Dice el lector Nicolás Rodríguez Saá, abogado, en su carta que se publica en la página 34, que observa una contradicción entre lo que Jorge Fontevecchia definiera como la praxis contracíclica y antihegemónica de PERFIL, alejada de la imposición de agenda por el Estado o el “grupo corporativo mediático”, y la nota principal del pasado domingo vinculada a Guillermo Moreno. De su extenso correo, que fue arduamente corregido antes de su publicación, tomaré las críticas que hace al tratamiento dado en la tapa del diario y en la nota que le sirve de sustento.
Para recordarles a los lectores: el título de tapa decía “Moreno recauda para la Corona”, parafraseando el del libro Robo para la Corona, una frase de José Luis Manzano acerca de ciertos manejos non sanctos durante los tiempos de Carlos Menem. En la bajada se aclaraba: “Piden fondos de campaña en su nombre a cambio de favores”. Y el copete ampliaba: “Denuncian una red de operadores que destraba importaciones y otros trámites aduaneros a cambio de aportes electorales de entre $ 30 mil y $ 50 mil. Invocan al secretario de Comercio y los llaman ‘los 12 apóstoles’. Revelaciones de un ex colaborador”. El título interior, en la página 24, afirmaba: “En nombre de Moreno, piden aportes de campaña para autorizar importaciones”, con una bajada que ampliaba: “Aduaneros, importadores y empresarios revelaron que les exigen hasta $ 50 mil para dejar entrar la mercadería. Dónde y cómo opera el entorno del funcionario clave de la Presidenta”.
El lector Rodríguez Saá, un claro defensor de Moreno y del gobierno nacional, tiene razón al puntualizar que la oferta que hizo PERFIL estuvo sobrevaluada, y que aparece como un exceso de construcción periodística lo que afirma desde la portada. El tramo referido concretamente a los supuestos aportes para campaña ocupa sólo siete líneas en dos páginas, y la afirmación es puesta en boca de “una fuente cercana a los operadores de Moreno”. El resto de la nota está referida a otras acciones, también relatadas en off por despachantes de aduanas, empresarios, importadores y representantes de cámaras sectoriales, destinadas a imponerles condiciones a cambio de agilizar trámites aduaneros.
Desde que mi memoria registra, los “operadores” gubernamentales en diversas áreas consuman aprietes más o menos ostensibles sobre actores del ámbito privado, demandando aportes (en compra de bonos, inversiones, “retornos”, y otras lindezas legales o ilegales) con la contrapartida de agilización de trámites, adjudicación de obras o privilegios y prebendas varias. Que siempre haya ocurrido no justifica que hoy siga sucediendo, pero en este caso parece evidente que los testimonios sobre supuestas exacciones para la campaña (electoral, se entiende) son insuficientes para solventar lo titulado.
Claro está, es por demás atractivo poner a Moreno –a quien propios y ajenos consideran un tipo derecho, un tanto extravagante y muy patotero– en el mismo plano de los Jaime, María Julia Alsogaray, los secretarios de Menem y algún que otro funcionario enriquecido en la gestión o conseguidor de fondos “para la Corona”. Que esto ocurra en otro medio no debiera asombrar a nadie, porque hemos visto muchas veces cómo se llega a un título con poco y nada de información. Pero que ocurra en PERFIL no es admisible. Vuelve a repetirse el tema de poner en vidriera con todas las luces un producto que no se tiene en el interior del negocio.
Resumiendo: no se debe hacer recorte tan brutal de un trabajo de investigación que refiere en casi su totalidad a operaciones que pueden ser consideradas poco democráticas pero difícilmente ilegales.
Para completar: la única fuente con nombre y apellido –“ex morenista (...) que hoy milita en las filas de Sergio Massa”– se mueve como gato entre la leña para sugerir que las operaciones de los “12 apóstoles” del secretario afectan su imagen de honestidad. ¿Dice que no es honesto? No. Sólo surfea con las palabras. Esas son las “revelaciones de un ex colaborador” citadas en la tapa.
Quisiera de PERFIL un tratamiento periodísticamente intachable de sus contenidos –como lo son en su enorme mayoría– y una edición de títulos que evite construcciones espurias de la noticia, perjudicando al lector, al autor o autores de la nota y fundamentalmente al diario.
Los medios, y los periodistas que trabajamos en ellos, tenemos un compromiso: hemos acordado un contrato con el lector. El catedrático catalán Miquel Rodrigo Alsina, cuyo libro La construcción de la noticia es imprescindible en cualquier estudio sobre comunicación, escribió que uno de los requisitos de la noticia es que “la difusión por parte de los sujetos emisores debe realizarse con ánimo de objetividad. La necesaria manipulación interpretativa ha de llevarse a cabo con una evidente disposición psicológica de no intencionalidad atribuible al codificador”. El “ánimo de objetividad”, he ahí el secreto del buen tratamiento periodístico.