En abril de 2022 misiles rusos cayeron sobre la estación ferroviaria de Kramatorsk: 63 civiles muertos. Dicha ciudad se encuentra a 25 km del frente de batalla entre los ejércitos de Ucrania y Rusia, siendo clave para la logística y ayuda humanitaria. El 27 junio por la noche, también en Kramatorsk, hizo blanco un misil ruso Iskander (480 kg de explosivos, cuya trayectoria tiene guía óptica de precisión). Impactó sobre el local Ria Pi-zza, atestado de clientes, uno de los pocos bares abiertos en una ciudad de la que emigró la mitad de sus 150 mil habitantes. Sesenta heridos, doce muertos, destrozos, derrumbes, tanto en el local como en los edificios circundantes.
Hace una semana falleció la víctima número 13: la escritora ucraniana Victoria Amelina. Tenía lesiones en la cabeza producidas por esquirlas de la explosión y no llegó a una segunda cirugía. La inteligencia de Ucrania (SBU), detuvo a un sujeto que envió imágenes del lugar al ejército ruso señalando el objetivo. Amelina nació en Lviv, cerca de la frontera con Polonia, el 1° de enero de 1986, vivió parte de su infancia y adolescencia en Canadá, volvió a Ucrania y residía en Kiev.
Dejó un hijo pequeño, su marido es originario del oeste, de un pequeño pueblo llamado New York, hoy también en la línea de fuego. En 2021 organizó allí el Festival Literario de New York, algo que ni la ciudad original posee. Poeta, novelista, ensayista, también trabajaba para Truth-Hounds, una organización que releva todos los crímenes de guerra bajo normas internacionales y así llevarlos a futuros procesos, por ejemplo, en La Haya.
A fines del año pasado, al visitar la aldea liberada de Kapytolivka, encontró el diario del autor de libros infantiles Volodymyr Vakulenklo, estaba enterrado bajo un cerezo de su jardín. Lo hizo antes de ser secuestrado, asesinado y enterrado en una fosa común por las fuerzas rusas. Amelina cuidó la edición del diario y escribió el prólogo, donde expresó: “Mientras se lea a un escritor, está vivo”.
En 2015 publicó la novela Fall Syndrome, en 2016 el libro infantil Someone, or Water Heart, y al año siguiente su segunda novela, Dom’s Dream Kingdom. Recibió el Premio Literario Joseph Conrad para escritores ucranianos menores de 40 años. Ya en 2022 comenzó a escribir poesía. Su último trabajo refiere a testimonios sobre la violencia de la guerra en mujeres y niños, llevará por título War and Justice Diary: Looking at Women Looking at War. Al respecto, entre todos los homenajes y recuerdos, la escritora mexicana Lydia Cacho publicó en la revista Gatopardo que la escritora le dijo: “El otro día soñé que sacaba a mi hijo de aquí, que lo mandaba con su abuelo para que nadie pudiera hacerle daño”. De pronto algo ensombreció su mirada: “Hace poco mi hijo me preguntaba cuándo comeríamos helado, ahora me pregunta si nos van a matar”.
Hacia 1945, en Buenos Aires, al final de La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca, el público del teatro exigía escena vacía: que se retiraran los actores para aplaudir al poeta asesinado. A continuación, algunos párrafos del artículo “Nunca ha pasado nada malo", de Victoria Amelina, publicado en Arrowsmith Press Journal, donde refiere a su novela de 2017.
“Durante la larga vida de la Unión Soviética, Lviv se rusificó: muchos de sus nuevos ciudadanos la llamaron L’vov. Mis abuelos se mudaron allí en los años 50 y 70, dejando atrás sus propias historias familiares sobre los mortales años 30 y 40 en el centro y este de Ucrania, zona que había sido el epicentro de la hambruna genocida. Cuando la misma ocurre en Lviv, casi ninguno de los habitantes de la ciudad sobrevivirá antes de la guerra. Solo un puñado de nativos podría haber ofrecido un relato en primera persona de cómo había sido la ciudad antes de la guerra. En 1939, Lviv albergaba unos 110 mil judíos, lo que representaba un tercio de su población. Para 1945, quedaron menos de mil sobrevivientes.
“En un departamento a la vuelta de la esquina, se encontraba la familia de Philippe Sands, el autor de East West Street: On the Origins of Genocide and Crimes Against Humanity. Este brillante libro analiza la vida y obra de Raphael Lemkin y Hersh Lauterpacht, los abogados que jugaron un papel clave en los juicios de Nuremberg y en el que definieron nuestros conceptos modernos de derechos humanos. (…) Raphael Lemkin, acuñó el término genocidio para describir la destrucción sistemática de una nación.
“Al comienzo de su libro, Sands se describe a sí mismo sentado en un banco del parque en el que su abuelo Leon podría haberse sentado hace un siglo. Da la casualidad de que es el mismo banco del mismo parque en el que jugué de niña en los últimos días de la Unión Soviética. Sands y yo compartimos el parque con otro niño de la década de 1920: el célebre escritor y filósofo polaco Stanisław Lem. Un gran pensador, quizás sea mejor conocido como el autor de la novela de ciencia ficción Solaris, luego adaptada al cine por Andrei Tarkovsky (1972) y Steven Soderbergh (2002).
“Stanisław Lem fue uno de los pocos descendientes de judíos que sobrevivieron al Holocausto en Lviv. Nunca quise hablar o escribir sobre su experiencia, y nunca volví a la ciudad. Pero este vecino silencioso se volvió importante para mí como escritor. Quería entender cómo el silencio sobre los genocidios se superpone y transpone. Cuando me atreví a escribir sobre el superviviente del Holodomor viviendo en el apartamento de los supervivientes del Holocausto, situé mi novela precisamente en el apartamento de Stanisław Lem en Lviv, cerca del antiguo parque que compartimos todos los vecinos.”