Una tarde calurosa cae sobre Buenos Aires mientras transcurre el paro general que, esta semana, alteró fuertemente la vida de los argentinos. Y mientras (desde el estudio del doctor Roberto Lavagna) observamos una avenida 9 de Julio casi desierta nos interesa particularmente la opinión de un piloto de tormenta avezado como fue el propio Lavagna desde 2002 hasta 2005.
—La impresión que uno tiene –explica– es que el paro ha sido extremadamente fuerte, y alguno de mis colaboradores me ha comentado que ya se está hablando de otro paro pero de 36 horas… así es que, evidentemente, la respuesta ha debido ser importante. Si no fuera así no se hablaría de esto… El motivo del paro es claramente justificable. El número de trabajadores que, en ocho o nueve años, han pasado a pagar impuestos se ha multiplicado prácticamente por cinco. Y, efectivamente, hoy el sueldo de ese trabajador debería estar en un valor en torno a los 26 mil pesos como mínimo. En cambio, ¡está en 15mil! Así que imagínese usted la enorme cantidad de gente que ha ido (año a año) viendo que no se modificaba ese mínimo y entrando en la categoría que debe pagar. Además, creo que hay que poner las cosas en un contexto más amplio. La convocatoria tiene un objetivo muy claro que es la modificación del impuesto a las ganancias para los trabajadores, pero el contexto general es una presión impositiva tremenda. Esta es la verdad porque a las ganancias se suman subas muy importantes en los inmobiliarios; obligaciones que crean los municipios.
—¿Por ejemplo?
—…intentan cobrar impuestos por los cables que pasan por el municipio. Cobran por un supuesto servicio al grabar las partes de los autos… Es decir, todas cosas que no son optativas sino obligatorias y, en general, contratadas con un agente monopólico con precios muy altos. Entonces, toda la presión impositiva hoy, en Argentina, es agobiante. Este es el elemento convocante, pero debo decirle que el telón de fondo es mucho más amplio…
—A todo esto debemos sumarle los gastos de alimentación, que no tienen, generalmente, ¡“precios cuidados”!
—Por supuesto. Fíjese usted en el impuesto al valor agregado que pagamos todos y que es, probablemente, uno de los impuestos más agresivos que hay. Todos pagamos lo mismo por comprar cualquier bien de consumo, lo que ocurre es que ese bien de consumo para algunos es esencial. Para otros, no. Para algunos pesa muy poco en su presupuesto, y para otros, muchísimo.
—Usted, doctor Lavagna, fue un piloto de tormenta eficaz en los años 2002 a 2005…
—Sí, primero en la presidencia de Duhalde y, a partir de 2003, de la presidencia de Kirchner hasta diciembre de 2005. Creo que es el único caso en la historia argentina en el que un ministro se sucede a sí mismo en dos gobiernos diferentes.
—Justamente, en su último libro, “Construyendo la oportunidad”, el lector tiene la sensación de que no habla solamente de su experiencia sino que es una especie de declaración de principios… ¿me equivoco?
—Bueno, éste es mi segundo libro –el anterior, El desafío de la voluntad, es quizás más conflictivo porque habla del momento más grave, durante el período de Duhalde, cuando la crisis deriva del derrumbe de la convertibilidad–, y en este segundo libro me refiero al período con Kirchner. Hay allí mucha información de carácter estrictamente técnico pero también trata acerca de cómo se gobierna una experiencia bastante particular. Por ejemplo, en el período de Duhalde no había mayoría en el Congreso con lo cual ¡había que buscar consenso todo el tiempo! Y aquel fue un momento en el que se mostró que los partidos políticos argentinos (sobre todo los más grandes) cuando se crea la posibilidad del consenso, responden. El acuerdo que hubo en aquel momento entre el justicialismo y el partido radical para votar las cosas más fundamentales fue enorme. Claro, la crisis llamaba a moverse, pero lo cierto es que la respuesta fue muy buena y ésta es una esperanza para el futuro. Sabemos que, en el próximo Congreso, nadie va a tener mayoría y sabemos, también, que hay una experiencia que no data de un siglo sino de diez o doce años. Una experiencia que fue exitosa por la forma en que –incluso con representantes del radicalismo en el Gabinete– demostró que valía el esfuerzo. Un poco lo que usted decía refiriéndose a mi último libro cuando lo calificaba como una declaración de principios: “¡Señores, el futuro lo tenemos que gobernar con consenso, con diálogo y no conflictuando y dividiendo a la sociedad!”.
—Me impresionó también en su último libro la firmeza con la cual señala que “tenemos una gran oportunidad” ¿es así?
—Así lo creo, porque tenemos una experiencia reciente de la cual hacía mención que en aquel período mostró la oportunidad de una Argentina que, durante cuatro años (casi cinco), desde 2002 al 2006, creció 9% por año acumulativo. Entonces, tenemos esa experiencia allí y, al mismo tiempo, las condiciones internacionales han mejorado notablemente. Ojalá, en aquellos momentos de crisis, hubiéramos tenido las condiciones internacionales que existen hoy. La soja, por ejemplo (pese a que ha caído) está en más de 150 dólares ¡por encima de lo que eran los valores con los cuales nos tocó trabajar! Hoy tenemos los recursos de
Neuquén que, en aquel momento, no eran conocidos…
—¿Usted se refiere a Vaca Muerta?
—Sí. Y hay un mundo con tasas de interés como no había hace casi cien años. Son tasas de interés bajísimas que, para un país que necesita traer capitales y recursos, ¡resultan extraordinarias! Entonces, la oportunidad está ahí: tenemos la experiencia interna (tanto técnica como política) y también tenemos un mundo que es mucho más amigable desde que recuperamos la democracia en 1983. Desde entonces nunca hubo condiciones internacionales más favorables, a pesar de que en los últimos meses ha habido cambios no tan favorables: la soja bajó mucho pero todavía está muy por encima de los valores habituales. De manera tal que “la oportunidad está ahí!”. En este libro mío, lo escribo: “Aprender del pasado reciente para construir un futuro mejor”. ¡Hagámoslo y hagámoslo entre todos! Como le decía antes, por ejemplo, nadie va a tener mayoría en el futuro Congreso.
—Y con su experiencia, Lavagna, ¿qué piensa cuando, por ejemplo, Macri dice que va a liberar el cepo el 11 de diciembre?
—Bueno, bueno… hay que diferenciar entre un optimismo racional y simplemente presiones demagógicas. No, obviamente, eso no… No se puede liberar el cepo cambiario el 11 de diciembre. Eso no se puede hacer. El país debería tener disponibles (prácticamente al contado) 10 mil millones de dólares para hacer algo así. Como mínimo. Porque son las importaciones no han podido pagarse dividendos, la revisión de utilidades… En fin, todas las cosas que están paradas y que, de hecho, han ayudado a que se pare la economía tal como está… entonces, salvo un endeudamiento instantáneo y seguramente muy caro, esto es sólo una expresión de demagogia o, simplemente, de desconocimiento.
—¿Le molesta que lo ubiquen muy cerca de Massa?
Lavagna suspira y luego responde:
—No… ehhh… A ver, mi razonamiento es el siguiente: lo peor que nos puede ocurrir ahora es una polarización de la gente. Un gobierno, dicen, de izquierda –y tienen algunos comportamientos de izquierda. Por lo menos de la parte mala de la izquierda– y una fracción que puede ser calificada de derecha. ¿Por qué? Por sus rasgos sociales, varias de las políticas que en algún momento han llevado a cabo… entonces no va a haber una razón para los consensos. Otra vez vamos a profundizar lo que ya existe: ya hay una división fuerte en la sociedad, y si ponemos simplemente al candidato de Cristina con el PRO lo que vamos a hacer es profundizar todos los conflictos. Entonces, una tercera presencia es, desde el punto de vista político, extremadamente importante. Y debe ser preservada. A todo esto, también, usted le puede agregar dos o tres cosas: las sociedades que no tienen memoria ¡son sociedades a las cuales les va mal! Yo les recuerdo que el Frente Renovador, Massa, sus 19 intendentes y demás no fueron los que, con su decisión en el año 2013, crearon las condiciones para que la reelección de la Presidenta fuera imposible. Si el Gobierno hubiera ganado en la provincia de Buenos Aires, a esta altura ya tendríamos la Constitución reformada, incluyendo una nueva reelección. Primera cosa. Segunda: se le propuso a la sociedad (el Gobierno lo hizo) un Código Penal absolutamente garantista donde eran más importantes los derechos de los delincuentes que aquellos de los ciudadanos. Pregunto, entonces, ¿cuál fue la única voz política que se levantó con claridad? El Frente Renovador y Massa, que incluso logró reunir 2 millones doscientas mil firmas con las cuales (por ahora al menos y ha pasado más de un año) lograron parar ese código, contrariamente a lo que ocurre hoy, por ejemplo, con los partidos que forman la Alianza. El radicalismo y el PRO formaron parte de la comisión redactora de ese código. Entonces, creo que hay algunas cuestiones que son fundamentales y uno se tiene que fijar si los que pretenden gobernar entienden cuáles son esas situaciones y actúan. O si no las entienden y simplemente deciden no actuar. El Frente Renovador y Massa, en estas dos cuestiones absolutamente centrales para la vida argentina, entendieron lo que había que hacer. Y la sociedad, por lo menos, debería recordar esto: la no reelección presidencial –para lo cual había que ganarle al Gobierno en la provincia de Buenos Aires– y frenar un Código Penal favorable a la delincuencia.
—En su último libro usted escribe: “Creo en los liderazgos fuertes”, y esto también implica riesgos…
—Sí, porque en Argentina muchas veces se confunde la idea de buscar los consensos en la unanimidad. Y la crítica surge: eso es imposible… ¡Claro que la unanimidad es imposible! ¡Desde ya que es imposible! Cuando decimos “buscar consenso” uno tiene que tratar, en las cuestiones fundamentales, de lograr el máximo apoyo posible –¡que nunca va a ser unánime!–. Y que tampoco es una excusa para la inacción, porque ése es otro de los temores: “Ah, bueno, en definitiva los consensos llevan a la inacción!” No, no. Los liderazgos tienen que ser fuertes, claros, comprender los temas centrales y tratar de lograr el máximo apoyo posible. ¡Pero no por eso paralizarse! La idea de una nueva Alianza al estilo de lo que fue el gobierno de De la Rúa no es precisamente un buen ejemplo, ¿no? No es un liderazgo fuerte.
—¿Fuerte cómo?
—Tiene que ser fuerte pero democrático, republicano, y tratando de hacer de los consensos una cuestión central en el éxito del Gobierno y del país…
—Un fuerte interés que despierta la lectura de “Construyendo la oportunidad” es que se ocupa de hechos de los cuales hemos sido testigos. Por ejemplo cuando usted habla de “la oportunidad vaciada” señalando que “…han pasado nueve años desde que lo que el Gobierno gusta llamar ‘modelo’ se desvió del inicial. Nueve años desde que se dio por terminada una etapa. De aquel programa económico-social, con sus correlatos internacionales, Duhalde-Lavagna-Kirchner no queda hoy nada bajo el modelo Kirchner-Kirchner…”
—Sí, se ha desviado totalmente. Mire, desde el año 2006 se empezó a insinuar el desvío y ya, a partir de 2007, fue muy claro. En los primeros años la población quizás no lo percibió demasiado porque quedaban muchas reservas acumuladas, había superávit fiscal y superávit en la cuenta en dólares y, en consecuencia, los errores se disimulaban. Pero en algún punto todas esas reservas se terminan. Se terminaron y, de hecho, en los últimos tres años la economía argentina, el ingreso por habitante de los argentinos, hoy es menor de lo que fue en 2011.
—Más allá de que el lector se sienta también testigo hay, en su libro, expresiones personales que marcan un final inesperado en su relación de piloto de tormenta con el presidente Néstor Kirchner. Usted dice: “…no me gusta que intenten llevarme de las orejas y mucho menos cuando está en juego el futuro del país…” ¿A qué se refiere exactamente?
—Mire, la división fue absolutamente cordial. Después de la cumbre de Mar del Plata con los presidentes de América.
—Cuando vino Chávez…
—Sí. A fines de noviembre 2005 el comportamiento de Argentina como país anfitrión fue realmente muy lamentable y en aquel momento yo llegué a la conclusión de que iba a ser muy difícil continuar. A pesar de esto seguimos unas semanas más. El clásico coloquio de IDEA en Mar del Plata se realizó como todos los años y el presidente impartió la orden de que ningún ministro concurriera a ese coloquio. Yo había comprometido mi presencia y fui… Probablemente a eso se refiere la frase que usted menciona, porque un ministro que obedece ciegamente y no es capaz de cumplir con sus obligaciones –yo tenía el compromiso asumido y además era simplemente un capricho político del presidente– hizo que el lunes siguiente al encuentro de IDEA el presidente me dijera “…nuestros caminos se separan…” y yo contesté “sí, efectivamente”. El presidente Kirchner conmigo fue siempre muy respetuoso y yo le respondí de la misma manera.