El lunes 25 de mayo de 2009 (98 de la Era Juche, que comenzó el 15 de abril de 1912, fecha de nacimiento del Gran Líder Presidente Eterno Camarada Kim Il Sung), la Agencia Telegráfica Central de Corea informó que se había realizado exitosamente otra prueba nuclear subterránea, por la petición de los científicos y técnicos de la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte). El resultado del experimento “... estimula mucho al ejército y al pueblo de la RPDC, que se han levantado unánimemente en la batalla de 150 días dando grandes pasos del nuevo y gran auge revolucionario para abrir las puertas a la gran potencia próspera. Además, contribuirá a defender con la fuerza del Songun (priorización militar) la soberanía del país y la nación y el socialismo, y a garantizar la paz y la seguridad de la Península Coreana y la región periférica”. La Agencia Central Coreana de Noticias (KCN) pasó seguidamente a informar que el Querido Dirigente Camarada Kim Jong-il envió el 25 un telegrama de condolencias a los familiares del ex presidente surcoreano Roh Moo Hyun. Hasta aquí, la cobertura de la prensa local.
El ex primer mandatario (2003-2008) murió el 23 al precipitarse por un barranco en un macizo montañoso durante un paseo, en un incidente que habría sido un suicidio motivado por su presunta implicación en asuntos de corrupción. La secuencia tiene un ingrediente estratégico adicional: el presidente de Corea del Sur fue un acérrimo partidario de un acuerdo con Corea del Norte.
Norcorea ha llevado adelante las únicas pruebas nucleares del siglo XXI (la anterior tuvo lugar en 2006); los antecedentes más cercanos fueron los tests de India y de Pakistán en 1998. El 25 de mayo, las agencias meteorológicas surcoreana, japonesa y estadounidense detectaron pocos minutos antes de las 10 de la mañana (01.00 GMT) un temblor de entre 4,5 y 4,7 grados en la escala Richter, cerca de la localidad norcoreana de Kilju (noreste del país), a 15 kilómetros del lugar del ensayo nuclear de 2006. El Ministerio de Defensa ruso dijo que la detonación pudo haber alcanzado una potencia de unos 20 kilotones, mientras que la explosión de 2006 llegó a los 15 kilotones, ligeramente superior a la intensidad de la bomba de Hiroshima, lo que no es moco de pavo.
A partir del 25 de mayo los sucesos se precipitaron. India reaccionó enérgicamente contra la prueba, anticipando que acarrearía un endurecimiento de las posiciones en la cuestión internacional de la no proliferación. Ante un influyente think tank de Washington, el enviado especial del primer ministro indio para temas nucleares, Shyam Saran, había declarado respecto del CTBT (Tratado Integral para el Bloqueo de Pruebas Nucleares, Comprehensive Nuclear-Test-Ban Treaty, aún no operativo), que “… India ha impulsado consistentemente el CTBT pero no lo ha votado en tanto hasta el día de la fecha no está explícitamente relacionado con el propósito del desarme nuclear”. Corea del Sur y Japón criticaron al unísono la “grave amenaza” y el “gran desafío” para la no proliferación nuclear de este sorpresivo ensayo. Pocas horas más tarde, Corea del Norte hizo una prueba de lanzamiento de misiles tierra-aire de corto alcance desde la costa oriental del país. Seúl y Washington pusieron en alerta a los 655 mil efectivos militares de que disponen en ese lugar del mundo. El Consejo de Seguridad de la ONU censuró el ensayo, Naciones Unidas lo desaprobó y la OTAN lo condenó. Seúl adhirió a la iniciativa estadounidense contra el tráfico de armas de destrucción masiva, lo que le permite abordar barcos sospechosos. El gobierno del Querido Dirigente Kim Jong-il reaccionó ordenando emitir por la televisión pública norcoreana un video militar veinticuatro por veinticuatro, preparando a su pueblo para una posible contienda contra su vecino. Para que nada falte en la trama global, Candice Zachariahs, de la agencia Bloomberg, reportó que el dólar australiano y el neocelandés habían caído como consecuencia de las pruebas norcoreanas, que habían deprimido “… el apetito inversor para las monedas riesgosas”. No es lo peor de todo; el hambre siempre vuelve.
El 13 de abril, el Consejo de Seguridad ya había condenado a Pyongyang por el lanzamiento de un cohete de largo alcance, ante lo cual Corea del Norte solicitó un pedido de disculpas. Estos lodos parecen ser hijos frescos de aquella polvareda, lo que pone en entredicho la utilidad del diálogo a seis bandas para el desarme de Corea del Norte (formado por las dos Coreas, Rusia, China, Estados Unidos y Japón) iniciado en 2003, además de la de las percudidas resoluciones del Consejo de Seguridad, que no han conseguido doblegar a Pyongyang. Antes de su prueba del 25 de mayo, Norcorea avisó a China y a los Estados Unidos: a una, como demostración de cooperación, dado que su desarrollo nuclear la reconoce como madre. Al otro, acaso como una señal de que el país desea tener relaciones y negociaciones bilaterales sin mediadores ni tutores. Algunos analistas, como el argentino Ricardo Ottonello, piensan que la vigilancia de Corea del Norte a cargo de China es uno de los ejes del acuerdo estratégico que existe entre China y EE.UU. Y a su vez, Japón y Surcorea lo saben. Todos se preocupan, todos se agitan, pero al final del día todos confían en la “relación especial” del siglo XXI: EE.UU. y China.
El ensayista Nathan Hughes reflexiona agudamente sobre el sentido de que ni las armas nucleares han sido usadas hasta ahora en situaciones desesperadas de combate, ni su adquisición es sinónimo de disponer de una llave infalible para ganar influencia geopolítica. Cuando el Reino Unido adquirió poder nuclear en los 50, su imperio colonial se desplomó. Y la Unión Soviética tenía el arsenal nuclear más grande del mundo cuando colapsó. Hoy una Francia armada con un arsenal atómico convive como pocas veces antes en la historia con una Alemania sin artefactos nucleares.
Pero bien pensado, así sucede con británicos, soviéticos, franceses y nacionales de otros países. Saber qué modelo de toma de decisión aconseja el Pensamiento Juche, formulado por el Gran Líder Kim Il Sung y desarrollado por el Querido Dirigente Kim Jon-il –que establece que el aspecto militar es el más importante de la política (Songun)– requiere de un estudio más profundo y meditado desde las nieblas de Pyongyang. Brumas y un programa nuclear en marcha no son el más tranquilizador de los binomios como para dar vuelta la página sin más.