El de PERFIL coincidió con otro dos en Infobae y La Nación: los tres reportajes motivados por sus 10 años de papado que se cumplen este lunes 13: también todos 13, un 13 de 2013 lo eligieron Papa, un 13 de diciembre con 33 años lo ordenaron sacerdote. Como si el hombre que muy raramente concedía reportajes, el año pasado solo dos a las agencias Associated Press de Estados Unidos y Télam de Argentina, y durante sus diez años como Papa apenas había concedido un par más de pregunta y repuesta, de repente decidiera hacer en la misma semana tantos reportajes como en sus 86 años de vida (en Argentina tampoco le gustaba dar reportajes).
Una interpretación posible es que frente a los homenajes que se le realizarán esta semana en Argentina trató de compensar no haber visitado su país haciéndose presente a través de los medios. Otra es que al conceder un reportaje sintió que sería injusto con los otros medios al no dispensarle igual tratamiento y terminó dando varios.
Mi reportaje tiene su propia historia. Cuentan que cuando Jorge Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires y al comienzo del kirchnerismo todos los medios elogiaban a aquel gobierno, mientras mantenía una relación tensa con el matrimonio presidencial recomendaba a los obispos leer Perfil, por entonces la única palabra impresa critica al kirchnerismo.
Cuentan también que ya siendo Papa, en el apogeo de la era macrista, que en su visita oficial al Vaticano Mauricio Macri, como una demostración de poder y disgusto, se sentó frente a él y no le dirigió la palabra por muchos largos minutos. El Papa con paciencia divina después de un tiempo le habría dicho: “si no tiene nada para agregar podemos dar por concluido el encuentro” lo que después se plasmó en esa foto con seño adusto.
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Por entonces Perfil publicó los sábados durante varios años L’Osservatore Romano y en ese 2017 de gloria del PRO y tensión con el Vaticano, Marcelo Figueroa, el pastor protestante que integraba del grupo interreligioso del Papa intercedió para que nos concediera un reportaje a lo que Bergoglio respondió con una de sus cartas escritas a mano, muy elogiosa y cálidamente pero pidiendo disculpas porque no quería dar ningún reportaje.
Pasado la pandemia y aprovechando los viajes de Nelson Castro para su libro sobre la salud de los papas, volví a escribirle pidiéndole nuevamente sin suerte el reportaje hasta que recién fue venciéndose su resistencia tras la muerte de mi padre el 10 de setiembre pasado cuando en una sentida condolencia me recordó la narración de Virgilio en las Eneidas sobre hacerse cargo cuando Eneas se convierte en progenitor del pueblo romano tras la muerte de su propio padre, Anquises; y en una reunión previa al reportaje me dijo “no me afloje”.
Ese es el recorrido de más de un lustro de mi reportaje al Papa. Nada fue fácil hasta que aceptó realizarlo y a partir de allí, todo lo contrario, fue un gran facilitador.
Le envié primero un cuestionario con 110 preguntas proponiéndole que él eligiera las que deseaba contestar y de ser posible fueran no menos de 65 para tener casi tres horas de conversación. Respondió diciendo que elija yo las 65 que prefiriera y así fue.
Quedaron es ese orden 5 de metafísica, 6 de líneas internas de la Iglesia, 9 de teología, 2 sobre los jesuitas, 2 de comunismo, 4 de peronismo, 11 sobre la identidad, 4 de economía, 1 de pandemia, 1 de geopolítica, 1 de inmigrantes, 2 de Brasil, 2 sobre evangélicos, 4 sobre Argentina, 1 de movimiento sociales, 5 de curas de Tercer Mundo, 1 de Madres de Plaza de Mayo, 1 sobre la dictadura, 1 sobre pueblos originarios y 2 sobre volver, a las que se agregaron no muchas repreguntas. Si hubo conversación completando o asociando alguna pregunta o repuesta con otra.
El resultado es un documento audiovisual de tres horas y un texto de 85.000 caracteres, un libro pequeño.
No quise poner foco en nombres propios ni temas de coyuntura tratando de darle valor histórico al reportaje, que pudiera leerse o verse dentro de diez años y siguiera teniendo algún valor historiográfico.
En el reportaje el espíritu santo así como referencia al infierno (“no es un lugar”) aparecen recurrentemente, la Biblia como metáfora de la creación del universo, el tiempo venciendo al espacio y la recurrente mención a la armonía como sustituto religioso de la síntesis en la dialéctica hegeliana. Opinión personal: hay mucho de Hegel en la importancia fundante que el Papa le asigna a la superioridad del tiempo y la armonía. También se refirió al filósofo argentino Rodolfo Kusch.
Sobre el peronismo (me preguntan si soy peronista como diciendo “usted fue leproso y se curó”) se podría parafrasear al primer Perón cuando frente a las acusaciones que se le hacían en la década del cincuenta al arzobispo de Resistencia, Monseñor De Carlo de haber sido el traductor de la doctrina social de la Iglesia a las bases peronistas, en la Plaza de Mayo aclaró: “dicen que De Carlo es peronista, mentira, Perón es decarlista”. Bergoglio no es peronista, el peronismo es (trata de ser) catolicista.
Dos referencias personales que me resonaron, la identificación con la decepción con los gobiernos de San Martin al volver de Guayaquil yéndose de la Argentina (él rápidamente aclaró que nunca podría comparar con él) y la decisión de San Francisco de Asis quien habiendo sido un niño de una clase privilegiada a los 20 años dejó esa vida acomodada para seguir su vocación religiosa con la propia historia de Jorge Bergoglio niño (nuevamente mi propia interpretación) que conoció la pobreza a través del personal de servicio de su casa paterna.
Monseñor Ojea, que fue su obispo auxiliar en Buenos Aires, contó que en la primera reunión del Papa ya electo con los obispos argentinos pido que recen por él: “para que no me la crea”. Creérsela es para el Papa caer en el peor de los pecados: la soberbia, que reaparece varias veces a lo largo del reportaje junto con la hipocresía. Quizás la frese que mejor lo define es que cuando le pregunto qué es la humildad para él y me responde “la humildad es la verdad”.