A l menos para mi generación, es muy probable que una persona medianamente educada haya leído Cien años de soledad y no Jane Eyre. Tal vez de este hecho inexplicable resulte como una lejana consecuencia que existan aberraciones tales como el programa 678 o la revista Barcelona. Jane Eyre (Charlotte Brontë, 1847) es una novela extraordinaria y tuvo una reencarnación a contrapelo llamada Ancho mar de los Sargazos (Jean Rhys, 1966). La de Rhys es una de las biografías más curiosas que haya dado la literatura.
Nacida en 1894 en Dominica de padres británicos, llegó a Londres a los dieciséis años, estudió arte y vivió de joven en distintas ciudades europeas una vida bohemia pautada por maridos, amantes y hombres que la mantuvieron de un modo u otro. Entre ellos Ford Madox Ford, quien descubrió su talento y la ayudó a publicar sus primeros relatos. Cuando el affaire con Ford (una historia que incluía a la mujer de él y al marido de ella) acabó muy mal, Rhys publicó dos novelas, Cuarteto y Después de dejar al señor Mackenzie, en las que alude a esa historia desgarradora. La protagonista de Mackenzie comparte con Jane Eyre el orgullo y la obstinación por no dejarse humillar por los hombres ni por las jerarquías sociales. Pero a diferencia del personaje de Brontë, que tiene como horizonte la adaptación a la vida británica, sabe que ser mujer, pobre y extranjera hará de ella una marginal en una sociedad a la que desprecia.
Tras dos novelas que giran en torno a la destrucción de mujeres que no pueden soportar ni la vida en Europa, ni a los hombres, ni la falta de dinero, Rhys desaparece de la escena y sobrevive en condiciones durísimas, afectada por la mala salud, el alcoholismo y su vocación pendenciera. En 1956 una de sus novelas es objeto de una versión radial y alguien averigua que aún vive y está escribiendo una novela. Tardará diez años en publicar Ancho mar de los Sargazos, donde toma el personaje de Bertha Mason, la loca encerrada en la torre de Thornfield en Jane Eyre. La novela de Rhys corrige a la de Brontë y muestra que Bertha, nacida en las Antillas no se llama Bertha sino Antoinette, es una mujer hermosa, inteligente y sensible, que nunca estuvo loca y que por ejercer su libertad es la víctima de la estrechez de miras y la cobardía de su marido, el hombre que Jane Eyre, encerrada en el marco de los valores imperiales, veía como un dechado de coraje y virilidad. Refinada y poderosa, Ancho mar de los Sargazos reúne además los rasgos de modernidad, anticolonialismo y feminismo que la convirtieron en un gran éxito. La autora tenía setenta años y el mundo cultural la celebró hasta su muerte quince años más tarde con elogios, premios y hasta un título nobiliario. Paradójicamente, Rhys había logrado salir de la pobreza y como Jane Eyre ser aceptada en sus propios términos por la sociedad que tantas trabas le puso. Es posible, incluso, que la popularidad de Cien años de soledad en el mundo académico haya influido en el éxito de Rhys y su relato caribeño. Pero lo que la une con Brontë, algo que el masculino universo del boom latinoamericano siempre disimuló –además de un enorme amor por la literatura– es que ambas mostraron que el problema del escritor es su dificultad casi absoluta para escapar de la clase de los sirvientes.