Cantemos victoria. Y arrojan confetti, como si un aprobado paso legislativo (gracias a representantes de izquierda, entre ellos Vilma Ibarra, pareja de quien se postula como acérrimo rival de los Kirchner, Alberto Fernández) fuera el regreso de Charles Lindberg o el de los astronautas por la Quinta Avenida. De los días de furia a los días de euforia. “Se la pusimos” o, menos procaces, “vamos por ellos” porque si no lo hacemos “ellos vienen por nosotros”. Nunca se sabe quiénes son “ellos”, aunque se sospecha que la consigna alude a todo aquel que no se confiese kirchnerista. Espíritu bélico, triunfalista, en esa tropa alineada bajo la inflexible tutela de Néstor, quien sin pudores determina medidas de gobierno aun cuando su esposa está de viaje. La esposa, claro, es la presidenta de la Nación.
Así identificaba el espíritu un grupo de intendentes que departió con el ex mandatario: se asombran de la forma en que él habla de la conducción del actual gobierno, de su intervención manifiesta en hechos de todo calibre, como si alguna vez hubiera sido distinto. Se gobierna con la misma matriz desde que el dúo llegó al poder. Más sorprendidos estaban, seguramente, por las expresiones de prosperidad política que el santacruceño les promete para los 30 meses que restan para el decisivo evento de 2011, encabezando él la candidatura al Poder Ejecutivo y con un armado de organizaciones y partidos que vuelven irremediable el triunfo familiar para esa fecha.
Candidato perdedor
Si alguien pone reparos o desconfía, comienza entonces el mapeo de la Argentina –provincia por provincia– destacando mayorías en cada suelo, como algún ministro del Interior prodigaba en tiempos que Carlos Menem apostaba a la mal llamada “re-reelección”. Esos sueños de grandeza se vertían ante barones del Conurbano que, en rigor, se acercan para que no les suspendan partidas, para susurrar solidaridad y, de paso, para advertirle que en los últimos comicios no habían sido ellos quienes perdieron en la provincia de Buenos Aires. Usan una simple y contundente frase: “No fracasó el aparato, fracasó el candidato”. Nadie escucha la rima vulgar de esa canción.
Más bien, el puñado y el puño kirchneristas difunden un exitismo oficial que se apoya en la poda del fútbol al Grupo Clarín –entre otras amputaciones que aspira instrumentar luego–, en la habilidad para reclutar votos en Diputados para sus iniciativas sin que nadie hable de eufemismos como la Banelco, en nuevas medidas que consoliden el “proyecto” (¿alguna nacionalización en el rubro energético?, a empresas como Camuzzi, Edelap o Edesur les cuesta conciliar el sueño; los bancos siguen con temores de confiscación y algunos adjuticatarios de trenes disfrutarían tal vez si la bandera celeste y blanca les reemplazara sus colores); también en aislar al grupo de su principal aliado en AEA, Techint, de ahí que en la semana Julio De Vido le festejó el cumpleaños al directivo Luis Betnaza con un desayuno y, de paso, se convirtió en correveidile de la empresa con la Presidenta para que ella abogara por ellos ante Hugo Chávez.
Se ha desteñido en la remontada esa teoría de que el desencajado rumbo económico intentaría otras ideas con Amado Boudou, quien ya parece –luego de conocerse el índice de precios que él ahora dice dominar– un testaferro estadístico de Guillermo Moreno; disminuyó tanto el ministro en la consideración que algunos ya le atribuyen responsabilidad sobre la Secretaría de Finanzas, cargo para el que no pudo encontrar dueño ni por licitación, ya que el ministerio lo dirige, como siempre, Néstor, en este período con la asistencia numérica de un resabio de Domingo Cavallo, Juan Carlos Pezoa. En la algarabía del cenáculo no hay, por otra parte, preocupación por los fiascos: es como si el frustrado aumento tarifario de gas y luz, el empeño consumido, no hubiera existido, nadie paga –aunque todos saben quién es el autor– el agravio social en la ida del decreto y en el papelón de la vuelta.
Víctima propiciatoria: Julio De Vido, quien ofreció explicaciones sobre un acto de Néstor Kirchner cuya irresponsabilidad se desconoce: ¿corresponde a la sanción del incremento o a la eliminación de éste? Resultó insólita en esas 48 horas la peripecia del ministro, quien por primera vez en seis años había asistido a una comisión legislativa para justificar la brutal e inicial determinación y, luego, urgido por el mandato de quien decidió convertirlo en único sospechoso, acudió a un estudio de TV para decir lo contrario y desalojar de la silla al invitado de esa noche, el ruralista Antonio Buzzi. Razones de fuerza mayor, que le dicen, justo cuando necesitaba mostrarse para disminuir las versiones que arreciaban sobre su renuncia, después del griterío que en la jornada anterior se escuchó en su ministerio cuando desde otro rincón celestial lo conminaron a disfrazar la derogación del aumento. Pero él no va a dimitir nunca: le gusta ver sus pajaritos en el jaulón, pasarse horas en la contemplación, jamás una vida.
Pagó el precio de desmentirse a sí mismo como un torpe funcionario, oponiéndose a sus convicciones –en rigor, lo hace desde hace un lustro en materia tarifaria–, sin que lo acompañara en la confesión el secretario de Energía, Daniel Cameron, quien en el Congreso había ofendido a los legisladores insinuándoles que la no convalidación del incremento por parte de la Cámara era consagrar un beneficio para los ricos en detrimento de los pobres.
No tuvo que cambiar su mensaje, al revés de De Vido, disimuladamente se ocultó en el anonimato del gentío. Ni hablar de otro partícipe necesario en la novela: la señora Cristina, quien se fue a Venezuela firmando el explosivo decreto y, a la vuelta del viaje, le notificaron que debía revertirlo. Si hasta han quedado escritas en el aire sus inútiles palabras por la custodia de las cuentas públicas: “Imposible modificar el aumento, es indispensable para el Estado” (ya que, como se sabe, el incremento apuntaba a financiar al Gobierno más que a sustentar a las empresas).
El miedo a las cacerolas
Si Néstor impone con fuerza, también es sensible a la fuerza. Alteró su decisión de aumento (“piensen –había dicho– que desde 2003 no permitimos ningún incremento”) porque les temió a la adversidad parlamentaria, a la judicial y, sobre todo, a una advertencia social llamada “cacerolazo” (no ignoraba la existencia de esa creciente posibilidad, debe ser el mejor informado del país). Y, jornalero del poder, del día a día, ignoró las consecuencias que representaba desautorizar la medida –también su expuesta debilidad ya que sólo 20% de la población le hizo dar una vuelta carnero– para insistir con la epopeya de la victoria final en 2011. Casi una utopía de la selva animada en esas premoniciones de Horangel por la disposición de esfuerzos (por así decirlo) para conseguir aliados transitorios mientras, enfrente, se diluye en fragmentos la oposición. Y el convencimiento general de que no hay nada que por el momento lo contenga. A menos que operen otros hechos. Por ejemplo: ¿qué ocurrirá si la Corte Suprema habilita a las provincias para que le devuelvan los jubilados a la Nación porque ellas no pueden afrontar los costos? Lejos de esas contingencias, la oposición muestra este cuadro de intereses:
*Elisa Carrió se ha distinguido de otros colegas del radicalismo no sólo por oponerse al díalogo en la Casa Rosada (el cual, como estaba previsto, ya fue denunciado como una trampa dilatoria del Gobierno). También la señora bloqueó cualquier alternativa de asociación futura con Julio Cobos, vetándolo como portador de la peste kirchnerista y sin que el antecedente del voto “no positivo” lo liberara del contagio. Para ella, para sus inquietudes personales, la meta de 2011 se vuelve tentadora y única tabla de salvación: supone que entonces recuperará lo que en los últimos meses ha perdido.
*Cobos prosigue con su lógica de ingeniero y jura que no renunciará a la vicepresidencia –aun si ocurrieran desenlaces previstos en la Constitución– hasta tres meses antes de que concluya su mandato. Entonces, se postulará con la UCR, si ésta lo elije (no le pidan opinión al respecto a Gerardo Morales). Sucede, sin embargo, que figuras connotadas del partido han empezado a imaginar la inconveniencia de que siga en la formalidad de su cargo y, otros, en forma terminante, sostienen que él debería dimitir en el caso de que se produjera una crisis institucional: entienden que el peronismo se abrazaría a Cobos en un primer momento y, luego, lo abandonaría a su suerte en medio de la convulsión social. Dramáticos, como siempre. Ven, en cambio, 2011 como fecha de promisión: se han convencido de que el peronismo en el poder se disolverá para esa fecha. Ilusos, como siempre.
*La trilogía De Narváez-Solá-Macri guarda sus expectativas con la misma mira en 2011, sin predecir la fecha en que fijarán la subdivisión de bienes. El repentino vencedor bonaerense –en aras de la unidad tripartita– consintió en incluir a Felipe Solá en el repertorio presidencial junto a Mauricio Macri, con lo cual sosegó las ínfulas separatistas del socio que reclamaba el mismo tratamiento de aspirante brindado al jefe de Gobierno porteño. Lo que el viajero Macri y Solá no se acostumbran a imaginar es a De Narváez fuera de las fronteras de la provincia de Buenos Aires. Pero el Colorado empezará a viajar por el interior del país, al mismo tiempo que mantendrá giras por su distritito ganador, atento a la figuración futura de los astros. Por si alguien duda de su iniciativa doble, gobernador o presidente, habrá que ceder ante una información: en una charla en el Club del Petróleo, esta semana, se preguntó ante la audiencia: ¿por qué no puedo ser candidato a la presidencia de la Nación? Como es de sospechar, él mismo se respondió ante el asombro general: sí, puedo. Y creo que corresponde (obvio, debe aludir a las permisividades del Pacto de San José de Costa Rica e, inclusive, hasta del propio Pacto de San José de Flores).
*Macri, por ahora, mueve poco: tan poco que hasta puede perder la dama, ya que Gabriela Michetti se ha seducido con Carlos Reutemann, lo cual algunas mujeres razonarán comprensible. Ella está ausente de amores: algún encono guarda contra el entorno del ingeniero, le endilga desaprensión por lo menos en el respaldo que debían haberle brindado a su último ejercicio electoral, casi los responsabiliza de su magra ganancia. Además, quienes llegaron de su mano al Gobierno porteño ahora disfrutan de la mano de Macri: lo que se dice una usurpación.
*El santafesino, a su vez, dice construir a fuego lento tambien para 2011. Agradece los reconocimientos, evita comprometerse, no cambia la velocidad crucero. No satisface a un Eduardo Duhalde con el que se habría reunido, no se somete a los tiempos que le exige el bonaerense, tampoco encaja con el triunvirato, menos con el desocupado resto del peronismo, ni asoma para sparring del kirchnerismo. Casi todos lo requieren como referente, aun para destruirlo. Mientras, Reutemann deja que digan que Julio César Aráoz se alistó en su proyecto como enlace de Duhalde, entre otros rumores circulantes, y que, finalmente, se conoce la razón por la cual en su momento se apartó de la candidatura presidencial. Por entonces, corrieron especies sobre presiones de Menem, Duhalde, un sistema de intereses –recordar que él advirtió: “He visto algo que no me gusta”– y ahora trasciende que su negativa obedeció a no dejarse imponer un vice en la fórmula, apañado por el propio Duhalde y Raúl Alfonsín: Federico Storani. Verdad o no, prefiere que las especies en sus múltiples sentidos adornen el guiso, en todo caso lo desea a punto para 2011.
*La izquierda, el progresismo, inoculada en parte por el virus oficial, se despedaza entre los que propugnan sostener a los Kirchner (para no favorecer a la derecha) y otros como Pino Solanas, quien entiende que ese juego contribuye a consolidar ciertas formas de dictaduras presuntamente democráticas. La escisión persiste, ni en 2011 se atreve alguien a decir que habrá de cesar.
Todos somos peronistas
Hay un liderazgo de un lado, aunque sea desvalido, obsesivo, ocurrente y poco escrupuloso. Vive ahora. En el otro espectro, más amplio, para no contrariar a Julio Roca (en la Argentina pierden los que asoman la cabeza), se percibe un vacío con gente que prefiere hundirse, aguardar, cada tanto ofrecer titilantes y mínimas señales de vida. El año 2011 es una excusa para no actuar, permanecer. Viven para más adelante. Lo dijo, a su modo radical, el senador Ernesto Sanz esta semana en una reunión con empresarios. Y precisó, en ese encuentro, que todo el mundo habla de la salida del Gobierno (porque ellos, los kirchneristas, ya lo insinuaron dos veces por lo menos), de la eventualidad de un conflicto social que acelere ese retiro y hasta de un juicio político –la última y más lejana de las posibilidades– el año próximo, con el cambio de calidades en el Congreso de la Nación. No es su deseo, sostuvo, más bien está por la paciencia árabe, y en su análisis evitó contemplar la velocidad de una crisis a la que empuja la propia administración Kirchner: el pensamiento y acción amenazantes del “todo o nada” contemplado en el básico manual de Néstor.
Más militar que político, como el expansivo Hugo Chávez, que se le ocurrió prohibir el golf por burgués sin saber que eso es peronismo –como no sabe, según Cristina, Barack Obama que tambien él es peronista–, ya que en los 50 esa fracción política –por venganza– destruyó la mejor cancha de que disponía entonces el país, clausurando desagües, levantando terraplenes, arrasando sus fair ways, secando lagunas y anegando links, lo que queda hoy del Municipal de Palermo. Entonces, a esos burgueses había que hacerles daño. Para que escarmienten. Porque en esa tierra, y en ésta también, el odio primario se ha justificado intelectualmente.