El obispado se encuentra en el centro de Puerto Iguazú. Rodeado de la maravillosa vegetación misionera, ocupa toda una manzana en la que los comedores de Caritas alternan con establecimientos educativos y la sencilla casa de dos plantas que es aún morada del que fue, durante los últimos veinte años, obispo de esa diócesis fundada en 1986. Con el crecimiento importante de la población de Misiones, el papa Juan Pablo II decidió dividir lo que hasta aquel momento era la diócesis de Posadas.
—Me he sentido siempre muy acompañado por la gente y creo que hemos ido creciendo como iglesia– explica el obispo.
El despacho de Joaquín Piña está poblado de libros y papeles que han ido turnándose sobre la gran mesa que le sirve de escritorio. Sólo dos sillones y un austero crucifijo acompañan un ámbito de estudio en el que no hay televisores.
—Veo televisión en mi cuarto, en la planta de arriba –explica este jesuita catalán, de mirada penetrante y ojos inteligentes, que hoy se ha convertido en un ariete peligroso para el gobernador Rovira y sus ansias de infinita reelección.
—Cuéntenos, monseñor, ¿cómo nació la idea de que usted encabezara la lista opositora a Rovira?
—Mire, la cosa fue así: la pretensión tan desmedida de nuestro gobierno provincial de perpetuarse en el poder provocó una reacción muy fuerte en toda la ciudadanía de Misiones. En gran parte, por lo menos –apunta este hombre muy exacto–. Y esto, no solamente en el ámbito político sino en distintos grupos sociales que, bueno, me pidieron a mí que encabezara esta lista. Yo, al principio, me resistí bastante, porque me parecía que no era mi misión, pero al final me convencieron. Ya no se trataba simplemente de una cuestión política. Al menos, de lo que se entiende habitualmente por política: luchas partidarias, etc. En este caso, por el contrario, las cosas iban más allá de la política. Es decir, apuntaban a la defensa de los grandes principios de la democracia, de la Constitución, de los derechos humanos, la dignidad de la persona. Entonces, bueno, yo dije que ahí teníamos que estar todos...
—Por supuesto.
—Además, como pastor, me pareció que tenía que acompañar a mi gente.
—Bueno, usted figura en la lista como padre obispo, ¿no?
—Desde luego.
—Sin embargo, monseñor, hay algo que resulta desconcertante, y es el hecho de que el retiro le llegara a usted justamente cuando comenzaba esta actividad política...
—Digamos que estábamos a mitad camino... –se ríe irónicamente–. Mire, ahí se pueden dar muchas interpretaciones. La interpretación buena sería: hace casi un año y medio que yo había solicitado mi relevo al Vaticano por límite de edad. Tengo más de 76. Era lógico que nombraran a un sucesor, y la verdad es que yo mismo lo estaba deseando. Incluso le insistí varias veces al nuncio. Por lo tanto, en algún momento tenía que llegar y... ¡llegó ahora! También dentro de la interpretación buena, se me dijo que así quedaría más libre para poder actuar en esta campaña...
—De acuerdo, entonces, en que ésta es la interpretación buena y optimista, pero no deja de llamar la atención el momento en el que le llega a usted el retiro. Por otra parte, también el Papa acaba de decir que la Iglesia no debe hacer política...
—Bueno, le voy a explicar eso. Es verdad que el Gobierno, por lo menos el Gobierno provincial, ¡tiene unas ganas enormes de que yo me vaya! Ellos pensaron quizás así poder influir en algo... en el Vaticano... yo no sé. No sé –repite–, si esta influencia llegó al Vaticano o no. Lo que pasa es que en ese sentido yo digo –y levanta la voz– ¡que les salió el tiro por la culata! ¿Y sabe por qué? Pues porque nombraron al nuevo obispo, y lo primero que él hizo fue decir que estaba totalmente de acuerdo conmigo. ¡Entonces me parece que en vez de tener dos obispos aquí en Misiones van a terminar teniendo tres! Eso, por un lado. Ahora, lo del Papa... Mire, yo creo que esto ha sido mal interpretado. En realidad lo que el Papa dijo es que la política es, sobre todo, un campo para los laicos, con lo cual yo estoy totalmente de acuerdo. ¿Que yo actúe aquí en Misiones? Bueno, reconozco que deberían hacerlo los laicos. Lo que pasa es que en una circunstancia especial, hasta diría extrema, en la que lamentablemente la oposición estaba muy dividida, atomizada, era necesario que una persona aglutinara todo esto de alguna manera. Por lo menos, es lo que yo entendí. Además, para mí quedó muy claro que mi compromiso no es con una política. Por ejemplo, con la política partidaria. Yo no aspiro a ningún cargo público y nunca aspiraré a algo así. Eso no es lo mío. Solamente por defender la democracia y las instituciones me he sentido en la necesidad de encabezar esta lista. O sea que yo creo que esto está afuera de lo que dice el Papa.
—Además, fíjese, monseñor, que, casualmente, cuando me tocó cubrir el primer viaje de Juan Pablo II a Polonia, al final comprobé que había asistido a un viaje esencialmente político. Con Lech Walesa en prisión domiciliaria, Europa dividida por la Cortina de Hierro y el pro soviético Jaruzelsky como presidente de Polonia, la presencia del Papa hizo palpables las relaciones tensas que existían entre Polonia y el resto del oeste europeo.
—Sí, eso está bien claro. Nadie ha sido más político que Juan Pablo II. Incluso él logró lo que nadie había logrado: hizo caer el comunismo en Polonia...
—Desde luego, y la prensa mundial que estaba allí pudo presenciarlo.
—Claro, su apoyo a Lech Walesa. Aquello fue clarísimo.
—Volviendo a lo nacional, monseñor, hay algo que se publicó en Buenos Aires, que señalaba que usted puede haberse convertido en un peligroso adversario político. El hecho de que el gobierno de Rovira reparta bolsas de alimentos junto a las boletas de los comicios es más que significativo. A usted le tienen miedo...
Piña se muestra risueño:
—Mire, yo no diría que me tienen cierto temor, ¡sino que me tienen pánico! Sí, señor, mucho más que miedo: ¡pánico! Y eso se nota. Me parece que el Gobierno está medio desesperado. Está dando manotazos de ahogado. Por otro lado, ya sabemos que éste es el estilo de las campañas que, por desgracia, se están haciendo aquí en Misiones. Eso de repartir regalitos a la gente, bolsones de comida, pequeños créditos...
Comentamos con el obispo el caos y los empujones que se produjeron frente a las oficinas del Instituto Agro Industrial (IFAI) de Posadas para completar los trámites y acceder a un crédito de mil pesos para microemprendimientos productivos. Allí, varios centenares de mujeres se atropellaron en medio de un terrible calor para retirar los formularios que permitirían aspirar a ese crédito.
—Bueno, sobre estas cosas podrían contarse cientos de anécdotas –asiente Piña–. Hay casos realmente ridículos, ¿verdad? Ayer estuve en una población que se llama Andresito y me contaron que, en las últimas elecciones, habían dado un cheque bastante grande a la cooperativa del lugar. Cuando, al día siguiente de las elecciones, en las que al Gobierno no le había ido bien, fueron a cobrarlo, ¡les dijeron que ese cheque había sido denunciado como un cheque perdido! –la risa del obispo resuena entre sus libros–. ¡Cosas así de ridículas!
—¡Probablemente ni García Márquez lo hubiera imaginado para Macondo! Pero queremos verificar otras cosas de las que nos hemos enterado desde Buenos Aires. ¿Es verdad, monseñor, que les prohibieron ir a misa a los policías de Misiones?
—Es absolutamente cierto. No solamente a ellos. También a sus señoras y a sus familias.
—Pero ¿cuál fue el pretexto?
—Bueno, pues porque dicen que en las misas se hace una predicación política contra el Gobierno. Creo que son gente que nunca ha leído el Evangelio. ¡O si lo leyeron no lo han entendido! El Evangelio nos enseña un compromiso. ¡No habla solamente de una doctrina celestial! No nos pide que estemos rezando todo el día sino que nos comprometamos para construir una sociedad para un mundo mejor, ¿no?
—El Evangelio está lleno de ejemplos en este sentido pero, justamente, hablando de un mundo mejor, de una entrega personal, nos gustaría saber: ¿cómo fue su vocación sacerdotal? ¿Ingresó muy joven al seminario?
—Bueno, yo había terminado el bachillerato y al poco tiempo, cuando había cumplido 18 años, entré a la Compañía de Jesús...
—¿Eso fue en España?
—Claro –prosigue el obispo–, y a los 25 me fui de España. Allí quedaron mis padres y mis tres hermanos, uno de los cuales es religioso escolapio. Bueno, le cuento que siendo todavía estudiante...
—¿En Madrid?
—¡No, no! ¡Yo con Madrid no quiero saber nada! ¡En Barcelona! Yo soy catalán y, como le decía, a los 25 años viajé hacia el Río de la Plata. Digámoslo así, porque yo vine como misionero al Paraguay. Allí viví muchos años aguantando la dictadura de Stroessner y me mudé a Buenos Aires para terminar mis estudios. Estudié Teología en la Facultad de los jesuitas en San Miguel, provincia de Buenos Aires. Luego, como le decía, volví al Paraguay y viví bastante tiempo allí bajo Stroessner. ¡Por eso le digo que yo de dictaduras sé bastante! ¡Tengo experiencia en el tema y no quiero volver a pasar por esto!
—Ese capítulo de su vida lo pone sobre aviso de lo que podría llegar a ocurrir en Misiones...
—Claro, claro...
—Qué historias, ¿verdad? En Catamarca, los Saadi; en Santiago, los Juárez; en San Luis, los Rodríguez Saá. Parecería que Rovira va por el mismo camino...
—¡Aquí, en Misiones, también tuvimos a los Romero Feris! –recuerda el Obispo–. Vamos, si cada provincia parece que tiene su cacique, ¿no? Aquí, tal como están marchando las cosas, pueden molestar mucho a un feudo. Este es un gobierno que pertenece al feudalismo medieval.
—Bueno, por lo menos el gobernador parece que protege fuertemente a su familia. ¿Hay una prima que encabeza una de las listas, verdad?
—Mire, el otro día en un acto de esos que tienen por ahí comparaban las dos listas. Nuestra lista, la del FUD (Frente Unidos por la Dignidad), realmente representa a la ciudadanía de Misiones. Se buscó sobre el mapa de la provincia a distintas instituciones, están casi todos los partidos políticos, sindicatos, iglesias, etc. La lista oficialista, en cambio, parece una lista de casamiento. Allí están todos los parientes, amigos, funcionarios. Y encabeza la lista... –aquí el tono se vuelve confidencial–. Se ve que no conseguían a nadie. Se fueron negando todos. Entonces, encabeza la lista, decía, una prima del gobernador Rovira que, claro... ¡lo único que tiene es el apellido! Entonces, mire qué curiosa la boleta que han hecho, han escrito bien grande Rovira para que la gente se confunda y piense que va a elegir al gobernador. Muy chiquito, allí abajo, dice Viviana (que es el nombre de la prima) y la propaganda que están haciendo por todos lados lleva la foto del gobernador.
—Pero las cosas han trascendido hasta la Ciudad de Buenos Aires, monseñor, porque el presidente Kirchner les ha mandado a su hermana Alicia, al santafesino Rossi, en fin, a una delegación.
—Sí, sí. La hermana del Presidente pasó por aquí sin pena ni gloria. La gente apenas se enteró. Y parece que hasta se quejó porque había poco público en el acto en el que estuvo ella. Yo creo que si Kirchner es inteligente, y supongo que el Presidente de la Nación es inteligente, se tiene que dar cuenta de que no le conviene estar apoyando esto, que va a quedar mal. Que esto lo va a arrastrar a él...
—Es muy diplomático de su parte, monseñor, advertírselo...
—Mire, yo le escribí una carta al Presidente hablándole del tema. Yo no sé si la habrá leído o no. Se la escribí antes de que él viniera a Misiones, y en esa carta yo le decía con mucho respeto: “Por favor, infórmese bien de cómo es la situación en Misiones; de cómo es la historia de esta provincia”. Francamente, el discurso que pronunció aquí fue muy desacertado, cayó muy mal cuando el Presidente se quejó del comportamiento de la Iglesia durante la dictadura, y por lo visto no sabía que en Misiones tuvimos un gran obispo, Jorge Kemerer, con el que yo estuve colaborando, que fue un hombre muy valiente, una gran personalidad y que siempre se opuso a todas las violaciones a los derechos humanos. Kemerer murió hace ya diez años. De origen alemán, era un hombre de carácter muy fuerte pero, le repito, fue muy valiente y tomó una postura de defensa de los derechos humanos que fue absolutamente pública.
—¿Si triunfa su lista, qué va a ocurrir en Misiones?
—Bueno, yo creo que se puede abrir un nuevo escenario en la provincia, pero en cuanto a mí, personalmente, ¡yo no tengo nada que hacer más allá de hoy! Yo me ofrecí solamente para eso, para encabezar nuestra lista para defender la democracia en este momento... digamos, de riesgo. Nunca voy a aspirar a ningun cargo público. Me volveré a mi casa a seguir trabajando calladamente como obispo y como sacerdote. Sin embargo, le repito que, para la Provincia, se abre realmente un nuevo horizonte, porque las cosas pueden empezar a cambiar. En este momento no se eligen autoridades, pero estamos en las vísperas de 2007, que es un año electoral. Y en ese año electoral se van a tener que definir las cosas. Hay muchas posibilidades y mucha gente capaz. ¿Cómo vamos a decir que una persona es imprescindible? No solamente hay gente capaz sino también muy honesta y que puede hacerse cargo del destino del pueblo de Misiones.
—Probablemente al doctor Kirchner le hubiera gustado, pensando en él mismo, que el proyecto de reelección indefinida siguiera su curso, ¿no?
—¡Pienso que al Presidente le hubiera gustado que a Rovira le vaya bien! Y creo que por eso intentó ayudarlo, pero me parece que le salió mal. Por otro lado, es importante decantar una cosa: Rovira no es lo mismo que Kirchner, aun cuando el Presidente lo haya apoyado en la campaña. Yo rescato de Kirchner que es un defensor de los derechos humanos. De este tema Rovira no entiende nada. Los derechos humanos le son ajenos porque es una persona autista, encerrada en sí misma, que no escucha a nadie.
—Y en este panorama ¿cuáles son las principales falencias que tienen aquí?
—El cuadro es el mismo que en el resto del país: en los últimos años, preciso es reconocerlo, ha mejorado algo la situación económica en conjunto, lo que podríamos llamar la macroeconomía pero, en cambio, lo que no ha mejorado es la distribución. El problema argentino es la distribución de la riqueza, porque no podemos decir que la Argentina sea un país pobre. El problema está en que el bienestar no llega a los más necesitados. Existe una marginación muy grande. Por ejemplo, aquí en Iguazú hay unos barrios que a mí me conmueven el corazón. Niños pequeños desnutridos que vienen a golpear la puerta de mi casa... Hace unos años (y me lo comentaba el obispo Laguna volviendo de Brasil) llamaba la atención la falta de mendigos en las calles de Iguazú. Pues bien, hoy ya no podríamos decir lo mismo...