Pocas veces la historia es tan brutalmente obvia como estos días en torno a la cuestión del aborto. La sociedad es un cuerpo que se actualiza modificándose sin que lo notemos, y aunque seamos los instrumentos de su cambio, somos ciegos a su transición. Vivimos la vida cotidiana como un proceso en el que los desafíos de la evolución son del individuo, en un marco social medianamente estático que alguien con inteligencia podría dominar, algo expuesto en los especialistas de autoayuda.
Sin embargo, hay tiempos en que la presión social se desploma sobre la vivencia diaria y las mujeres y hombres no están acostumbrados a esa experiencia de transición. El aborto está siendo hoy, y a toda velocidad, la evidencia de un tiempo que ya dejó de serlo.
La actividad en el Congreso tiene mucho de rutina y de adaptación a lógicas que lo sobrepasan, en particular las de gobierno y oposición. Se votan o negocian leyes de acuerdo a lo que ese conflicto demande. Los liberales de fines del siglo XIX y principios del siglo XX estaban horrorizados con la lógica del nuevo radicalismo en el poder, que en vez de utilizar el recinto legislativo para discutir posiciones votaba en bloque desatendiendo las individualidades de sus integrantes, precisamente por necesidad del
Ejecutivo al que ese bloque respondía. La tradición política sabría qué hacer con cada situación conflictiva acomodándola a su demanda del presente. Pero sabe qué hacer con todo, menos con el feminismo y su asombroso y maravilloso avance. Muchos parecen sobrepasados.
El modo en que la disputa en torno al aborto se despliega en la mayoría del Congreso es quebrando la lógica de gobierno y oposición y trazando una nueva distinción que reagrupa a todos los partidos de una manera extraordinaria. Daniel Lipovetzky, a quien se puede encontrar defendiendo las medidas económicas del Gobierno, lidera la bancada de Cambiemos que apoya el proyecto despenalizador y aparece en fotos con Victoria Donda con pañuelos verdes. La Cámara de Diputados se convierte en una topografía extraña para su funcionamiento.
La presión que producen en el último tiempo las mujeres socava realmente el formato ordinario del mundo de la vida cotidiana. Su insistencia, su aumento en intensidad y volumen y su estandarte en color verde para señalar la dominación masculina están produciendo un cuestionamiento con capacidad de resignificación a una velocidad imparable, permitiendo que todos tomemos conciencia de un caso en el que podemos ser testigos de cómo la sociedad puede cambiar y notarlo al mismo tiempo. Su látigo simbólico atraviesa a la política porque no cuestiona a un gobierno, sino a la lógica de dominación del hombre frente a la mujer y a su disposición antigua de decidir sobre su cuerpo a través del Estado. Para muchos legisladores, esto es demasiado.
Algunos partidos han brindado a esta disputa un tono del siglo anterior, como la UCR porteña decidiendo en un plenario apoyar el proyecto y el Partido Socialista de Santa Fe asumiendo su postura histórica e incluso denunciando el “individualismo” de Luis Contigiani. Para el resto del recinto, todo es individualidad pura, hombres y mujeres decidiendo de acuerdo a lo que les parece y así, de repente, nadie más pertenecería a un colectivo político por el cual fue votado. Solo Macri, y su experiencia política sin tradición, podía permitir su tratamiento.
La sociedad actualiza sus estados con pequeñas modificaciones, es decir que en el proceso de seguir en un devenir “como siempre”, hay algo que ya viaja hacia una nueva dirección. Las sociedades solo aumentan su complejidad interna, nunca la disminuyen, y en ese proceso de cambio, y evolución imperceptible, nunca retroceden a un formato anterior (viejo anhelo conservador de la Iglesia). En toda esta cuestión están hoy los que asumen el nuevo formato que la sociedad expone versus los que se ilusionan con detener su novedad. Lo que parece un juego de conciencias es en realidad un nuevo esquema social de distinciones “a favor o en contra”, el problema para los “en contra” es que su tiempo es el del pasado y para los otros, el del futuro. En estos últimos fluye la sociedad, en los otros su ilusión de detenimiento.
Toda la historia en nuestros ojos a través de las mujeres, y es impresionante poder verlo.
*Sociólogo.