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debates que desvian la atencion

No son los modales, se trata del modelo

La inflación, la caída de las reservas, las restricciones cambiarias, la crisis energética son inherentes al esquema económico de la última década.

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El reciente episodio vivido por el diputado Cabandié reavivó la discusión en torno a los “modales” de las principales espadas del kirchnerismo de paladar negro, incluyendo, aunque “en sordina” por su convalecencia, a la presidenta de la Nación. Lo que me “molesta” de esta discusión es que les sirve a muchos ideólogos y copartícipes de las políticas instrumentadas estos años como excusa para justificar el fracaso de dichas políticas.

En efecto, al poner el énfasis en el autoritarismo, la soberbia, los insultos y la forma agresiva de actuar de muchos funcionarios, se pierde de vista el fondo de la cuestión, que el populismo K, como sus antecesores o similares en la región y en el mundo, está probando su ineficiencia ante los problemas que preocupan a la sociedad de un modo sustentable.
El argumento central de estos protagonistas es así: “No fracasaron las políticas que sugerimos, propusimos y votamos, sino que fueron mal instrumentadas y ejecutadas por jóvenes inexpertos e ineficaces, y encima maleducados, y por funcionarios prepotentes y torpes”, en nuestro caso. O por “imbéciles”, en el caso del populismo venezolano (así calificó Heinz Dieterich, el padre intelectual del “socialismo del siglo XXI”, a Maduro, pronosticando la debacle del régimen si no se toman “medidas de ajuste”).

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Pero que el “tronco” Cabandié no nos impida ver el bosque general.
Lo que pasa en la Argentina no es consecuencia del autoritarismo, la prepotencia o los malos modales. Lo de hoy es el lógico corolario de una política que, desde el vamos, tenía el destino de terminar mal, más allá de la buena o mala sociabilidad de sus ideólogos y defensores.

Obviamente, es mejor tener buenos modales que malos; es mejor el diálogo y la búsqueda del consenso que la pelea permanente y la imposición sin debate de las ideas. Pero si las ideas son malas, si no sirven, si las políticas son erróneas, que surjan por imposición o consenso, es sólo un detalle. No menor, pero detalle al fin.

No se puede decir, por ejemplo, “el modelo funciona, lástima la inflación”. Porque la inflación es “hija” del modelo. Sin inflación no se podrían financiar ni los subsidios al consumo, ni la explosión del gasto público de los últimos años, a pesar del récord de presión tributaria, nominal y real.

No se puede decir “el modelo funciona, lástima que nos quedamos sin petróleo, sin gas, y tenemos el trigo más caro del mundo”, porque el modelo es no reconocer los verdaderos precios de la energía y destruir el mercado agropecuario para generar una sensación artificial y de corto plazo de bienestar, y para financiar la política y el enriquecimiento de algunos, con negocios oscuros, de importación de combustibles.

No se puede decir “el modelo funciona, lástima las restricciones en el mercado cambiario, la pérdida de reservas y la brecha”, porque los problemas en el mercado del dólar son consecuencia de la destrucción de la moneda local como mecanismo de ahorro, de la desconfianza generada por el default de la deuda ajustada por CER, al intervenir el Indec, de la emisión descontrolada de pesos, que se traduce en demanda de dólares por todos los medios.

No se puede decir “el modelo funciona, lástima el intento por controlar al Poder Judicial y limitar la libertad de expresión ahogando financieramente a las empresas periodísticas y permitiendo que se vendan medios a los ‘amigos’ violando la propia Ley de Medios que se quiere imponer”, porque el control de la Justicia y de la prensa resulta inevitable si se maneja con impunidad y poca transparencia el gasto público y se miente en los datos más elementales.

En síntesis, si Moreno, en lugar de un revólver sobre la mesa, pusiera chupetines y repartiera llaveros que dijeran “viva Clarín”, la inflación igual sería del 25% anual. Y si el diputado Cabandié hubiera pagado la multa sin chistar y sin “chapear”, el problema de los precios relativos, la energía, el tipo de cambio, la inseguridad y las pérdidas de reservas serían los mismos.

No nos engañemos, la Argentina de 2016 no va a volver a crecer por un cambio de “modales”. Requerirá, básicamente, un cambio de modelo.