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Memoria y olvido

Se termina el congreso de literatura latinoamericana en Lyon, hay que volver a casa. La Argentina desde Francia no se ve, o se ve borrosa, entrecortada por la escasa WI-FI de los hoteles. El partido es una mancha verde en la página de televisión pirateada en internet.

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Se termina el congreso de literatura latinoamericana en Lyon, hay que volver a casa. La Argentina desde Francia no se ve, o se ve borrosa, entrecortada por la escasa WI-FI de los hoteles. El partido es una mancha verde en la página de televisión pirateada en internet. Solo se lo distingue a Maradona con una capita roja como de disfraz de juguete de Superman; lo hicieron poner la pechera porque se confundía con los jugadores, está vestido del mismo color que su equipo. Un fallido de vestuario clarísimo. Se confunde, quiere jugar, es el 12, y como un animal contenido que bordea el blindex de su jaula bordea la raya blanca sin poder traspasarla. Algo así se ve. Pero no dan el partido por televisión.
La Argentina no aparece en la televisión francesa ni en los diarios. Sólo en algún titular futbolístico de la semana pasada: “La Argentina tiene miedo”, sobre una foto de la selección entrenando, y también una foto del Pelusa haciendo un panzazo de oso polar sobre el césped de la Bombonera. Los diarios argentinos en internet tampoco dan demasiada idea de lo que está pasando en la opinión pública. Se extraña Crónica TV, ese canal que mucha gente ahora tiene prendido todo el día, como antes se tenía la radio sonando de la mañana a la noche. Desde Europa no se sabe qué tema, además del fútbol, realmente explotó en Buenos Aires, qué se habla en el taxi, en las casas, en el almuerzo de los compañeros de trabajo. Se destacan la Ley de Medios y el crimen de Santiago Urbani, pero en este último caso no se entiende del todo si la persistencia del tema en los titulares es por la brutalidad del crimen o por la desidia de la policía que termina repercutiendo en el actual intendente de Tigre. Ese pulso lo da la televisión, el comentario de la gente, el periodista que presenta la nota y simula ser objetivo, los programas con recortes de otros programas. Eso en Europa no se consigue.
Lo que queda claro desde acá es que Latinoamérica solo existe en Europa. Uno nunca está en Latinoamérica, uno está dentro de la Argentina, dentro del Uruguay, dentro de Chile, pero no dentro de Latinoamérica, que es una idea abstracta concebida desde Europa y para Europa, así como Occidente solo se concibe desde Oriente y viceversa. Me acuerdo de esa obra del coreógrafo Maurice Béjart Che, Quijote y bandoneón, un título indigesto. Pienso en el HBO con que los americanos engloban a los televidentes hispanos. Seguimos siendo el gaucho andaluz que encarnaba Rodolfo Valentino, pero ahora en lugar del sombrero de pompones tenemos la boina de guerrillero revolucionario. Ayer me llevaron a un show latino donde los músicos con maracas y camisas de volados cantaban el himno cubano del Che y unos pedazos de Las cosas del querer.
El pasaporte latinoamericano se consigue en Europa. Por ejemplo, para que una novela argentina o colombiana se vuelva latinoamericana se tiene que publicar en España y desde ahí distribuirse por el nuevo continente. Editorialmente, Latinoamérica está balcanizada; cada grupo editorial publica de las fronteras para adentro; hay más posibilidades de que un autor argentino esté publicado en Polonia que en Uruguay.
Entonces, ¿cómo se ve la Argentina desde Francia? Se ve poco y confundida con el resto del continente, en un horizonte de post-exotismo apocalíptico, injusticia social, violencia, fútbol y megalómanos plebiscitarios.