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el extrao suceso del picadito Kirchner-maradona-cronica

Misiles para mosquitos

“Es problema mío, mío”, contestó el diputado nacional electo Néstor Kirchner, masticando su bronca, cuando el periodista Leonardo Míndez le preguntó si pensaba donar su pensión de 24 mil pesos como hicieron otros ex presidentes.

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“Es problema mío, mío”, contestó el diputado nacional electo Néstor Kirchner, masticando su bronca, cuando el periodista Leonardo Míndez le preguntó si pensaba donar su pensión de 24 mil pesos como hicieron otros ex presidentes. Hace sólo 50 días maltrató al colega de Clarín sólo porque había cumplido con su tarea al consultarle sobre la manera en que había incrementado su patrimonio en 570% en los últimos seis años. “Es problema mío, mío”, puede decir un ciudadano común pero no un hombre público que ejerció la jefatura del Estado nacional y que hoy ejerce la jefatura de la jefa de Estado. En ese mismo camino, uno se podría preguntar: ¿cúanto falta para que Néstor Kirchner diga: “La Ferrari es mía, mía”. O “la tierra de El Calafate es mía, mía”? Tal vez esas palabras hubieran coronado las escenas de “menem-kirchnerismo” explícito que se vivieron en la mansión de Alejandro Granados en el fulbito y asado que compartieron Kirchner y Diego Maradona, según consignó la primera edición de Crónica. Ni los más veteranos trabajadores del diario que fundó Héctor Ricardo García recordaban una situación semejante. Hacer una segunda edición por un presunto error menor es una desmesura propia de quien quiere ser más papista que el Papa o del que sufre una apretada de padre y señor nuestro. No está claro todavía qué hubo detrás de todo esto pero algunos sugieren que –por lo menos– se trata de temor a esa postal de los noventa que se instaló cuando Granados, intendente de Ezeiza y ultramenemista, ofrecía la fastuosa parrilla El Mangrullo, la calidad de su bodega y el césped bien cortadito de su cancha particular para las celebraciones de trasnoche. Es verdad que no todo es lo mismo y que no se pueden mezclar los tantos. En aquella época, Granados jugaba de marcador de punta en el mismo equipo de su capitán y líder, Carlos Saúl. Pero en la madrugada del viernes todo cambió. Magdalena Ruiz Guiñazú y María O’Donnell no podían salir de su asombro cuando el vendedor de diarios que lleva todos los días la pila inmensa a radio Continental les pidió que le devolvieran la primera edición de Crónica para poder cambiársela por una segunda. Allí habían borrado de un plumazo de la tapa el título “Pikadito” y la nota de la página 3 que elogiaba el romance entre Diego y Néstor bajo el título: “Patean para el mismo lado”. Allí se terminó el partido cuyos detalles decían que Granados esta vez había sido rival de su nuevo conductor, Néstor Carlos, quien vistió la misma casaca del más grande jugador de todos los tiempos, para envidia de cualquier futbolero que se precie de tal. Si es que todo eso existió, debe haber sido algo patético observar la rusticidad con algunos gramos (miles) de más del intendente, la torpeza larguirucha de un pingüino y la sinfonía de un sentimiento que sigue produciendo Diego con la pelota bajo la suela. Nadie respondió qué hacía en los alrededores la custodia presidencial y quién descendió en la zona en un helicóptero.

Después de dos años en los que no tuve ningún contacto oficial, en una hora y a partir de las 16.45 de ayer me llamaron dos altos funcionarios muy cercanos a Kirchner para desmentir que Néstor hubiera jugado con Diego. “Se fue a El Calafate a la tarde”, aseguraron, como si la partipación en un picado nocturno fuera una cuestión de Estado. Hoy la línea editorial de Crónica expresa el pensamiento del Gobierno y de dos gremios: los metalúrgicos y los camioneros. Y el sindicato de canillitas, que ordenó que se retirara la primera edición, tributa políticamente a Hugo Moyano y a Emilio Pérsico. ¿Pasó algo más grave que todavía no trascendió? ¿Por qué utilizaron un misil para matar un mosquito? Lo más preocupante de todo esto no es el nivel futbolístico de los protagonistas ni la similitud de las imágenes con las que aparecían durante el reinado del neoliberalismo sino la confirmación de que Néstor Kirchner está utilizando a Maradona para ponerle la camiseta de su gobierno. El operativo comenzó cuando Diego apareció en un acto institucional al lado de Julio Grondona y la presidenta Cristina “celebrando” la liberación de los goles que habían sido secuestrados. Después, fue muy curioso el ataque que el técnico de la Selección hizo al periodismo desde una concepción y terminología calcada del manual kirchnerista básico. Colocó casi en el lugar de traidores a la patria a los que se atrevían a decir que la Selección había jugado muy mal y que estuvimos a un paso de quedar afuera del Mundial: una verdad irrefutable. Se olvidó Maradona de sus propias críticas feroces a otros técnicos del equipo nacional pero adoptó la teoría conspirativa tan de moda para decir que los medios habían tergiversado las declaraciones (sensatas y admirables) de la Brujita Verón. En esa misma línea y desde uno de los cañones mediáticos que el Gobierno utiliza para disparar sus operaciones sucias en Canal 7, Diego acusó a Carlos Bilardo y a Daniel Vila de querer derrocar a Grondona. Una fuente que comparte muchas horas con el ex jugador confirmó a PERFIL que Maradona fue al programa de María Julia Oliván por un pedido expreso que Néstor Kirchner le hizo a través de un integrante del gabinete. Se vienen días de sufrimiento para los hinchas de la celeste y blanca. Don Julio es “guatemala” y Bilardo-Vila son “guatepeor”. La manipulación de la realidad (o la construcción del relato, diría Cristina) llevó a poner en el centro del debate las groserías que salieron de la boca de Maradona. Pero ése fue un falso eje, una cortina de humo. Los que admiramos y queremos profundamente a Maradona y al pueblo argentino que vive y padece con la Selección advertimos con dolor que Maradona en esa conferencia de prensa confirmó que no está en condiciones de discernir lo que es bueno y malo para él mismo y, por lo tanto, tampoco para un grupo complejo de estrellas como integran Messi, Tevez, Agüero y compañía.

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Lamentablemente Kirchner, en sus manotazos de ahogado, no duda en abrazarse a algunos símbolos ecuméncios que todavía generan cierta cohesión social. Al intentar apropiarse del capital simbólico de Maradona, lo empequeñece y mete un nuevo motivo de división y pelea entre los que lo queremos y los que lo combaten. Es cierto que Maradona ya es grande y se supone que nadie lo puede llevar de las narices y obligarlo a hacer algo. Pero también es cierto que los bandazos anímicos de Diego lo han llevado a expresar su amistad con personajes tan disímiles como Carlos Menem, Fidel Castro o Néstor Kirchner, e incluso, hace apenas algo más de un año, a felicitar telefónicamente a Julio Cobos por su voto no positivo.

Todo muy parecido a esa definición del kirchnerismo de Diego Capusotto como “menemismo con derechos humanos” de la que luego se arrepintió diciendo que fue “un equívoco” y que sólo intentó expresar las contradicciones que le generaba. Tal vez a la hora de la verdad haya cada vez más menemismo y menos derechos humanos.

Discutido pero mayoritariamente querido por el pueblo, Diego Maradona, lamentablemente, quedó del lado de la dupla Granados-Kirchner. El 22 de julio de 2005, Néstor, como presidente, dijo que Granados estaba trabajando por su pueblo y que su deber era apoyarlo más allá de que hubieran pensado distinto en el pasado. El ruido aparece porque aun para el progresismo enamorado de Kirchner todo tiene un límite. Granados es el mismo que, según Página/12 del 24 de noviembre de 1999, se lamentó de no tener buena puntería cuando la emprendió a balazos contra unos delincuentes. Era uno de los mejores discípulos de Carlos Ruckauf, y la idea de meter bala con mano ultra dura. No eran muy humanistas que digamos sus propuestas de aquella época: “Hay que armarse porque estamos en guerra contra los delincuentes, y es a matar o morir”.

Esta idea de asociar su imagen a los íconos que más admiración despiertan los Kirchner la ejecutaron durante el velorio de Mercedes Sosa, y la demora del partido de fútbol para que las cámaras pudieran transmitir el dolor del matrimonio. También en esa apropiación indebida que hacen de los derechos humanos a los que gambetearon durante la dictadura militar. Estela de Carlotto, al revés de Hebe de Bonafini, era una bandera que levantaba la inmensa mayoría del pueblo argentino. La perseverancia en la lucha por la verdad, justicia condena y la recuperación de la identidad de los nietos sin revanchismos la colocó como un activo de toda la sociedad argentina que incluso soñó con que recibiera el Premio Nobel de la Paz. Pero al empujar a Estela a la lucha electoral, que divide por su propia naturaleza competitiva, redujeron su impacto en amplios sectores de la sociedad. Mientras Estela se mantuvo al margen de lo partidario, cosechó un respaldo abrumador en la comunidad. Pero al apoyar a una fracción partidaria que sacó apenas el 10% de los votos en la Capital, cometió un error. Los derechos humanos son patrimonio de todos los ciudadanos. Y en los comicios se ponen en juego otro tipo de intereses y especulaciones.

Algo parecido pasa con otro símbolo como Juan Cabandié. Nieto recuperado que de la mano de la desmesura kirchnerista se ve obligado a defender lo indefendible o a atacar a quienes fueron de la línea fundadora del kirchnerismo como Alberto Fernández. Responsabilizó al ex jefe de Gabinete de filtrar información “a los que están en el preámbulo de un golpe de Estado porque es un defensor de los intereses extranjerizantes”. ¿No será mucho? “Pobre Cabandié, no sabe de lo que habla y me causa gracia”, dijo Alberto, que cada día está más cerca de Eduardo Duhalde.

La explicación que dio Mariano Recalde fue más vergonzosa que el vuelo que hizo fletar en la aerolínea que preside. Los argumentos para justificar las ocho reservas que hizo a su nombre y el de sus amigos como Facundo Moyano o el propio Cabandié para ir a ver el partido de la Selección fueron demasiado extraños. Por eso hay una versión que indica que cuando pase el polvo de la explosión, Julio De Vido, por orden de Néstor Kirchner, le va a pedir la renuncia a Recalde. Estas frivolidades infantiles que les hacen pagar un elevado costo político gratuito suelen sacar de las casillas a Néstor y hacerlo caminar por las paredes.

Las turbulencias y los pozos de aire también aparecieron en la política de los últimos días con preocupante frecuencia. La multiplicación y el perfeccionamiento de los mecanismos de presión, vigilancia y persecución se mezclaron con hechos violentos como la denuncia de Gerardo Morales y Elisa Carrió sobre la existencia de algunos grupos armados.

El ministro Julio Alak se comprometió a acceder al requerimiento de la Justicia para el caso de que se concrete el pedido de cruzar la lista de planes sociales en Jujuy con los permisos para portar armas que otorga el RENAR.

Morales aseguró que Milagro Sala tiene alrededor de 500 militantes que practican tiro en los lugares habilitados a tal efecto. Que ella es instructora y experta en la utilización de armas pero que no tiene el diploma que la habilita legalmente porque su prontuario arroja una detención por robo y que cuenta con una dotación de un comisario y nueve policías más en la puerta de su casa en forma permanente. Carlos “el Perro” Santillán, a quien no se puede acusar de “destituyente agromediático”, también denunció la violencia patotera y clientelar de Milagro Sala y dijo que a uno de sus compañeros de militancia le rompieron el cráneo de un palazo y lo tuvieron que hospitalizar. El propio senador oficialista Guillermo Jenefes respaldó los pedidos de investigación porque dijo que él también padeció los aprietes y las amenazas de los grupos de choque.

Esta metodología de convertir a un adversario político o sindical en un muerto político es una característica clave de la personalidad de Néstor Kirchner. Ya probó varias veces cómo intenta borrar de la faz de la tierra a quienes considera traidores a su causa. Lo absolutamente irracional y enfermizo es la obsesión por liquidar hasta el menor vestigio de disidencia. Eso se llama totalitarismo. Las presiones brutales que viene sufriendo César González, el secretario general del gremio de Vialidad, son el ejemplo más flamante. ¿El pecado? Haber permitido la participación de Eduardo Duhalde en una de las cenas mensuales que la CGT Azul y Blanca de Luis Barrionuevo hace en forma rotativa en los locales sindicales de cada uno de los gremios que la integran. González, atemorizado, ya pidió disculpas en tres cartas documento, y ni le contestan. Siempre esa intención de poner de rodillas al otro. De humillarlo.

Todo indica que estamos ante un Gobierno golpeador y que en muchos casos se encuentra con una oposición llorona que sólo denuncia pero que tarda en construir una alternativa.