo una banda, un director de la banda, Rolfi, que además es otro querido amigo y un gran músico. Con él trabajo todo lo que es el montaje del show a nivel repertorio, lista de canciones. Con nosotros está, por ejemplo, el cubano Alejandro Batista; toda la banda es muy buena con una gran unidad en el trabajo. Con ellos hacemos lo que es el repertorio de canciones. Arreglos, lista de temas. Después, con el ingeniero de luces y con otra parte del equipo, trabajamos en proyección de imágenes, escenografía, puesta de luces. Son varias áreas. Luego, hacemos reuniones de trabajo conjuntas sobre el ensamble. Sobre lo que va a pasar a nivel imagen, la lista de canciones. No hay que olvidar que las áreas están relacionadas porque, por lo general, las imágenes que se proyectan están vinculadas con las letras de las canciones. Por lo tanto, el señor que hace la puesta en escena tiene que saber cómo es la lista de canciones, porque de acuerdo con ese diagrama los cambios que pueden hacerse en cada tema.
—¿Usás alguna “pista”?
—No. No. Nosotros trabajamos todo en vivo con una banda grande de 12 músicos. ¡A veces tenemos cuerda y llegamos a 16! Ahí, Lucho González dirige las cuerdas y además tenemos percusión, bajo, tecladista, dos guitarristas. A veces utilizo dos o tres coros y con los coristas también tenemos una relación de varios años...
—Se los escucha muy seguros...
—Bueno, juntos se sienten a gusto. Con Magalí, Dorita, Alejandra, trabajamos fuerte el tema voces. El coro trae arreglos, muchas ideas, y las intercambian conmigo. Yo aporto otras, y ellos las mejoran y las llevan a cabo. Es una tarea de ida y vuelta maravillosa que, después de muchos años, me permitió a mí hacer este nuevo disco, Andando. Ser el productor y hacerlo con mis músicos. Encerrarme en el estudio de grabación con ellos para armar las canciones, y con esta dinámica también que cada uno se sienta libre de aportar, a través de su instrumento, sus ideas y su talento. Creo que eso fue bueno porque, ¿sabés?, hizo crecer mucho las canciones.
—Convendrás, también, Diego, que el mundo del disco es hoy tan vertiginoso que, finalmente, no sabés si los chicos escuchan un CD o simplemente se dedican a bajar música en la computadora.
—Es cierto que muchos chicos jóvenes se han criado en eso. Ahora hay sitios legales de los que podés, pagando, bajar las canciones. Y, bueno..., es el avance de la tecnología. Por eso en este disco quisimos hacer esta estética de tapa tan distinta. Una tapa 3D es una foto idea de Claudio, un compañero mío de fútbol, que un día me dijo: “¿Nunca pensaste en hacer la tapa del disco en 3D?”. Creo que es lo que se llama holograma. Significa que la foto tiene profundidad. Me hizo unas pruebas con fotos mías, me gustaron mucho y se las llevé a la gente de la compañía grabadora. Insistí mucho en los detalles, “quiero la foto así y así”, fui muy pesado –se ríe– pero al final me quedé muy contento porque la gente, ahora, pondera no sólo las canciones sino también la tapa.
—Sin duda, te habrán dicho que “Andando” es la canción más linda del CD pero también, cuando recordás “Color esperanza” no podés dejar de pensar que esa canción es una de esas cosas que marcan un tiempo. Es como García Márquez y su “Cien años de soledad”. Irrepetible. No creo que vuelva a escribir algo semejante. ¿A un cantante le ocurre lo mismo?
—Sí, lógicamente hay canciones que son muy importantes en tu vida, y que provocan cosas tan fuertes en la gente que yo diría que se convierten en bisagras de tu carrera. Sin duda Color esperanza es una de ellas. Igual que Penélope, en su momento, en el ’96. Es una canción que se me apareció por accidente, como homenaje a Serrat, y esa misma canción dentro del disco dedicado a él terminó convirtiéndose en un éxito muy grande en España y en el resto de América. Hay también otras canciones como ¡Que no me pierda! o Sueños, que han contribuido a construir mi historia.
—¿Cómo componés? Por ejemplo, cuando se te ocurre un tema musical, ¿hacés una “pista”, la escuchás y la vas modificando?
—No. Mirá, hay veces en que las canciones surgen de ideas que uno lleva al piano o a la guitarra. De pronto es una melodía que se te ocurre y empezás a grabarla en un grabador, ¡de puro miedo que se te olvide! Después trabajás sobre la música y las letras. Es muy lindo jugar con las palabras y ver qué sentido quiero darle a la letra. A veces, una palabra es el disparador de la idea para esa letra. Claro, tienen que ser palabras musicales. En este último disco, tengo coautores que trabajan conmigo y con los que, de pronto, yo compongo un trozo de la canción, y ellos, otro. Como te decía, es muy lindo el intercambio y aquí tengo grandes compañeros.
—Uno siempre piensa que las grandes estrellas tienen también sus momentos de angustia antes de un recital. ¿Cómo es ese día? ¿Podés dormir la noche antes?
—Lógicamente, hay mucha adrenalina, muchos nervios. Para el cantante es muy importante dormir. Descansar mucho durante los dias previos al concierto. Estar bien con uno mismo. Cuidar la garganta. Te diría que el día del recital hay que dormir hasta el mediodía porque el día va a ser largo y tu actividad empieza por la noche. No podés, entonces, levantarte a las 8 de la mañana y pensar que el mejor momento de energía va a llegar a las 10 de la noche.
—¿Con qué anticipación llegás al estadio?
—Dos o tres horas antes del recital. Hay veces, también, que hacés un ensayo general la noche anterior. En ese caso, no hace falta llegar con tanta anticipación. Sobre todo en un estadio donde hay un ingreso de 40 o 50.000 personas. Hay que cuidar que la puerta de inicio esté abierta a tiempo para que todos puedan entrar y, si el ensayo de la noche anterior, fue bueno...; entonces, vas tranquilo. Te diré que el día anterior es interminable pero, después, ¡todo pasa tan rápido! En estos conciertos grandes que esperás con tanta ansiedad hay que tener claro que serán dos horas o a lo más tres, y que luego todo habrá terminado. ¡Al otro día querés tocar de vuelta!
—¿Nunca pensaste en hacer musicales? Vos sos muy Broadway. Incluso con el pelo como lo tenés ahora... (con claritos).
—No, no –se ríe–. Pero, bueno, me gustaría. Es un género muy difícil, en el que la preparación es fundamental. Tenés que saber cantar, bailar, actuar. En Estados Unidos he visto los musicales clásicos pero, más que nada, me gusta el teatro. También el cine. Siendo músico, también me siento actor. Tengo las dos profesiones muy adentro mío y no por dedicarme a la música dejo de ser actor. Se nace con esto. Es de raza. Es una pasión. Sí, estoy en contacto con todo lo relacionado con la actuación...
—¿Qué te gustaría hacer en teatro?
—Me gustaría volver al teatro por la experiencia que se vive allí. Es muy lindo ver el cine hecho y terminado pero es un poco insalubre para el actor. Todas las tomas son cortadas, hay que repetir infinidad de veces, pierde continuidad y, al mismo tiempo, te obliga a mantener la misma tensión en todas las tomas. Por supuesto, como te decía, una vez que está armado y editado, ¡es maravilloso! En eso reside la magia del cine pero para hacerlo tenés que estar muy concentrado y saber adónde vas y de dónde venís. Se suele filmar el final al comienzo de la película o viceversa. Tenés entonces que tener muy claro lo que está viviendo tu personaje y no perderte. En cambio, el teatro es otra cosa: te permite empezar la obra, desarrollarla, instalarte en el escenario, disfrutar de tener a la gente sentada frente a vos, en vivo y también, por supuesto, disfrutar con tus compañeros de ese ida y vuelta que se da en el escenario. Es algo muy lindo, muy intenso. Además, aquí, en Buenos Aires, hay un movimiento cultural fantástico. Tenés de todo: teatro, conciertos, ballet. Lo que quieras, y esto lo apreciás realmente cuando viajás. Ahí te das cuenta de lo que es esta ciudad y la suerte que significa haber nacido en un país que, a pesar de sus problemas, tiene una cultura que no deja de latir constantemente.
—¿Cómo es tu rutina los fines de semana?
—Cuando no estoy actuando, me gusta mucho practicar deportes. El fútbol es una de mis pasiones. También disfruto de estar en mi casa y ver a mi familia. En realidad, paso mucho, mucho tiempo viajando y extraño estas cosas simples que son las que yo sueño hacer. ¡Es al revés de lo que desea la gente! ¡Todos anhelan viajar y yo lo que quiero es quedarme en casa y no moverme de allí por 20 o 30 días! Como te decía: la familia, los amigos. Por ejemplo, tengo grupos de amigos que juegan al fútbol en determinados días. Es muy lindo pensar que, cuando yo llego, ellos siempre están.
—¿Y cómo es tu novia?
Diego respira hondo. Me parece que no le gusta demasiado hablar de su vida privada:
—Mirá, mi novia es una chica normal como cualquier otra y es muy buena persona. Eso es muy importante y hace que te guste compartir la vida con ella. Yo no soy de... –hace un gesto abarcativo– ... de esos que hablan mucho de ellos mismos, pero creo que lo bueno y lo difícil en este mundo es poder encontrar a alguien con quien te sentís compatible y has logrado un alto grado de compañerismo. No es sólo afinidad de piel sino compartir cosas. El cine que me gusta; los deportes como los practico yo. Que acepte los silencios y las pausas cuando son necesarios. Equilibrio. Y eso mismo hace que seas feliz compartiendo todo con alguien. Deborah no canta pero es muy musical y..., y... –a Diego le cuesta abordar públicamente su intimidad–. Mirá, estoy muy bien con ella. Soy feliz.