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Mientras tanto, en Ciudad Gótica

Con qué mundo se vinculará el país después de los comicios de hoy.

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NARANJA Julio De Vido | PABLO TEMES
Como de costumbre, Argentina sigue concentrada en su propio ombligo: un proceso eleccionario mediocre fue abruptamente interrumpido por el trágico desenlace del caso Maldonado. Allí nos embarcamos en un viaje introspectivo hacia el reino del revés, cuando la policía fue requisada por civiles que acuden a supuestos principios ancestrales para desconocer el Estado de derecho. A diario también nutren a los medios de comunicación el reiterado desfile judicial de otrora hiperpoderosos funcionarios K. El volumen y la intensidad de las noticias locales actúan como el árbol que tapa casi por completo el bosque de un panorama internacional cada día más incierto, atrapante, activo y diverso. Un par de pinceladas servirán de ejemplo.

De EE.UU. al Sur. En primer lugar, aquel ambicioso y un tanto ingenuo proyecto geopolítico y cultural que durante décadas había impulsado Estados Unidos parece haberse quedado abruptamente sin Nafta. Era ambicioso porque pretendía diluir barreras comerciales y asentados tejidos industriales en países con una larga tradición proteccionista como Brasil y la Argentina. Y era ingenuo pues suponía que los mecanismos de representación de esos intereses iban a ceder, inermes, frente a la vaga tentación de conformar sociedades más modernas, abiertas y competitivas. Así, el tratado de libre comercio que unió durante más de dos décadas a México, Canadá y Estados Unidos está a punto de sucumbir por una decisión unilateral, con ingentes daños autoinfligidos, del inefable Donald Trump.
En esta sorprendente coyuntura crítica es posible especular con distintas derivaciones, algunas incluso potencialmente positivas para la región. ¿Tendrá ahora México, por necesidad y por virtud, una más nítida vocación de integración con el resto de América Latina? La moribunda sociedad con sus vecinos del norte, que lo obligó a implementar largas y costosas transformaciones estructurales con resultados sin duda provechosos en términos de estabilidad, productividad y diversificación, le permitió avanzar en el camino de una modernización y crecimiento. La necesidad de encontrar nuevos mercados y socios algo más confiables llevará a los mexicanos a modificar sus prioridades en términos de alianzas estratégicas, luego de casi cuatro décadas de apostar por este frustrado entrelazamiento con la que era la principal potencia global. Algunos argumentan que continuarán algunos acuerdos pero el Nafta, tal como lo conocíamos, está clínicamente muerto, con toda la fuerza simbólica y material que eso en efecto tiene.

¿Recuerdan la famosa Cumbre de Mar del Plata de 2005? Se debatía entonces una extensión del Nafta a todo el continente, pero esa iniciativa fue herida de muerte cuando aún estaba en ciernes. Doce años después asistimos a los funerales de lo que parecía el núcleo proteico indestructible de ese nonato proyecto. Con la ironía de que no fue asesinado por un dictadorzuelo sudamericano, como lo fue Chávez, o por alguno de sus discípulos o entenados de la región. La mano que empuñó la espada criminal no fue otra que la de un presidente norteamericano. Para México, que a mediados del próximo año tendrá elecciones presidenciales, su futuro dependerá de quién se alce con la victoria, pero es casi inevitable que se vuelque a cooperar con sus olvidados vecinos del sur. Argentina debe aprovechar esta oportunidad para ampliar los horizontes de una más genuina y certera integración regional.
 
Para atrás.
Europa vive las consecuencias de un doble divorcio. Uno parece haberse frustrado, o al menos por ahora congelado: España aplicó finalmente ayer el artículo 155 de su Constitución para resolver el conflicto con Cataluña. Esta batalla parece ganada por el Estado español, con un Rajoy mucho más firme que al comienzo del conflicto, respaldado hasta por el propio PSOE. Pero en la secuencia histórica de la puja por su independencia, la identidad catalana puede resultar aún más fortalecida precisamente por el impulso centralista que ayer se ha concretado. Para evitar este desenlace, la disuasión y la seducción parecen instrumentos mucho más apropiados y eficaces que la represión y la confrontación. ¿Podrán los españoles recobrar un diálogo genuino en medio de tantos prejuicios, estigmas y barreras?
Evitar el desmembramiento de uno de sus integrantes trajo cierto alivio dentro de la Unión Europea (UE), estremecida por las negociaciones de otro divorcio que también está estancado y no luce menos complejo. En efecto, el Brexit la obliga a lidiar con una Gran Bretaña más dividida e incierta que antes de votar por romper su vínculo con Bruselas. El gobierno tory liderado por ahora por Theresa May (abundan versiones de potenciales rebeliones) no tiene claro aún si se tratará de una salida unilateral o negociada. Tampoco es evidente qué implica concretamente en la práctica cada una de estas alternativas.
 
Acuerdo, se busca. En este contexto, ¿qué espacio real queda para avanzar en un acuerdo entre el Mercosur y la UE? Prima facie, podría pensarse que la debilidad de su contraparte le podría otorgar mayor capacidad de maniobra al primero. Excepto que también está perdido en su propio laberinto. Por un lado, sobresale la impotencia frente al drama humanitario y el descalabro político que vive Venezuela, uno de sus miembros teóricamente plenos.

Es cierto que ningún gobierno ha sobrevivido a una hiperinflación y que Maduro cuenta con escasísimo apoyo popular. Pero es también evidente que nadie sabe cómo ni cuándo se habrá de precipitar la necesaria transición que permita un gradual retorno a la democracia: este narco-Estado decadente y violento está dominado por una cleptocracia cívico-militar que se apalanca tanto en potencias extranjeras (sobre todo, Rusia y China) como en aventureros regionales (la inteligencia cubana). Para ellos, los costos de salida son infinitamente superiores al de las locuras que hacen para aferrarse al poder, incluyendo la grosera manipulación de las elecciones, como ocurrió el domingo pasado. Al margen de la crisis de Venezuela, debe recordarse que el Mercosur tiene sus propias limitaciones: los cuatro miembros originales saben (aunque no lo admitan pública y abiertamente) que la utopía de la unión aduanera definida por el Tratado de Asunción podría revertir en un menos ambicioso, y por eso más realista, acuerdo de libre comercio. Esto implicaría barajar y dar de nuevo, cosa que no podrá ni siquiera comenzar a insinuarse hasta que Brasil no resuelva su crisis política. En este sentido, no queda claro aún si las elecciones del próximo año profundizarán el actual problema o servirán como parte de la solución. En cualquier caso, ¿pueden dos construcciones regionales que atraviesan crisis semejantes firmar algo más que un mero memorándum con buenas intenciones pero pocos compromisos concretos?