No verse en el espejo es una actitud escapista. Es no querer reconocerse. Es huir, de algún modo, de uno mismo. Esto viene a cuento porque varios ministros, más funcionarios menores y en los últimos días el jefe de Gabinete, siguen echándole al neoliberalismo la culpa de todos los males. Y ya han pasado diez años desde que se proclamó un estilo de gobierno consustanciado con lo nacional, popular, estatal, de supuesta “contención social”. Se sigue insistiendo en que la responsabilidad de los males es de los “otros”, del pasado. Más: toda crítica a la actual gestión entra en la categoría de “reaccionaria y neoliberal”. ¿Acaso no tuvieron tiempo más que suficiente para barrer ese mal?
Se necesita una traducción urgente. ¿Que quieren decir con que el neoliberalismo y sus representantes siguen hostigando? ¿Llegarán a comprender que gestionaron mal y que del neoliberalismo sólo quedan muchos políticos que rondan el Parlamento, las tribunas y la Casa de Gobierno, los que participaron con entusiasmo de los períodos del menemato?
El cristinismo no asume su responsabilidad histórica, pues vive en una constante y perniciosa negación de la realidad. Cuando una persona niega la realidad, los daños que surgen son sólo individuales, coartan vidas que tienen nombre y apellido. Cuando las negaciones afectan a los gobiernos, los daños son infinitamente mayores, castigan a las sociedades que los han votado confiando en sus propuestas. Es eso lo que de algún modo nos está pasando.
Pese a sus promesas, ni el kirchnerismo ni el cristinismo han logrado revertir los dilemas económicos y sociales que se arrastran desde el pasado. Por empezar, la estructura productiva nacional es la misma de hace veinte años. Creció la población, aumentaron las demandas y necesidades humanas, tecnológicas, productivas, pero no hay con qué responderlas. Industrialmente el país se ha achicado y creció toda el área de servicios que ya ocupa la mayor parte del producto bruto nacional. La infraestructura está seriamente herida, pese a las millonadas de subsidios que se canalizaron para mejorarla. El transporte concesionado no ha sido controlado por el Estado (o el Estado prefirió la ceguera, dado que sobran los informes de los organismos de control) por lo que su condición es lamentable y, sin rumbo, causa accidentes y muerte masiva. ¿Ha sido sólo mala praxis de los responsables de las distintas áreas de gestión? Sin duda se han sumado a las pésimas decisiones ministeriales maniobras políticas y una suma de caprichos demagógicamente populistas. Que además tuercen todas las leyes de la economía. Esas decisiones, muchas espasmódicas, son las que se traducen en cambios bruscos e imprevisibles que espantan las inversiones, nacionales y extranjeras. Esto puede verse con una lectura elemental de lo ocurrido en el servicio de suministro eléctrico. Sin tarifas que compensen, porque estuvieron congeladas en Buenos Aires, las distribuidoras paralizaron mejoras en el sistema durante años decisivos.
Es así como llegamos a 2014: con negaciones, marchas y contramarchas y pésimas disposiciones oficiales. Con miedo y con sospechas de que vienen tiempos peores a lo vivido o que la crisis adoptará formas más peligrosas que las conocidas.
Es tiempo de paritarias y ya está demostrado que el salario corre muy por atrás de la alta inflación. Sin duda se avecina una puja que derivará en desentendimientos peligrosos entre el empresariado y los sindicatos. Entre el Estado y los 14 millones que de él dependen. La generación de empleo se detuvo hace más de año y medio y el único que incorpora es el aparato público, acrecentando el gasto. El Estado gasta dos veces y media más que durante los años de la convertibilidad. El distorsivo sistema tributario argentino castiga con un nivel de presión del 43%, dejando a muchos con la lengua afuera. La pobreza no baja del 27% de la población y la indigencia del 7%, el Indec sigue mintiendo, el único sector con muy alta y sostenida rentabilidad es el financiero. Los bancos son los triunfadores del modelo. Y aquí nada tuvo que ver el neoliberalismo.
*Periodista y escritor.