Viendo los spots publicitarios de Macri me asalta un recuerdo del colegio. Nos habíamos educado con los libros de Martha y Martha (Martha Etchart y Martha Douzon), llenos de datos, fechas, cosas memorizables, hasta que la democracia trajo los libros de la editorial A-Z, que pregonaban que no se podía pensar la Historia como secuencia lineal de hechos, ya que estos datos estaban elegidos, teorizados e ideologizados por alguna selección. Los libros empezaron a ofrecer documentos de época: cartas de San Martín, dictámenes de las cortes, fotos del puerto. Ni docentes ni alumnos sabíamos del todo cómo pasar de la memorización a esta compulsiva observación de imágenes. Yo tenía, a mis rebeldes 16, la sensación de que me querían hacer partícipe de una deducción que en realidad ya había sido resuelta previamente por otros –el editor entre ellos– y que las imágenes eran prueba de algo. Mejor prueba que las “versiones” de lo ocurrido. Pero yo no soy buena medida en estos asuntos: vivía la flexibilidad de la Historia con angustia. En fin: también Psicología prescindía de Lacan en el colegio y hasta Literatura prescindía de Rayuela. Supongo que –a los fines de poder enseñar algo a párvulos distraídos– algunos contenidos eran más aptos. ¿Será el eslogan tras los spots de Macri? Un rico hablando entre pobres es siempre un espectáculo digno de atención y de sofoco.
Cada vez que tengo un mal día, suelo soñar en pesadillas que debo Historia de quinto: el análisis de documentos pone a los sujetos en un marco inabarcable: el del cambio de soportes en los que se manifiesta y registra la ideología. Así, cuando enseñen Historia en treinta años, las Marthas y Marthas del futuro que quieran explicar 2015 deberán abrevar en Twitter, en graffitis, en las historietas de Rep y en el instructivo del PRO que explica a sus promotores (¿queda feo si los llamo militantes?) cómo responder al cambio de discurso de Macri. Este instructivo es formalmente hilarante, cual folleto de Testigos de Jehová. Pero no es oscurantista ni condena las transfusiones y, dado que está al alcance de la mano, es injusto acusar a sus creadores de deshonestidad. Organizan en conjunto la coartada. Ofrecen una variedad de respuestas para que los cuadros del PRO logren responder qué pasó con la ideología del partido, sin siquiera mencionar que hay ideología, ya que una de las voluntades primordiales del movimiento es la utópica supresión de tal concepto. Cito del instructivo: “Lo que decimos cuando expresamos que ‘no es un partido ideológico’ es que no lo es en el sentido clásico de las ideologías cerradas del siglo XX”. Mucho me gustaría saber cuáles son las ideologías abiertas. ¿Serán aquellas que –según Hegel o Zizek– asumen las contradicciones de los propios subconjuntos de ideas que –en el corazón de cada gran idea– dicen lo contrario de lo que ésta enuncia en superficie? Ah, no, no es eso. El instructivo me lo aclara: “¿Qué es una ideología en el fondo? Es una interpretación de la época; es un conjunto de ideas para interpretar una época”. A mí me parece que esta reformulación no es más que un juego escolar con el diccionario en la mano y una coartada para tratar de mezclar en la campaña consignas que no son propias pero que parecen haber medido bien en los votantes, como el lanzamiento de un nuevo sabor de Coca-Cola. O para ser más exactos: de una Coca-Cola que sea fiel al mismo sabor de siempre y que aporte funciones agregadas: engordar menos, adelgazar y no engordar tanto. Sí; las funciones agregadas son las mismas, lo cual no termina de explicar la convivencia de Light, Zero y Life de los partidos (todos peronistas) en este 2015.
¿Qué colegirán los educandos del futuro cuando activen en sus libros el holograma en el que Macri abraza por la fuerza –esforzándose en exhibir dos manos y no una sola– a una niña que vende rosas? ¿Qué importa lo que diga en campaña si ante el trabajo infantil apenas se preocupa por mostrarse relajado y encima le sale más bien mal? Es probable que los libros futuros no capten sutilezas ni matices. Los libros con los que yo estudié la Historia –siempre tan mal– tampoco los captaban. Es imposible hacer historia sin problematizar verdaderamente sobre ideología. Y sin leer matices entre las gruesas líneas de los hechos.