Tras un verano difícil y un marzo de mal en peor, abril parece resultar prometedor para el Gobierno. Se ha dicho aquí la caricia que significó para el ánimo oficialista la marcha del 1A, que motivó hasta un aprovechamiento político sobreactuado del Presidente y de su jefe de Gabinete, que antes le habían bajado el tono a la convocatoria.
En ese mismo tono, si bien la huelga general del jueves fue contundente en sus efectos prácticos, desde lo político surge un mejor resultado para la administración Macri que para el sindicalismo que promovió la medida de fuerza.
Esto no es fruto de la casualidad ni de los milagros. Tal como lo reflejan estudios de opinión pública en manos de la Casa Rosada, la encuesta de Quiddity Argentina que divulga en exclusiva PERFIL ofrece el contexto que explica esta nueva dinámica.
Macri recupera caudal en su imagen positiva ya no sólo de la mano de las expectativas que continúa generando cuando está cerca de cumplir 500 días de gestión. También detecta respaldo de amplias capas de la sociedad cuando endurece su discurso y polariza.
Con percepciones nacionales negativas que superan los dos tercios de los consultados, Cristina Kirchner y los líderes sindicales resultan ser los “malos” ideales para confrontar en estos tiempos revueltos. El abrumador rechazo al paro, que en la Ciudad de Buenos Aires llega al 90%, cabalga sobre ese mismo fenómeno y recarga las ínfulas oficiales.
Ese escenario desnuda por qué en los últimos días y semanas asistimos a una curiosa mutación: palomas dialoguistas y negociadoras convertidas en halcones inflexibles. El caso más claro es el del Presidente, claro. Pero hacia allí también se corrieron varios miembros del Gabinete, empezando por el hasta ahora siempre manso Marcos Peña.
La otra esperanza blanca del oficialismo, la gobernadora María Eugenia Vidal, tampoco escapa a este vaivén. Aunque ya durante el año pasado había dejado expuesto que el subestimador mote de “Heidi” no le cabía (a partir de la pelea que empezó a dar para transparentar a sus fuerzas de seguridad), fue con el conflicto docente que se “graduó” de dura. Más de la mitad de los consultados culpa a los sindicalistas de la huelga de maestros bonaerenses. Y acaso ambas variables –dureza y culpa ajena– sean los argumentos que la sostienen como la dirigente con mejor imagen del país: casi la mitad de los encuestados a nivel nacional tiene “muy buena” opinión de Vidal, y las respuestas positivas hacia ella suman a dos de cada tres ciudadanos.
No todo es un jardín de rosas. Quiddity Argentina registra que otras dos mujeres le pisan los talones a Vidal en la consideración pública. Una es Carrió, incómoda aliada en el espacio Cambiemos, relanzada a una ofensiva contra el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, de resultados imprevisibles. La otra es Stolbizer, incómoda opositora aliada al massismo, que será candidata en octubre en la Provincia y podría pescar votos más en la laguna oficialista que en la del peronismo. Ojo, cerca de la gobernadora creen que también podría ser una nueva versión del último De Narváez: ni chicha ni limonada.
La otra luz amarilla la da el Conurbano. Allí es el único lugar donde Macri recoge más rechazos que adhesiones, según esta encuesta. Resultados parecidos están en poder del Presidente. Por eso en los meses que preceden a las legislativas se multiplicarán las obras y las recorridas por el Gran Buenos Aires. No sea cosa que el péndulo de los humores sociales le juegue una mala pasada a este súbito envalentonamiento en el que entró el Gobierno.