Se nos ha comunicado que en las próximas elecciones se decide la suerte del modelo K. Conviene saber de qué estamos hablando.
1) Un modelo es un esquema de acumulación y distribución de riquezas y de poder.
2) Sin calidad institucional no hay modelo sustentable. En el siglo XXI, no existe país alguno que goce de respeto internacional y brinde calidad de vida a sus habitantes si, a su vez, no puede exhibir 4 cosas: alternancia en el ejercicio del poder, baja corrupción, justicia independiente y equitativa distribución de riquezas. En la Argentina de hoy, no se dan estos cuatro requisitos de un modelo sustentable.
3) La validez de un modelo se mide también por su coherencia entre el discurso hablado y los actos concretos de gobierno. El modelo K expresa el “falso progresismo” que Máximo Gorki definía como la enferma convivencia entre un discurso de cambio y la negación de la realidad. Esta contradicción se visualiza principalmente en dos planos: la Distribución del Ingreso y la Política de Derechos Humanos. En la Argentina del 2009 la brecha distributiva del ingreso es la más alta de los últimos 30 años. El Coeficiente GINI de Naciones Unidas nos asigna un índice de 48,6% que quiere decir que el decil más rico de la Argentina concentra 48 veces más riquezas que el decil más pobre.
En materia de DD.HH., más allá de la legítima política de avanzar en las causas judiciales por Crímenes de Lesa humanidad, la sobreactuación de los partidarios K han generado una peligrosa desconfianza de la sociedad por el uso político de los DD.HH.
Estas precisiones sirven para saber cuál es el modelo sobre el que votaremos en junio y cuál el fundamento de la lógica del miedo que instala el discurso oficial diciendo que si el modelo K pierde, vuelve el caos.
Es un discurso que busca apoyos basado en miedos sociales. Pero no es una vulgar estrategia electoral, es una amenaza política. La peligrosidad mayor de esta estrategia del miedo radica en la probabilidad de que ese discurso genere consecuencias reales de violencia. El Teorema de Thomas dice que cuando se definen situaciones como reales terminan siendo reales sus consecuencias. Y esta peligrosa estrategia del miedo es parte del modelo K.
La tendencia del voto popular argentino está marcada por la búsqueda del “Orden” y la huida del “Caos”. En el período 2003/2007 el modelo K representó el orden y hubo crecimiento sostenido del PBI y disminución de los índices de pobreza e indigencia generados por el default de diciembre de 2001. También fue expresión del Orden por la defensa de los DD.HH. y por la renovación de la Corte Suprema de Justicia. Esos son sus logros.
A partir del 2007 el modelo K declina y comienza su asimilación con el CAOS. El inmediato vaciamiento de poder de la Presidente, una alocada guerra con el campo argentino, una corrupción cada vez más cartelizada y una intolerancia manifiesta a todo tipo de oposición en especial de la prensa marcan esta segunda etapa del modelo K. Es como si los logros económicos obtenidos en el período 03/07 los hubieran enfermado de tal modo de caer en el clásico vicio del subdesarrollo de eternizarse en el Poder.
La racionalidad económica que le quedaba al modelo K se pierde definitivamente en el 2008. Abusos en el Poder y desaciertos políticos generan una crisis económica con caídas de hasta un 50% en la cadena agroexportadora y por primera vez desequilibrios presupuestarios. El modelo K no es otra cosa que más de lo mismo. Expresa el viejo paradigma de gobernabilidad de la decadencia argentina que insiste en la ridícula creencia de que un país se construye desde la confrontación y no desde el consenso y que eficacia en el manejo de la Cosa Pública va de la mano con prepotencia y con una inevitable dosis de corrupción. La tesis del gatopardismo donde todo cambia para que todo siga igual se aplica al modelo K.
*Diputado de la Nación Coalición Cívica- Córdoba.