Al frente, junto a Midy Radomskiy y Diego Ortega, de “Reporte minoritario”, uno de los programas más originales del momento (miércoles 13 a 15 por Vorterix) Sebastián Porrini, autor de títulos como “El sacrificio del héroe “y “Los otros. La metafísica operativa en los siglos XX y XXI”, es, además, profesor de letras y docente de nivel medio, terciario y superior. Su trabajo, muy distinto de aquello que ofrecen habitualmente los “creadores de contenido”, aborda cuestiones que no suelen encontrar espacio en la agenda de los grandes medios o las redes, ni en los múltiples streams que copan el mercado de la información y el entretenimiento. “El desinterés de fama que el héroe asume como resultado de su lucha se encuentra en las antípodas de nuestra sociedad exitista o utilitarista”, reflexionó en un extenso diálogo con PERFIL en el que también habló de tradición, símbolo y metafísica en tiempos de extrema aceleración tecnológica.
—¿Qué tal viene resultando la experiencia de hacer un programa muy diferente de la oferta habitual en un medio tan grande como Vorterix?
—Vamos aprendiendo. Nos tienen paciencia en la radio, porque si bien hacemos una serie de programas por YouTube, esta experiencia es diferente. Que un medio con posibilidades mayores nos haya llamado a colaborar es un desafío para nosotros. En cuanto a la propuesta del programa en sí, lo planteamos desde el momento en que Lucas Rodríguez nos habló de ello: somos personas que venimos del campo educativo, por lo que el programa respetaría una “estética” propia de la formalidad académica, si se quiere.
—¿Bajo cuáles criterios seleccionan los temas que tratan en cada emisión?
—El nudo está en el símbolo, es decir, elegimos un símbolo y buscamos una película (de eso se encarga la condesa) y obras literarias en las que haga mención explícita o implícita del mismo. Desde luego que intentamos que no sea tan obvio, en ciertos casos, para despertar un análisis que resulte interesante.
—En el presente, y desde hace tiempo, abundan las confusiones en cuanto a algunas nociones como “tradición” o “metafísica” (Ángel Faretta postula en consonancia con vos que esta última es “conocimiento operativo de los datos tradicionales”). ¿Podrías explicarlas un poco?
—Tradición es transmisión, desde un punto de vista literal, es decir, un legado que abreva en los orígenes de la humanidad, en su relación con el universo y lo manifestado en él. El lenguaje de los símbolos está en el mundo (Como diría Baudelaire, “caminamos entre un bosque de símbolos”) y el ser humano interpreta esos símbolos en aras de que “operen en él” (es muy correcta la frase de Ángel), es decir, que se abran dimensiones del conocimiento no meramente racionales ni infrarracionales (esto no tiene nada que ver con el inconsciente), sino suprarracionales, casi sin volición del sujeto, con una apertura diferente del saber que no siempre puede ponerse en palabras. De esto deviene la importancia del arte (cualquiera que fuere) en tanto es a través de sus lenguajes que muchas veces opera el símbolo como categoría del conocimiento superior, o metafísico.
—Algo que está muy presente en tu trabajo es la idea guenoniana de la multiplicidad de interpretaciones…
—René Guénon es a quien debo la iniciación en este lenguaje y de quien más he aprendido, gracias a la lectura de su obra a la que me indujo mi querido maestro y profesor de gramática Julio Balderrama. Las interpretaciones a las que se refiere el gran metafísico francés están inmersas en la misma naturaleza del símbolo, porque lejos de toda univocidad, el símbolo abre su significación, en un principio que alimenta la libertad innata del ser humano en relación con él. Esto, de todas formas, no quiere decir que cada uno pueda hacer lo que su capricho le indique, sino que en tanto se deja alimentar por el símbolo (y la relación con ello es más frecuente) su percepción intelectual será más amplia. Más allá de un fanatismo obsecuente, el simbolismo es expresión de la trascendencia inefable para nosotros, pero lenguaje originario del anhelo de trascendencia de cada ser humano.
—También has caracterizado, tanto en tu ensayo dedicado al tema como en diferentes videos, conferencias o intervenciones, al héroe como una “figura contracultural”. ¿Podrías explayarte en esa idea?
—Nada es menos actual que la actitud heroica. El desinterés de fama que el héroe asume como resultado de su lucha se encuentra en las antípodas de nuestra sociedad exitista o utilitarista. La entrega heroica es gratuita, por lo que no obtiene dividendos a corto plazo (a largo, ya no son cobrables, diríamos con ironía). El héroe da su vida por los demás, por su comunidad, en un sacrificio que restituye el cosmos a una sociedad que estaba en el caos. Como vivimos un tiempo exacerbado de materialismo y utilitarismo (el turbocapitalismo tan bien descripto por Diego Fusaro), el compromiso heroico solo parece despertar o nostalgia o risa. En el fondo, para el hombre posmoderno, la heroicidad no es más que una estupidez ante el hedonismo de lo cotidiano.
—Has abordado también, desde el catolicismo, la cuestión del islam, a través de, por ejemplo, la obra de Frithjof Schuon, también conocido como Shaykh Isa Nureddin, abarcando incluso al sufismo. ¿Cuál es tu visión de la tradición abrahámica en general y del islam y de su vía mística, el sufismo, en particular?
—La tradición abrahámica nos enlaza (y de qué manera) a los judíos, a los cristianos y a los musulmanes. Como católico no puedo dejar de creer en la revelación crística, pero, no obstante ello, mi formación “guenoniana” como vos dirías, me permite reconocer lazos entre los tres caminos espirituales, bebedores de la misma fuente arcaica u original. El sufismo me interesa como vía mística, como experiencia directa de la fe en acto. Lo que ocurre actualmente con la tradición islámica (de la que solo se toma un rasgo fanático, útil para su estigmatización y su condena en general) ha sido ya utilizado contra toda fe, y se continúa con esa caracterización empobrecedora de toda la tradición, pues es esta la única fuente de rechazo de los males en los que la modernidad sumerge al ser humano, bajo el velo del progreso indefinido, del cual la tecnofilia es solo una cara.
—En “La última página” el programa de YouTube que llevan adelante con Ortega desde mucho antes de “Reporte minoritario”, han tratado obras y autores que cayeron bajo las garras de lo que hoy conocemos como “cultura de la cancelación”. ¿Confiás en que algún momento se superará este estado de cosas en los que se condena la posibilidad de analizar libremente, por ejemplo, una obra porque su autor ha sido cancelado?
—Sí, en nuestro programa en YouTube nos hemos ocupado de autores que han sido “cancelados” por diferentes motivos. Esa forma de censura –desde todo punto de vista, puritana en el peor sentido– comporta un acto de mediocridad que la posmodernidad edulcora al modo de una feliz ignorancia. Pero he notado que los jóvenes en muchos casos sienten curiosidad por aquello que se les estigmatiza, y me parece razonable tratar toda obra, aunque esta pueda producir algún escozor a la sensible piel de algún lector. En primer lugar, mi consejo es leer, es decir, huir de la calificación de una wikipedia prejuiciosa, que opera como inquisición para estultos. Luego, con el bagaje de una lectura, podemos compartir el análisis crítico. Es decir, en resumidas cuentas, leer sin prejuicio, pues es la capacidad crítica el resultado del conocimiento, y no el tributo a una censura previa que siempre teme a que seamos libres.
*Periodista, guionista y docente.