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Fenómeno creciente

Ni naranjas ni StartUp Nation: todos quieren armas israelíes

“Israel fabrica casi todo lo que entra en un campo de batalla”, escribió el Jerusalem Post. Una mirada a una de las diez industrias de defensa más poderosas del mundo.

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Ejemplo. Dron Hermes 900 de Elbit Systems. | cedoc

Había una vez un país conocido como la Tierra de la Leche y la Miel. Una imagen bíblica que en los tiempos míticos de la creación del Estado de Israel se hizo canción folk (Eretz Zavat Halav U’dvash, que hasta llegó a ser grabada por Nina Simone para su álbum Nina at the Village Gate, de 1962). Años de guerras célebres con victorias imposibles, como la de los Seis Días y la de Iom Kipur, donde soldados barbudos y pelilargos recién salidos del kibutz o de la universidad salían a pelear para no perder porque en eso se iba literalmente la vida propia y la de la joven nación. Con líderes no menos míticos como Golda Meir, Itzjak Rabin o Moshe Dayan. Una economía socialista, una sociedad austera que se enorgullecía de exportar naranjas.

Pero en las últimas décadas del siglo pasado todo eso fue cambiando. Llegó el primer gobierno de derecha al mando de Menahem Begin, que le puso fin a la era de los subsidios sociales y al capitalismo pobre controlado, la desastrosa invasión del Líbano en 1982, la salida del escenario de Yasser Arafat y su estilo de terrorismo espectacular e internacional, las intifadas y el sinceramiento de la ocupación y la agria relación con los palestinos, la paz fría con Egipto y con Jordania, el final de la Guerra Fría y la consolidación de la alianza con Estados Unidos y la tarea de patrullar el Medio Oriente. 

Ahora, conflictos como la Guerra de los Seis Días son material de los libros de historia, la Guerra de Iom Kipur se recuerda solamente cuando se exhuman documentos desclasificados. Es inimaginable un conflicto militar con Egipto o con Jordania, ni siquiera con Siria. Si antes Israel temía a las fuerzas armadas de Nasser o a los tanques del viejo Assad, ahora la preocupación principal de sus jefes militares son los cohetes casi artesanales que Hamas y la Jihad Palestina disparan cada tanto desde la Franja de Gaza y los más sofisticados de Hezbollah en el Líbano, todo con el sello de aprobación e impulso estampado desde Teherán. 

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Ya no se pelea más soldado contra soldado, tanque contra tanque, avión caza contra avión caza, la lucha es contra militantes fanáticos con líderes mucho menos fanáticos y proyectiles que pueden alcanzar Jerusalén, Tel Aviv o Beer Sheva en menos de diez minutos. Por eso las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se parecen ahora menos a un ejército tradicional que a una fuerza policial del futuro. Apunta hacia Irán con sus modernísimos aviones F-35 y con sus satélites espía, por un lado, y vigila a los palestinos con drones, los misiles más sofisticados que se puedan fabricar en la actualidad y un muestrario definitivo de dispositivos de espionaje y control, por el otro. Es decir, el arsenal del nuevo siglo. Y muchos de esos sistemas se desarrollan y producen en el país. Y se exportan. 

Hace algunas décadas, los gobiernos de Jerusalén imprimían pósteres de jóvenes recogiendo frutas en los campos que antes habían sido desierto y sacaban comunicados de prensa anunciando nuevos destinos para sus ventas de naranjas y otros cítricos al extranjero. Ahora, tal como ocurrió a mediados de junio último, la gran noticia es un nuevo récord, pero de exportaciones de armas: más de 12.500 millones de dólares en armamentos made in Israel colocados en 2022.

Según destacó en ese momento el Sibat, el directorio del Ministerio de Defensa encargado de supervisar exportaciones y cooperación internacional en este terreno, las ventas saltaron a los 12.500 millones el año pasado desde los 11.400 millones del récord anterior marcado en 2021. En el período 2011-2016, la cifra de ventas de armamentos al exterior osciló solamente entre 5.600 y 7.500 millones de dólares.

“La demanda de soluciones de defensa israelíes creció en el último año, lo que se manifiesta en el fuerte aumento de los acuerdos” con los ministerios de Defensa de otras naciones, declaró el brigadier general de reserva Yair Kulas, jefe del Sibat.

Un dato del reporte que hubiera sido imposible de imaginar hasta hace pocas décadas señaló que cerca de un cuarto de las exportaciones tuvo como destino países árabes que forman parte del proceso de paz conocido como Acuerdos de Abraham. Siempre según los números del Ministerio de Defensa, países como los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Marruecos adquirieron en 2022 unos 2.960 millones de dólares en armas hechas en Israel (un 24 por ciento), contra los 853 millones de 2021 (apenas el nueve por ciento). 

Los productos más populares diseñados y fabricados por las empresas israelíes fueron el año pasado los drones, que representaron cerca de un cuarto de todos los negocios, seguidos por los misiles y sistemas de interceptación y defensa aérea, que marcaron otro 19 por ciento del total. 

Drones y otros aparatos aéreos no tripulados vienen siendo objeto del deseo de muchos gobiernos extranjeros desde hace largo tiempo. Son elementos ideales para control y vigilancia y pueden resultar letales cuando cargan explosivos. No es difícil imaginar a las autoridades francesas queriendo desplegar drones (solamente de vigilancia, al menos por ahora) sobre los banlieues donde se originaron las revueltas de hace pocas semanas. Y todos esos gadgets que se pueden ver en las operaciones ficticias de la serie Fauda en Cisjordania y otros escenarios hostiles. 

También los equipos de interceptación, como el Cúpula de Hierro, son producto del conflicto con los palestinos, en este caso con énfasis en los proyectiles que regularmente se disparan desde Gaza. De hecho, es muy común leer en los portales propalestinos y antiisraelíes que los territorios de Judea y Samaria y la franja sobre el Mediterráneo controlada por Hamas son el “terreno de ensayo” de las nuevas armas de las FDI. “Los líderes de Israel habitualmente ocultaron los objetivos de sus guerras violentas bajo varios pretextos tales como acciones preventivas y otras justificaciones que tratan de promover ante el mundo”, señaló, por ejemplo, un inflamado artículo de uno de esos sitios, Middle East Monitor. “Las pruebas de armas israelíes en los territorios añaden una dimensión nueva y vergonzosa a los continuos crímenes israelíes contra el pueblo palestino”, agrega enojado el autor de la nota.

Indignación aparte, el reportero tiene algo de razón. Por ejemplo, un reporte del portal israelí Ynet reveló que las FDI usaron por primera vez en la reciente operación en Jenin al menos seis de los drones conocidos como “municiones merodeadoras”, inquietantes aparatos cargados con explosivos que pueden volar sobre territorio enemigo hasta que finalmente encuentran su objetivo, hacen blanco y se abalanzan para hacerlo estallar con alta precisión y bajo índice de daños colaterales.

En julio de 2021, la prensa israelí aseguró que las FDI usaron por primera vez “enjambres” de drones para recopilar inteligencia de combate en Gaza durante la operación, llevada a cabo en mayo de ese año contra las fuerzas de Hamas y la Jihad Palestina. “Realizamos más de treinta misiones con los ‘enjambres’ de drones, que recopilaron inteligencia precisa y ayudaron a otros drones a llevar a cabo ataques contra los objetivos” seleccionados, había explicado en aquella oportunidad una fuente militar citada de manera anónima por el portal israelí Walla. 

Además de los drones y del sistema de interceptación de corto alcance Cúpula de Hierro (que Ucrania viene pidiendo sin suerte desde el comienzo de la invasión rusa de febrero del año pasado, y que Jerusalén esquiva debido a su ambigua relación con Rusia, el país que en la práctica controla el espacio aéreo en Siria y que permite cada tanto incursiones de los aviones israelíes contra las fuerzas proiraníes), otra nueva estrella es el equipo antiaéreo Honda de David.

Frente a las amenazas de la vecina Franja de Gaza y el sur del Líbano, hasta las un poco más lejanas en Irán, los israelíes desarrollaron un paraguas protector de varias capas que comienza con la Cúpula de Hierro, que puede derribar proyectiles disparados desde distancias cortas en pocos segundos, pasa por el Honda de David, para interceptar cohetes de media distancia, y se completa con el sofisticado sistema Arrow, diseñado para destruir en el aire misiles balísticos.

Todos esos dispositivos vienen siendo fabricados por alguna de las tres principales compañías de armamentos y aviación nacionales: Israel Aerospace Industries (IAI), Elbit Systems y Rafael Advanced Defense Systems. Teniendo en cuenta que esta industria trabaja siempre supervisada o en conjunto con el gobierno y las FDI, es común que los principales dispositivos lleven la firma de más de una empresa. La Cúpula de Hierro, por ejemplo, tiene como productor principal a Rafael, pero con la participación de IAI, controlada por el Estado y que fabrica también los misiles antiaéreos Barak. Elbit es una gran especialista en drones (como los de la familia Hermes), los Arrow 2 y Arrow 3 salen de la planta de IAI y del proyecto Honda de David participan las tres compañías.

Con este catálogo disponible, no fue ninguna sorpresa que, cuando se anunció el récord de 2022, las autoridades militares israelíes apuntaron que detrás del gran salto en el volumen de negocios del establishment de defensa aparece la invasión rusa a Ucrania y los temores que provocó en el resto de Europa. 

Entre las muestras más claras de ese repentino interés por el rearme, en especial en el frente defensivo, a mediados de junio el Parlamento alemán aprobó una partida de 560 millones de euros para el adelanto por la compra de misiles Arrow 3, en una operación cuyo monto completo llegará a alrededor de los 4 mil millones de euros. Por su parte, el gobierno de Finlandia anunció en abril de este año, al mismo tiempo que ingresaba a la OTAN, su interés por adquirir baterías del Honda de David. Y en mayo fue el turno de Estonia, que quiere comprar municiones merodeadoras.

“Israel fabrica casi todo lo que entra en un campo de batalla”, apuntaba un artículo del Jerusalem Post comentando el récord de las exportaciones y señalando algunos productos de vanguardia como las corbetas Saar (que se arman en astilleros alemanes), los interceptores aéreos (proyectos en los que usualmente participan también empresas estadounidenses como Boeing o Raytheon) y los tanques Merkava (que, al parecer, podrían ser exportados por primera vez), y best sellers como los sistemas cibernéticos y los drones. 

El autor de la nota, Amotz Asa-El, recordaba una anécdota del padre del Estado israelí, David Ben-Gurion, quien, cuenta esa historia, compartía en 1936 con sus asesores su principal temor, una guerra completa con los vecinos árabes, una situación que no se iba a parecer a los pogroms que enfrentaban los judíos en Europa sino una total “aniquilación”. Los atacantes, dijo Ben-Gurion a sus consejeros, “no serán solo los árabes de la Tierra de Israel, sino también la gente de Irak y Arabia Saudita, y tienen aviones y cañones”. Citando al historiador Michael Bar-Zhoar, el artículo completaba la historia poniendo esta premonitoria frase en boca del líder sionista: “Israel tiene que hacer dos cosas: crear un ejército capaz de resistir un gran ataque y establecer una industria adecuada” de armas.

“Allá por 1936, esa ‘industria adecuada’ significaba fabricar balas y granadas, un menú mínimo que en 1948 se amplió a morteros y una versión del subfusil británico Sten –escribió Asa-El–. Eso fue entonces. Ahora, la industria de defensa de Israel se encuentra entre las diez más grandes del mundo”.

Muchas cosas pasaron desde los tiempos de las naranjas y las canciones folk sobre la tierra de la que brota leche y miel.

*Excorresponsal en Washington y en Israel. Escribe sobre temas de Estados Unidos y Medio Oriente y tendencias / @mraimon.