COLUMNISTAS
Dos mensajes

Negociación versus extorsión

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Como en los partidos de fútbol, la pasión tiende a excitarse ante los enfrentamientos: Boca-River, Argentina-Resto del mundo. Eso suelen conocerlo muy bien los políticos. Es por ello que, tanto en la superficie como en el corazón de sus discursos, siempre argumentan oponiendo un nosotros contra un ellos. Claro está, a nosotros nos concierne todo lo bueno y a ellos les compete todo lo negativo. Y es que la pasión nacionalista, partidaria o futbolera resulta indefectiblemente convocada por cada contienda en la que se espera que gane el “más mejor”, esto es, nosotros: ya sea un campeonato, una interna o un fallo judicial.

El lunes 16 de junio por la mañana, la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos decidió no ocuparse del fallo del juez Griesa contra nuestro país en la causa por los fondos buitre que reclaman el pago total de una porción de la deuda externa que no fue renegociada. Traducción: la Corte Suprema norteamericana convalidó el fallo del juez, que exige un pronto pago y habilita la posibilidad de que se le embarguen bienes a la Argentina en el exterior.

Como réplica a esa decisión, nuestra Presidenta y nuestro ministro de Economía pronunciaron sendos mensajes dirigidos al pueblo en los que expusieron que el Gobierno renegoció su deuda con el 92% de los acreedores, que el fallo de Griesa se refiere al 1% del resto y que el acatamiento a ese fallo traería como consecuencia inexcusable que el 7% restante exigiera lo mismo y que el 92% ya renegociado buscara el modo judicial de desconocer esa renegociación.

La escena es el mensaje

Más allá del tono de sus exposiciones públicas y de los destinatarios explicitados que esas exposiciones manifiesten, Cristina Fernández de Kirchner sabe emplear las oposiciones cuando argumenta porque, en sus aciertos y en sus errores, jamás deja de ser política. Con un discurso de veintiocho minutos, el lunes a la hora de la cena advirtió a los argentinos sobre el alcance de la decisión de la Corte estadounidense por medio de un claro antagonismo: nosotros, los argentinos (los buenos de la película/los “pagadores seriales”), negociamos; ellos (los jueces Griesa/los fondos buitre/los holdouts) extorsionan.

Luego de revisar el crecimiento de la deuda externa desde la negra dictadura que sufrimos en los años setenta y de aludir a los diversos gobiernos democráticos con algo así como eufemismos (no habló de la “década menemista”, por ejemplo, sino del período de “la convertibilidad”), se ocupó de enfatizar los dos momentos culminantes de lo que calificó como la gran tragedia argentina: el blindaje y el megacanje, que constituyeron “el mayor fraude financiero de la historia”. Fue Néstor Kirchner, siguiendo su relato, quien vino a revertir la catástrofe y logró negociar con base en una máxima lúcida y reconciliadora: “Permítannos crecer para poder pagar, porque los muertos no pagan”.

A partir de allí, auxiliada por dos cartones (como ella misma los llamó) y sin hacer gala de su buena memoria con las cifras, explicó que este fallo viabiliza un negocio más siniestro y rentable que el del crimen organizado: la compra de bonos basura por parte de organizaciones internacionales, un “modelo de negocios a escala mundial que se nutre de la sangre y el hambre de la gente” y que puede “acarrear tragedias innumerables”. Para resumir, la Presidenta no dijo nada del control que su propio gobierno debería haber aplicado con el fin de analizar la legitimidad de la deuda (la que pudo renegociar y la que no), aunque sí prometió no dejarse extorsionar.

Cristina Fernández presentó en esta ocasión un cuadro al que nos tenía desacostumbrados en cadena nacional: ella vestida de blanco, en su despacho de la Casa Rosada, con pesados cortinados a la espalda y la bandera nacional a su derecha. Pero no sólo el marco visual se exhibió más circunspecto que de costumbre; también su discurso –que prescindió de lenguaje coloquial, de sonrisas irónicas y comentarios socarrones (salvo la alusión al dibujo animado Correcaminos)– resultó más austero. Parafraseando el famoso dicho de Marshall Mc Luhan (quien formuló que “el medio es el mensaje”), podría decirse que la Presidenta ofreció el mensaje de una escena atildada, ajustada a los usos de una cadena nacional, sobre todo si se la piensa destinada a gente de otro país, y a pesar de que sus palabras puedan ser interpretadas como una provocación. Total, seguro que el juez Griesa no habla castellano.

No pasarán

Pocas horas más tarde, el ministro de Economía, Axel Kicillof, hizo una exposición con el objetivo verbalizado de ampliar el mensaje de la Presidenta. En la misma dirección que el anterior, este discurso del día después reforzó la confrontación con el fallo de Griesa. Eso sí, no se concentró en la historia del crecimiento de la deuda –historia a la que Cristina le definió el término en 2003–, sino más vale en el derrotero de la reducción de la deuda, es decir, el ciclo de pagos durante el gobierno primero de Néstor Kirchner y luego, de la actual jefa de Estado. Y, joven como es, omitió los “cartones” y empleó un PowerPoint.

Hubo aun otros contrastes. A diferencia del antagonismo léxico presentado por la Presidenta (negociación vs. extorsión), el argumento de Kicillof se basó en una imagen sugerida y repetida: la de un ellos poderoso (el juez Griesa/los buitres, que “son buitres porque no negocian”) que pretende “empujarnos al default”, “derribar nuestro trabajo” y “tirar abajo todo lo que arreglamos con el 92%”: dicho en criollo, derrumbarnos y someternos.

Es esa imagen de potencia enemiga que viene a asediar a nuestro pueblo lo que justifica en su exposición el uso de la expresión más comentada en estos días, el recurso a la histórica consigna militante “¡No pasarán!”, epítome quizá de la postura del gobierno argentino. Y respuesta, en definitiva, al dilema planteado por el propio ministro: “Si no les pagamos a los buitres, la sentencia dice que no les podemos pagar a nuestros bonistas. Y si sí les pagamos a los buitres, se nos desencadena una cantidad de recursos que deberíamos pagar y que es impagable”.

Cuestión de pasiones

Cierto es que en la superficie de los mensajes combinados de nuestra Presidenta y del ministro de Economía resuena en sordina la frase de Adolfo Rodríguez Saá (“El Estado Nacional suspenderá el pago de la deuda externa”) que desató una exaltada ovación en el Congreso en diciembre de 2001. Pero en el corazón de cada uno de estos dos discursos parece palpitar la vocación de negociar, como ya se hizo con Repsol o con el Club de París.

Tendremos que esperar a ver qué pasa. Por el momento, lo único que conocemos como seguro es que la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos avaló el fallo de Griesa contra la Argentina el lunes pasado.

Hay que alegrarse de que esto nos pase justo ahora, cuando nuestra pasión tiene otras aspiraciones. Quién sabe: en una de esas, ganamos el Mundial.

*Directora de la Licenciatura en Comunicación y de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.