Las dificultades y desigualdades que tienen las mujeres y niñas frente a la tecnología y el acceso a las ciencias matemáticas, de ingeniería y tecnología no son nuevas, pero no por eso lo hemos superado, como ocurre con otras desigualdades. Las trabas de las mujeres para acceder a las tecnologías es algo que, si bien se avanzó, falta mucho para superarlo. La pandemia del covid-19 mostró que, si bien se modificó, aún falta y esto no solo por problemas de las mujeres, sino por situaciones del contexto, como el económico: la menor capacidad de compra que tienen las mujeres y niñas de equipos actualizados y de última generación. El geográfico: no en todos los lugares de una ciudad, localidad, o provincia la disponibilidad de conectividad existe y está disponible. En Argentina, un país muy extenso, hay zonas con escasa conectividad, pero incluso en las ciudades no está disponible en todos los lugares, por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires hay sectores como las villas donde la conectividad es muy pobre o inexistente. A eso se suma la escasa atención que se les presta a las niñas para que se inicien y manejen las tecnologías en relación a los varones a los que se los privilegia y estimula, esto independiente del nivel económico o cultural, aunque cambia según esto, pero el patrón de discriminación se mantiene. En la edad adulta los hombres tienen más manejo de las tecnologías, aunque sean básicas por su trabajo, mientras las mujeres, que muchas veces también trabajan no son estimuladas en el uso de éstas, como expresión del menor peso que se le da al trabajo rentado de las mujeres, aunque no coincide con la realidad actual porque en muchos casos ellas hacen un mayor aporte y son en realidad, las jefas de familia, por ausencia del hombre o por los mayores ingresos.
En relación a la educación en matemáticas, ingeniería, ciencia y tecnología, la denominada STEM es muy desigual para nenas, esta discriminación empieza de chiquitas en el nivel primario. En general no se estimula a las niñas para que se interesen por la programación a diferencia de los varones. Superamos en parte la asignación del rosa para las nenas y el celeste para los varones, pero no ésta y otras pautas culturales que son muy importantes para determinar el futuro de nuestras niñas y ello debe hacerse sin diferencias por lugar de residencia, nivel económico de familias ni otra variable. Esto es clave, pero no acaba allí porque luego hay que estimular a las universidades y los niveles terciarios para que den prioridad a las mujeres en las carreras científicas básicas, matemáticas, ingeniería y programación. Según un estudio del Cippec de 2020 mencionado en la columna en 50/50 el domingo, las mujeres constituyen el 25% de quienes estudian ingeniería y ciencias básicas y el 15% en programación. Pero luego las graduadas tienen serias dificultades en ser incorporadas por las empresas que continúan prefiriendo a los hombres. En esto también la desigualdad basada en preconceptos atenta contra la inserción laboral de las graduadas, lo que desalienta a quienes se orientan a estudiar estas profesiones. Por eso el cambio debe ser y actuar en todos los niveles de la sociedad, se deben proponer estímulos a las escuelas y las instituciones educativas, así como a las universidades para lograr aumentar la capacitación en todos los niveles educativos de las niñas y jóvenes en el STEM y simultáneamente trabajar con las empresas para eliminar los prejuicios sobre el rendimiento y la capacidad de las mujeres graduadas para desarrollarse laboralmente. Esto es tan necesario como mejorar la calidad de la educación primaria y secundaria en el país, incluyendo en esa mejora esta capacitación y disminuyendo las desigualdades actuales frente al género y a los niveles económicos, y si se trata de educación pública o privada.