Me gustaría dar una respuesta a las declaraciones que han sido publicadas por este medio en la columna de opinión sobre la despenalización del aborto “¿Cuántas muertes más vamos a esperar?”. También me pregunto yo, ¿cuántas muertes más de niños inocentes e indefensos vamos a esperar?
Basándonos en las cifras que aporta la autora, volví a las estadísticas que maneja el Ministerio de Salud: durante 2010 se produjeron 331 muertes maternas, de las cuales 68 fueron por aborto (representan el 20,5%). Ese mismo año falleció un total de 153.510 mujeres. ¿Cómo puede concluir entonces la directora de Derechos Sociales de la Asociación de Derechos Civiles que “el aborto inseguro es la primera causa de mortalidad de las mujeres”? Siguiendo con los datos del Ministerio, las primeras causas de muerte en la mujer fueron: enfermedades del sistema circulatorio (38.124 casos) y tumores malignos (27.373 casos). ¿Por qué alguien con una evidente preocupación por la muerte de mujeres jóvenes y pobres omite, por ejemplo, que en 2010 se suicidaron 572 mujeres, de las cuales la mitad no llegaba a los 35 años y que 622 mujeres murieron por deficiencias nutricionales?
Durante décadas, países poderosos y fundaciones acaudaladas llevaron a cabo una campaña para crear un estándar mundial para el derecho al aborto. Sin embargo, el avance científico que permite ver el rostro del bebé reafirmó la certeza de que quien está en el vientre materno es un ser humano con todas sus facultades.
La situación dramática de los embarazos no deseados tiene su causa, muchas veces, en circunstancias humanamente degradantes como la promiscuidad, prostitución, abusos y trata de personas. La propuesta de despenalización del aborto no hace más que aumentar la violencia contra las mujeres que ven en el aborto la única salida. La madre que tomó la decisión de deshacerse del niño que lleva en su vientre sufre un daño psicológico profundo, es proclive a la depresión y siente culpa y vacío por romper un vínculo tan biológico. En la mayoría de los casos se recurre al aborto en un estado de completa confusión y angustia. Es imperioso volver a pensar en el rol de la familia y su importancia en la sociedad para contener a sus miembros. Volvamos a los valores que sostuvieron a las sociedades durante tantas generaciones, un ámbito de apoyo emocional que promueve a salud psicológica, la seguridad y la nutrición.
Yo me expreso como mujer, como madre, como abuela, y es nuestra obligación como legisladores de la Nación brindar nuestro máximo apoyo a las mujeres sin atarnos a falsas corrientes que esgrimen invariablemente una serie de argumentos para imponer la cultura de la muerte.
Nuestra sociedad está comprometida y obligada a garantizar unas mínimas condiciones de vida digna para todos los seres humanos y sus familias.
No existe el derecho al aborto y sí el derecho a la vida.
Ellas nos necesitan, no les matemos a sus hijos.
*Senadora nacional.
