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Morir en Cisjordania

La semana pasada, mientras las fuerzas de seguridad palestinas requisaban las casas de Ramala, capital política de la Autoridad Palestina, y advertían a sus habitantes que deberían encerrarse en ellas cuando George W. Bush pasara por la ciudad, unos kilómetros al Norte, en la pequeña colonia judía de Tapuaj, moría un hombre llamado Zerubabel Tzidkiyá.

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La semana pasada, mientras las fuerzas de seguridad palestinas requisaban las casas de Ramala, capital política de la Autoridad Palestina, y advertían a sus habitantes que deberían encerrarse en ellas cuando George W. Bush pasara por la ciudad, unos kilómetros al Norte, en la pequeña colonia judía de Tapuaj, moría un hombre llamado Zerubabel Tzidkiyá.
Había nacido 81 años antes en un paraje montañoso del Perú, de una familia católica que lo bautizó Segundo Villanueva. En su adolescencia, su padre campesino murió asesinado y por todo legado le dejó una Biblia. En ella encontró Segundo la semilla de un nuevo Dios y de una nueva vida.
Dejó la Iglesia Católica y buscó en grupos cristianos y evangélicos. Se dio a sí mismo, y a su grupo de seguidores, el nombre de “Israel”, porque era el nombre que, según la Biblia, Dios mismo había elegido para Su pueblo. Descubrió que Israel existía en este mundo en 1967, cuando los diarios publicaron que un país de ese nombre había ganado en seis días una guerra contra sus vecinos árabes. Allí vivían los judíos, descendientes del pueblo de la Biblia; Segundo decidió convertirse en uno de ellos.
Los judíos del Perú, blancos de mejor posición social, no lo aceptaron, por lo que debió aprender solo. Vivió tan al pie de la letra de la Biblia como le fue posible y educó a una comunidad de casi 200 personas en la que creía la religión verdadera.
En 1990, cuando ya era abuelo, después de un sinfín de peripecias, un tribunal de rabinos venido especialmente de Israel los admitió como judíos. Segundo adquirió entonces su nombre hebreo, Zerubabel Tzidkiyá.
Al año siguiente llegó, con el resto de los convertidos, a Israel. El rabino ultraortodoxo que había liderado la conversión tenía contactos con el movimiento de los “colonos”, nacido en 1967 con la ocupación israelí del margen occidental del río Jordán, o Cisjordania, donde viven millones de palestinos y donde debería erigirse su Estado.
El movimiento de “colonos” agrupaba a religiosos y a nacionalistas que, con el apoyo silencioso de sucesivos gobiernos israelíes, habían plantado y aún plantaban decenas de asentamientos ilegales en territorio palestino, donde, argumentaban, se hallaban los sitios sagrados que describe la Biblia.
Desde entonces, los “colonos” buscan expulsar a los palestinos de sus tierras; destruyen sus viñedos y cosechas, los hostigan, a veces los matan. Su odio manifiesto y su política de agresión son rechazadas por una mayoría de israelíes, según las encuestas. Sin embargo, cada día son más.
Los peruanos fueron llevados a Elón Moré, el primer asentamiento judío ilegal de Cisjordania, junto a la ciudad palestina de Nablus. La mayoría, inmigrantes en un país de inmigrantes, se adaptó a la cultura e incluso al punto de vista de los “colonos” sin problemas. No así Zerubabel, que había hecho realidad el descomunal sueño de su vida y se había quedado sin lugar en él.
Amargado, se mudó a Tapuaj, una colonia en la que sus hijas consiguieron casas a buen precio. Albergaba a “colonos” radicales como los seguidores del fallecido Meir Kahane, que había promovido la violencia contra los árabes y contra el mismo Estado judío. En Tapuaj se festejó el asesinato del primer ministro Isaac Rabin, que intentaba hacer la paz con los palestinos, a manos de un judío extremista.
Con la Segunda Intifada, en 2000, crecieron los ataques palestinos. Dos peruanos fueron alcanzados por disparos de francotiradores: uno quedó inválido; el otro, con una bala en el hígado como bomba de tiempo.
Zerubabel entendió que quería vivir en Israel, no morir en Tapuaj. Fue a ver a un empresario peruano-israelí que los había ayudado en otro tiempo para pedirle que lo ayudara a salir de los territorios. Este le explicó que era imposible: Zerubabel no tenía dinero suficiente para vivir en Israel, donde los costos eran más altos.
Zerubabel regresó a Tapuaj y se encerró en la Biblia.
Doscientos mil “colonos” vivían para entonces en Cisjordania: se habían convertido en uno de los principales obstáculos para la paz con los palestinos. En 2004, el primer ministro Ariel Sharon, uno de los grandes animadores del crecimiento de las “colonias”, impulsó un plan de evacuación forzada de ellas, que empezó por Gaza. No había llegado a Cisjordania cuando sufrió un ataque que le causó la muerte cerebral.
Desde entonces, organizaciones pacifistas han denunciado la construcción de nuevos asentamientos ilegales. La última vez que estuve en Tapuaj, en marzo de 2005, reconstruyendo la historia de Segundo y su comunidad para lo que sería mi libro La revelación, un “colono” señaló una colina adyacente y me mostró cómo en esos mismos días se estaba preparando uno allí.
Este miércoles, Bush auguró la paz para algún momento de este año. Para lograrla, declaró, los israelíes deben “poner fin a la ocupación” de los territorios palestinos.
Como muchos otros, Zerubabel murió en Tapuaj sin escucharlo.