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psicoanalisis

Noción del cuerpo

No podría escribir sobre un concepto que no haya articulado con la clínica, con mi práctica como analista y como analizante, con mi curiosidad por la “psicopatología de la vida cotidiana”; en fin, con esa experiencia que me ha conducido a vivificarlo y aun a redefinirlo.

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No podría escribir sobre un concepto que no haya articulado con la clínica, con mi práctica como analista y como analizante, con mi curiosidad por la “psicopatología de la vida cotidiana”; en fin, con esa experiencia que me ha conducido a vivificarlo y aun a redefinirlo. La clínica, decía Lacan, es lo real en tanto lo imposible de soportar ya que agujerea nuestros supuestos, y de ahí su desafío permanente. En la misma línea, Freud aconsejaba abordar cada caso como si fuese el primero y comparaba la tarea analítica con la de un connaisseur que identifica una obra original para diferenciarla de sus copias. Tales principios nos llevan a reflexionar acerca de si los casos que se dan en el presente pueden ser pensados de acuerdo con las categorías de antaño. Creo que algunos conceptos necesitan reformularse y es este el propósito de este libro. Claro que tal reformulación no solo corresponde al momento actual: Lacan ya afirmaba que hay que inventar el psicoanálisis día a día dado que el real de la clínica lo pone a prueba. Al mismo tiempo, cada caso expresa su época: las histéricas del período victoriano hoy casi no existen y, si las hay, son excepcionales. La sintomatología anoréxica, si bien data de siglos pasados, nunca fue tan grande como en las últimas décadas del siglo XX, mientras que hoy tiende a aminorarse, relevada por los cortes en el cuerpo. Lo interesante para el psicoanálisis es que la dimensión epocal de estos síntomas nada dice sobre la singularidad en la que abrevan, la peculiaridad de cada sujeto, la historia que los precede ni el goce del que están presos.

Ultimamente he recibido pacientes adictos a la pornografía, algunos desde la pubertad, y esta conducta va en muchos casos acompañada por serias dificultades para mantener relaciones sexuales. Lejos de habilitar ese acto, la pornografía parece obstaculizarlo, en particular cuando el partenaire importa y cuando ese vínculo no se ajusta a la mecánica que aquella muestra. La temática me ha llevado a intentar determinar qué tipo de cuerpo se ofrece allí y cuáles son sus distancias con respecto al real, y a considerar que lo que se exhibe habla asimismo de algo más general relativo al cuerpo en la hipermodernidad.

Sabemos que los cuerpos son también deudores de cada civilización: el cuerpo apolíneo griego no es el cuerpo sufriente y mortificado de la Edad Media, que alternó las lágrimas con las risas entre la Cuaresma y el Carnaval. Lacan (1981), para referirse al éxtasis gozoso de la mística, elige la obra de Bernini Extasis de Santa Teresa, perteneciente al barroco italiano. El griego aspiraba a llegar a la idea o concepto de belleza a partir de la belleza del cuerpo; el cristianismo lo hirió con la culpa y el pecado, alimentando al sexo tanto con la abstinencia de los frailes como con las delicias profanas de la carne.

El Renacimiento comenzó a concebir algo del cuerpo “moderno” como independiente y autónomo de las referencias sagradas. Pero antes de Descartes no se podían realizar sobre su materialidad los experimentos científicos médicos que luego tuvieron lugar, ya que su condición de estar aunado al alma no permitía separar uno de la otra. En el siglo XVII se produce la división y su consecuencia –en palabras de Lacan– es que, a partir de allí, el médico encarará el cuerpo con la actitud de un señor que desmonta una máquina. Hoy no es posible tratarlo sin considerar la incidencia de la tecnología y de la producción industrial. El porno da un modelo de cuerpo-máquina, intercambiable, con un sexo sin fisuras que ya no podemos, entonces, llamar de ese modo. Si en la época freudiana las dificultades en el campo sexual podían vincularse con la represión y con la fuerza de la moral, ahora responden al ideal de un cuerpo-máquina que ha eliminado su carácter sensible. Tal modelo tiene más fuerza opresora que lo que Freud describía en términos de moral, ya que no es visto como un poder exterior y diferente a la sexualidad, sino idéntico a ella.

El psicoanálisis describió el síntoma como una formación transaccional entre los valores éticos y la pulsión, fuerzas en pugna que le dan al psiquismo una dimensión dinámica. Me abocaré a dilucidar lo que ocurre cuando la coacción no es vivida como heterónoma y lo sexual parece independizarse de los ideales, de los velos, del pudor, del conflicto, de la dimensión trágica que históricamente siempre lo han acompañado. Quizás en ello resida lo que muchos denominan “agonía del Eros”.

Me interno en otros fenómenos como el de las peculiaridades que reviste hoy la represión, ya que no creo que haya dejado de existir, aunque adopte otras formas. Dicho de otro modo, todo parece posible en términos de sexualidad y nada en términos de economía. Las ofertas de consumo en este campo arrastran a los sujetos al sin límite: hay que experimentar nuevos placeres, incursionar en ámbitos no conocidos, vivir intensamente, explorar, no detenerse. La sujeción a lo que “debe hacerse” pone en cuestión la ilusión de libertad que acompaña la idea de que ya no hay restricciones. Como me dijo Slavoj Žižek en Suiza, el peso de la elección parece estar en nosotros, pero esta es puro simulacro ya que cuanto más libres creemos ser más completa es la dominación. Tanto más importante se vuelve entonces en la actualidad el psicoanálisis como camino hacia el encuentro con nuestra real singularidad, trayecto que implica situar sus raíces y destinos.

En definitiva, este libro busca pensar desde el psicoanálisis fenómenos tales como lo nuevo en las constelaciones familiares, las adicciones y la sexualidad, entre otras cuestiones que interrogan los conceptos clásicos de la teoría psicoanalítica y de la sociedad.

*Autora de El cuerpo pornográfico, editorial Paidós.