El sábado pasado, en la inauguración de las Jornadas “Ficción y memoria histórica” organizadas en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, María Moreno se refirió al problema que involucra al predio donde funciona el centro cultural, junto con otros tres o cuatro organismos que ocupan sendas casas de la centena que se dispersan en el gigantesco espacio donde hasta hace poco funcionó la Escuela de Mecánica de la Armada. Varias personas, contó María Moreno, le habían dicho “Nos vemos en la ESMA”, “Suerte en la ESMA”, sin percatarse del todo del extraño efecto que sus palabras podían llegar a tener, teniendo en cuenta que en ese lugar funcionó el más célebre campo clandestino de detención durante la dictadura. ¿Qué hacer con un lugar que se resiste a perder su nombre y que incluso se da el lujo de sacar a pasear sus fantasmas? “De noche, salen todos”, comentó una de las empleadas que custodian el predio. La afirmación puede ser exagerada, pero seguramente describe bien el clima de ese lugar sombrío, reduplicado por el abandono en el que actualmente se encuentra: ¿qué es hoy la ESMA? ¿Un memorial, un museo, una escuela? ¿Qué aspira a ser?
La discusión completa sobre el destino de ese lugar puede leerse en la página de la Fundación Memoria Abierta (www.memoriaabierta.org.ar/camino_al_museo.php), pero es poco lo que el Estado parece haber pensado en el asunto: cedió algunos edificios a organismos de derechos humanos, no les dio presupuesto para su funcionamiento, y lo demás quedó abandonado a las inclemencias del tiempo.
Dos son las opciones posibles para el futuro de la ESMA: ocupar ese lugar con el vacío y el silencio y hacer de él un Memorial de quienes allí sufrieron y murieron, o llenarlo de discursos, que parece ser la opción que patrocinan los organismos de derechos humanos. Una u otra cosa suponen la acción y la responsabilidad indelegable del Estado, que hasta ahora ha dejado que la ciudadela del horror se transforme paulatinamente en una ruina, un monumento a su incapacidad y a su profunda indiferencia en relación con la pedagogía del horror.