Desde el lanzamiento de la candidatura de la ex presidenta, diferentes actores de la economía sostuvieron que las inversiones no vendrán hasta después de octubre, cuando Cambiemos logre confirmar el rumbo si ganara las elecciones legislativas. De lo que se infiere que no vendrán hasta 2020 si Cristina Kirchner fuera la ganadora porque, en ese caso, los inversores esperarán al resultado de las elecciones presidenciales de 2019 para estar seguros que el populismo no regresará a la Argentina.
A estos pronósticos se les pueden hacer diferentes críticas. Primero, que gran parte de esos agentes económicos son los mismos que, errando sus pronósticos, convencieron a Macri de que habría una “lluvia de dólares” si Cambiemos vencía en 2015, luego que llegarían en el segundo semestre de 2016 y ahora encuentran otra excusa para justificar una tardanza que tiene causas más complejas.
Nadie sabe si Cristina será senadora siendo primera o segunda en votos, pero sí que dividirá el peronismo
Segundo, es evidente que estas versiones persiguen influir en las elecciones creando temor en los indecisos para que voten por Cambiemos. Pero tercero, y fundamentalmente, porque evalúan mal la estrategia política necesaria para lograr los objetivos que persiguen.
Si Cristina Kirchner ganara las elecciones en octubre en la provincia de Buenos Aires, significaría que obtuvo alrededor de poco más de un tercio de los votantes del distrito, que a su vez tiene un poco más de un tercio de los habitantes del país, lo que no es poco si le sumamos provincias donde el PJ es kirchnerista como Chaco (parcialmente), Santa Fe o Santa Cruz, pero que no alcanza para erradicar su techo en el balotaje de una elección presidencial en 2019, mientras que sí sirve para dividir perdurablemente al peronismo.
Y un peronismo dividido puede ser funcional a la recreación de un sistema de equilibrio político más estable, porque ya no habría un partido hegemónico que gane siempre la presidencia o la mayoría del Congreso, como vino siendo con el peronismo mientras hubo democracia.
La competencia mejora a los competidores. Si es uno siempre el que gana, más que competencia lo que hay es una forma de simulacro. La falta de competencia real nivela hacia abajo la necesidad de hacer buenas gestiones de gobierno y tuvo entre sus principales consecuencias que en lugar de sacar a los pobres de su pobreza, el peronismo haya conseguido repetidamente los votos de los menos favorecidos dándoles sólo subsidios. Obviamente los subsidios son transitoriamente imprescindibles, pero si mantienen su necesidad durante 30 años demuestran el fracaso de la política.
Siendo la previsibilidad de mediano o largo plazo lo que buscan las inversiones, es mucho más importante que la Argentina abandone el modelo de 70 años de cuasi “partido único”, donde sólo el peronismo podía gobernar habiendo elecciones por ser el único que controlaba los diferentes poderes, que de 2017 a 2019 Cambiemos carezca de la amenaza de un kirchnerismo revivido.
Tampoco se podría descartar la posibilidad de que la competencia esos dos años mejore a Cambiemos, o que si perdiera en 2019 no fuera contra el kirchnerismo sino quien lo venciera fuese el peronismo no kirchnerista en una alianza de Massa con los gobernadores peronistas del interior en su mayoría anti K, por ejemplo, y el rumbo general de la economía sea igual o mejor.
La consolidación del kirchnerismo como una fuerza política que persista sin estar en el gobierno consolidaría a la vez, por su propia exclusión, ese peronismo no kirchnerista cuyas similitudes serían mayores con Cambiemos que con el kirchnerismo.
¿No tendrían más seguridad jurídica las inversiones en un país así, que en otro donde Cambiemos ganara las elecciones en la provincia de Buenos Aires pero todo dependiese de que Macri no padezca un infarto para que el valor de las acciones y los bonos no se desplomen?
Un futuro espejo posible podría ser la provincia de Santa Fe, donde allí probablemente el kirchnerismo se quede con el partido peronista ganando Agustín Rossi –con el mismo lema de Unión Ciudadana– las PASO del PJ pero luego salga tercero en las elecciones de octubre, y el primer puesto lo disputen Cambiemos y el Socialismo, representando este último a un progresismo institucional y republicano, espacio que ocuparía a nivel nacional un peronismo no kirchnerista que evolucionara hacia la socialdemocracia.
Massa podría terminar siendo beneficiado por la ida de Cristina del PJ, facilitándole su regreso junto a los gobernadores
Una Argentina de tres tercios donde la simplificación de derecha, centro e izquierda, o en esta instancia: liberalismo, progresismo y populismo, se encarnen bajo distintas alianzas. En Santa Fe: Cambiemos, Frente Progresista y kirchnerismo, mientras que en la provincia de Buenos Aires o a nivel nacional Cambiemos, Massa más PJ no K, y kirchnerismo.
No es casualidad que el GEN de Margarita Stolbizer en Santa Fe, más allá de sus tironeos, siga integrando el Frente Progresista en una provincia donde Massa no hizo pie en 2015, cuando el Frente Renovador obtuvo allí solo 4% de los votos. Ni que Massa trató de atraer Randazzo cuando Cristina Kirchner creara su Unión Ciudadana dejándole el peronismo bonaerense disponible. A mediano plazo, Massa puede salir beneficiado de la ida de Cristina Kirchner del PJ, facilitándole su “regreso”.
En síntesis, no es necesariamente una mala noticia para las inversiones que Cristina Kirchner sea electa senadora, dependerá del resultado de 2019.
Continúa en: "Qué se vota en octubre (II) | Polarización y muerte"