¡Diga lo primero que se le ocurra! Era la consigna central de los analistas kleinianos de los 60. En siete años recorrí tres, todos miembros de la APA y todos, a mi gusto, satisfactorios, pese a las advertencias de Germán García, que no bien heredó la cartera de alumnos de Oscar Massota no paró de repetirme que yo era una víctima de la agresividad de la interpretación de la escuela analítica oficial. Después asistí por muchos años a un cuarto analista, también satisfactorio y, por azar, en camino hacia el lacanismo de la mano de la literatura: era dramaturgo y compartí su diván con Osvaldo Soriano y Rodolfo Rabanal.
Esta mañana en la que no me ocurre nada, recordé que cuando a uno no se le ocurre nada está a punto de ocurrírsele algo que preferiría no conocer, y que lo mejor que puede hacer para evitarlo es evocar sus sueños. La revista anual El Banquete, de Córdoba, publica una muestra de mis sueños y transcribiría alguno de ellos, si no los encontrase muy procesados, muy redactados y demasiado lejos de lo primero que se me ocurre.
Sueño de esta madrugada: otra vez sueño con la mujer nutricia. Ahora es una chica rubia de enormes pómulos que se estiran con su sonrisa. Bajo la piel adivino una sustancia comestible, de sabor promisorio. Como quien pide una prueba de amor, me dice: “Pero antes quiero que pruebes la comida”. ¿Antes de qué? Yo no había pensado en acostarme con ella hasta ese momento, pero desde aquel momento del sueño no puedo pensar en otra cosa. Lástima que desperté. La cena nos demoró: había preparado gnocchi de sémola según la fórmula de mi madre, que nunca pude emular. Los gnocchi de sémola no eran cilindritos o falanges como los ñoquis de papa que los supersticiosos engullen los 29 de cada mes. Eran medallones como bizcochos de un amarillo subido que se gratinaban con queso y salsa de tomate sobre una fuente de hornear y se servían en cuatro a seis porciones tan sobrias como su sabor cereal, crocante, seco e inolvidable. Siempre las mujeres nutricias de mis sueños terminan evocando a mi mamá y consiguen no acostarse conmigo. Pero esta chica me dejó una idea en forma de pregunta: ¿Qué pasó con los famosos ñoquis que Macri prometía comerse crudos? Que a nadie se le ocurra consultar la página web del PRO: hasta hace un mes seguía detenida –como el cronómetro de un muerto– en la víspera de las elecciones de 2007. Ahora la reemplaza un cartel que anuncia que está siendo remodelada. ¿Alguien sabe qué pasó con el programa votado aquella vez? ¿Lo estarán remodelando también? ¿Lo ajustarán a la altura de las circunstancias? ¿O a la altura de las posibilidades del PRO, o sea, a ras del piso?