El domingo pasado, Independiente le empató a Boca en la Bombonera 1-1, pero fue como si hubiese perdido 8 a 0; los dueños del marketing no se lo perdonaron. Y se dijeron cada cosa...
“A la gente no le importa la buena administración, hay que ganar”. Lo señalaron el día en que el presidente rojo Julio Comparada declaró que el club estaba “en el camino correcto”. Ok, pero después no nos quejemos si este mismo dirigente o cualquier otro contrata figuritas, no le paga a nadie y funde el club. ¿En qué quedamos? No digo que Comparada sea José Amalfitani, pero su razonamiento parece sensato.
“Independiente jugó como un equipo chico”, también se leyó y se escuchó. Recordemos que enfrente estuvo Boca y que Independiente generó siete u ocho situaciones de gol claras, según quién las contara. Fueron un montón. Estuvo a punto de meter el segundo gol cuatro veces y después perdió la pelota. Perdió la pelota contra Boca, en la Bombonera. No sé qué milagro se esperaba de este equipo, noveno en el Apertura.
Hace un par de semanas, Pipo Gorosito había dicho que le daría vergüenza salir a marcar a Riquelme. Lo dejó libre y se comió cuatro. Pedro Troglio –el gran villano– mandó a Herrón a marcar a Riquelme. En el primer tiempo, Riquelme no la tocó. En el segundo, Herrón se cansó, Román quedó más suelto, puso dos pelotas de gol infernales y metió el golazo del empate. Hay dos atenuantes para Independiente: el primero es que echaron a un zaguero (Paletta). Distinto hubiese sido que le expulsaran un volante. Digamos que hablar de ventajas enormes a favor de uno por una expulsión, a esta altura de la evolución de la preparación física, es un absurdo.
Es real que Boca jugó la Copa, pero no viajó. A esta altura de la soirée, si un equipo de nivel internacional como Boca no puede afrontar dos compromisos en una semana sin traslado, debería despedir al preparador físico. Pero en la desesperación por vender, se toma por tonto al hincha de Boca. El equipo de Ischia empató de local y a sus simpatizantes les vendieron una fiesta de fútbol que no existió. Venden jabones, desodorantes, chupetines… Y también diarios, programas de radio y de tele. No lo necesita Boca, no lo necesitan sus jugadores. Y el que menos lo necesita es Riquelme, responsable excluyente de que Boca no haya perdido.
El otro atenuante es que el golpe que provocó la expulsión de Paletta lesionó a Totono Grisales. El colombiano es el socio de Montenegro y mientras estuvo, Independiente fue superior. Cuando salió, el rendimiento del Rojo se desinfló.
“Troglio tuvo miedo”, acusaron desde el camionero Hugo Moyano hasta el ministro de Economía, Martín Lousteau. Cabe recordar que el técnico rojo suplió a Grisales (volante) con Sosa (delantero) y a Fredes con Oyola, volante con más recorrido. No puso jugadores defensivos ni defensores, aun teniendo amonestados a los cuatro del fondo y a Herrón. Es más, debió haber puesto a Calello para controlar a Riquelme más de cerca. Seguro que no lo hizo por el “qué dirán”, pero debería comprender que la frase “perder así da gusto” es una estupidez suprema. Es horrible perder, nunca “da gusto”.
Así y todo, en el segundo tiempo Independiente tuvo cuatro situaciones de gol claritas; Boca tuvo más, pero no tantas como para justificar semejante “escándalo” mediático posterior.
Al papelón lo completaron unos hinchas de Independiente que fueron a poner una bandera al entrenamiento (“con + huevos se ganaba”), azuzados desde programas partidarios y, obviamente, por la prensa nacional.
Independiente no fue el Santos de Pelé ni mucho menos. Fue a la cancha de Boca, tuvo algunas situaciones de gol, jugó un rato bien y empató. Pudo haber ganado o perdido. El rival fue Boca. ¿Desde cuándo es fácil golear en la Bombonera?
Boca es el mejor equipo de la Argentina, el de mejor calidad individual y colectiva. Tiene errores defensivos graves y los disimula como ninguno. La ausencia de Palermo le quitó gol (otra razón por la cual empató y no ganó), pero Palacio tiró afuera dos mano a mano y hubo un rato de inspiración riquelmeana. Cuenta con un gran arquero y una línea de volantes que muerde como un doberman rabioso.
Nadie se puso a pensar que Independiente, Racing y San Lorenzo fueron los que más sufrieron el desquicio de los 90. Los malos negocios con la tele, más jugadores indignos de vestir sus camisetas, más dirigentes incapaces convirtieron a los tres en equipos con más historia que presente. El tema es que la gente les exige como si jugaran Bochini, Rubén Paz o el Bambino Veira. Ahí nace la desubicación de los hinchas de Independiente, que bien podrían ser los de los otros tres equipos grandes citados.
Los periodistas tenemos que hacerle entender a la gente –y no al revés– que Troglio, al igual que Micó y, en menor medida el Pelado Díaz, hacen lo que pueden en escenarios altamente desfavorables.
Dirigen equipos grandes, no tienen todos los jugadores que necesitan, están obligados a ganar y, en cuanto empatan, la prensa les pregunta por la renuncia. Encima, cuando juegan contra Boca o River, les exageran las actuaciones al rival.
Así, no hay cuerpo que aguante.