Montevideo elige hoy su intendente. El sistema electoral aplicable a esta elección difiere en aspectos formales y sustanciales al sistema utilizado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Los más importantes contrincantes en la capital uruguaya son dos coaliciones. El Frente Amplio que gobierna el distrito desde 1990 y que tuvo como primer mandatario local al actual presidente, Tabaré Vázquez, y la conjunción de los dos grandes partidos históricos del país, Colorado y Blanco (o Nacional), que han conformado una agrupación, denominada Concertación.
Cada una de estas agrupaciones políticas presenta en esta elección tres candidatos al cargo ejecutivo. El escrutinio determinará cuál de esas agrupaciones es la más votada y quedará electo aquél que dentro del frente con más votos resulte el que ha obtenido la mayor cantidad de sufragios.
La eliminación de la candidatura única por partido o coalición permite que en el mismo acto electoral la ciudadanía decida cuál es el candidato que considera con mayores aptitudes para desempeñar el cargo y cuál es la agrupación política que mejor lo representa.
No hay en la elección de la autoridad local doble vuelta electoral, sino que se elige por simple pluralidad de sufragios.
Desde el punto de vista procesal se unifica la elección en un solo acto y es la ciudadanía la que dirime las diferencias personales e ideológicas dentro de los partidos o coaliciones. Se consagra así un concepto más instrumental del derecho al sufragio, que no sólo expresa adhesiones racionales y sentimentales hacia personas y partidos, sino también la posibilidad de operar sobre la realidad política para que suceda lo que se crea más conveniente.
El sistema tiene el mérito de concentrar en un solo acto electoral la solución de las diversidades internas y la decisión mayoritaria respecto del ganador. La superación del cincuenta por ciento de los votos para obtener la legitimidad de origen en una elección local puede ser discutible, ya que la representación que se le confiere es para asuntos que no afectan al conjunto del país sino del distrito.
Pero más allá de las discusiones que puede suscitar el procedimiento para la elección, creo que la mayor singularidad del sistema en comparación con el utilizado en Buenos Aires es favorecer las coaliciones políticas que hoy son el modo de gobierno de las democracias más eficaces en el mundo. Y entiendo como “eficacia democrática” la que asegura el ejercicio de los derechos humanos, la distribución equitativa de la riqueza y la diversidad cultural.
El Frente Amplio es una conjunción de partidos y agrupaciones de vertientes ideológicas y metodologías políticas distintas, que desde que han llegado al gobierno local y quince años después al gobierno de la República, ejercen el poder dirimiendo sus divergencias no sólo en elecciones sino en debates públicos donde disentir no es considerado una traición.
Los partidos históricos del Uruguay, que fueron contendientes durante más de un siglo, han visto que para disputar el gobierno de la capital del país al Frente Amplio era conveniente unirse y presentar a la ciudadanía una coalición que no se repite en otros distritos locales ni lo hizo para el gobierno de la República.
Por consiguiente, el gobierno de conjunción de partidos no es valorado en forma despectiva por la sólida democracia uruguaya sino que ha demostrado ser una herramienta idónea no sólo para ganar una elección sino para gobernar.
Las democracias constitucionales debaten hoy cómo mantener su credibilidad como sistema de vida y mejorar los lazos de estrecha unión que deben mantener con la ciudadanía. También cómo combatir con eficacia el peor flagelo que hoy sufren: la corrupción que otorga a unos pocos lo que es de todos y convierte a la clase política en una nueva oligarquía con privilegios y canonjías que empobrecen al pueblo.
Para superar la paupérrima calidad institucional que atraviesa Argentina, resulta indispensable observar lo que sucede en aquellas comunidades que demuestran que gobernar con austeridad republicana y buscando métodos de mayor participación y compromiso de sus ciudadanos en el manejo de los asuntos públicos es posible.
Seguramente el 10 de mayo Uruguay dará al mundo otra lección de cómo se ejerce una democracia en el siglo XXI, de cómo es posible convivir pacíficamente en el disenso.
* Profesor de Derecho Constitucional y Derechos Culturales. Reside en Montevideo.