Cuestionó a la vieja política. Endosó una reforma constitucional pergeñada sólo para permitir la reelección ilimitada del actual gobernador. Y criticó a la Iglesia. Antes de irse, dijo ser incapaz de pronunciar la palabra Menem y lo acusó a Ramón Puerta de no tener agallas. Luego se fue como vino, en el Tango 01.
Recién llegado de Manhattan, el Presidente ratificó en Misiones que cuando le piden que cambie, dobla la apuesta al revés. Un fragmento enorme de esa provincia le pide que revea su apoyo incondicional a Carlos Rovira. Kirchner, en cambio, corona con fichas de alto valor el número de su apuesta.
¿No les gusta la sopa? ¡Más sopa! Nacionaliza las elecciones a constituyentes que se efectuarán en Misiones el 29 de octubre, y blanquea sus razones para apoyar otra reelección indefinida.
Su presencia en típico acto oficial, en la bella costanera de Posadas, construida oportunamente por un joint venture entre Macri y Puerta, fue gesto de gratitud y devolución de favores. Para justificar su apoyo a Rovira, y ya en rotundo plan proselitista, Kirchner pidió a los misioneros que “tengan memoria”, porque “Rovira estuvo en la trinchera conmigo”. Alabó la “lealtad” de quienes lo ayudaron “en momentos en que muy pocos creían que podíamos ser alternativa”.
Y después zamarreó a la Iglesia. Blandió su condición cristiana de manera destemplada. Ya había reivindicado su “caridad cristiana” ante los judíos que se quejan de que nada avanzó en la causa AMIA. En aquella oportunidad, el Presidente definió a los judíos como “raza”, a la que le dio la “bienvenida” a la Argentina. Nada muy original: tras la voladura de la AMIA en 1994, Carlos Menem presentó sus condolencias al embajador de Israel. La idea de que los judíos son extranjeros graciosamente tolerados por un gobierno “cristiano” es rancia.
El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Joaquín Piña, es, como Jaime de Nevares en 1994, referente social poderoso contra el supremacismo sin límites. Representa a un amplio movimiento social con el que se identifican sectores diversos de la sociedad misionera pero, sin embargo, el Presidente castigó a la Iglesia en tonos vociferantes y llamativamente injustos.
En su ataque al obispo, olvidó la valiente trayectoria del clero misionero en defensa de los derechos humanos y al frente de reclamos sociales. El acto proselitista estaba armado sobre la avenida Monseñor Jorge Kemerer, así bautizada por el propio Rovira cuando era intendente de Posadas, en tributo a ese obispo que defendió a muchos perseguidos políticos durante la dictadura militar. Uno de ellos fue el padre José Czerepak, que debió exiliarse en 1979.
Sin embargo, Kirchner prefirió castigar a la Iglesia en su conjunto, como si toda esa institución estuviese poblada y dirigida por curas fascistas. “Dicen que quieren poner equilibrio, ¿por qué no pusieron equilibrio durante la dictadura, cuando éramos perseguidos? ¿O creen que no tenemos memoria?”, se indignó el Presidente, que tuvo la suerte de no ser detenido nunca, ni tampoco se exilió.
Rovira quiere perpetuarse en el cargo y no se equivoca en referenciarse en Kirchner, que en Santa Cruz reformó la Constitución para gobernar tres períodos seguidos. Jugó la carta de Dios y dijo lo mismo que Menem en 1994 y 1995: los que se oponen a la reelección indefinida, lo quieren “proscribir”. Aseguró que Kirchner debió “superar” la misma situación en su provincia.
Junto al Paraná, en el nadir místico más desaforado, Rovira rezó el chabacano: “Vox populi, vox Dei”; cruzó a la Iglesia y ratificó que los verdaderos dioses actuales se producen y reaseguran desde el poder político.
Entre la multitud había gran cantidad de niños y jóvenes menores de 18 años. Asimismo (dijeron los diarios de Posadas, pero los medios porteños no lo recogieron), el gentío estaba compuesto por albañiles uniformados, docentes, un grupo perteneciente a una comunidad aborigen y fuerte presencia de empleados de las reparticiones públicas como EMSA, Vialidad y el IPS.
Atacar a Puerta fue kirchnerismo puro. Puerta, cuyo relieve político es hoy mínimo, estuvo unas horas a cargo del Poder Ejecutivo durante el terremoto institucional de fines de 2001, como presidente del Senado y, según Kirchner, “cuando llegó la hora de poner el cuerpo, achicó”, una de esas bravuconadas que producen alegría vociferante en las masas.
Así construye su identidad Kirchner, obsesionado por acusar. El Presidente acentuó su mortificante oratoria: “El que nos dejó en el camino (Puerta) no fue capaz de asumir su responsabilidad; y no sólo eso, sino que apoyó a quien no quiero nombrar que fue presidente en los 90 y que llenó de hambre y miseria al pueblo argentino”, espetó.
Kirchner no lo menciona por su nombre, pero en www.perfil.com puede verse el video con imágenes de un encuentro proselitista de los 90 durante el cual el gobernador Kirchner ocupaba el espacio de Rovira hoy, y el ex presidente Menem el de Kirchner ahora.
Kirchner fue claro: “Como presidente que vengo del Partido Justicialista, lo vengo a apoyar con toda mi decisión”. Esta vez, Rovira no apeló al guevarista: “¡Hasta la victoria, siempre!”. Prefirió jurar que sigue “creyendo que el amor y la concordia vencen al odio y al resentimiento, y sigo creyendo que la voz del pueblo es la voz de Dios”.
Luego derrapó, con prosa confusa y enigmática: “En Misiones, detrás de una propuesta engañosa, con candidatos desconocidos de la política, en un intento de desviar de este camino a medias recorrido, que es fundamental y que es necesario recorrerlo en plenitud. Tiene que ver con la discusión que ya tuvo en Santa Cruz: destrabar la férrea prescripción (sic) que es del pueblo misionero y que se hizo desde la clandestinidad. Acá, de cara al pueblo, están los convencionales, de cara al pueblo, que no será vendida y no será comprada. Apoyados y acompañados por un proceso que nació de los pueblos de la provincia, con intendentes que firmaron con el aval de sus pueblos, la ruptura de la prescripción (sic), para todos”.
Ante la mirada impávida del Presidente, lanzó: “El pueblo misionero tiene que tener todas las opciones y va a elegir a su gobernador y vicegobernador que es la única decisión indefinida y eterna (sic), que elige cada cuatro años, en libertad, como debe ser”.
Y ya en tren de pulverizar lo que quedaba de sintaxis castellana, se metió en jardines de senderos indescifrables: “Es sabida (sic) que la derecha cuando la cosa pública, por imperio de políticas acertadas, empieza a ver resultados, insatisfactorios para todo el mundo. Hay campañas que pretenden vulnerar lo que vimos acá, que es indestructible”.
Cuando Kirchner se subía al vuelo de retorno al Aeroparque, hubo fuegos artificiales para Rovira. El Presidente usó procedimiento de rutina: Tango 01-helicóptero-acto-helicóptero-Tango 01, su ruta.
Dios mediante, la nueva política había pasado por Misiones, purificando con su mensaje a un pueblo tentado por Satanás.