Entreveo en varios medios, y sobre todo en la revista El amante (dedicada a Historias extraordinarias de Mariano Llinás, y a Leonera de Trapero) un saludable entusiasmo por el cine local. Se habla de un momento dorado para nuestro cine, por cantidad, por variedad, y sobre todo por reinvención de las reglas de producción, cada vez más alternativas a las tendencias industriales (y los criterios del INCAA, que parece desconocer el fenómeno).
Este entusiasmo tendrá que ver –entre otras cosas– con la fuerte presencia de cine argentino en Cannes, innegable, más allá de las “noticias”.
Leo también que las películas argentinas se vuelven sin premios. Así son los concursos. Quien ha estado alguna vez comprende el grado de arbitrariedad que involucra ganarse un premio. O un abucheo. Que tampoco es tan fácil, ¡vamos!
No sabemos muy bien qué pasó, por ejemplo, con La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel. Sus películas me gustan. Por eso me entristece la noticia, como a los hinchas un traspié de la Selección. Pero, ¿es noticia? Que una película –seguramente sutil y personal, al menos demasiado sutil para el gusto tosco de ciertos críticos españoles– reciba opiniones encontradas, ¿es una “noticia”?
Ahora se estrenó una película en la que actúo. No estuve en la conferencia, pero la “noticia”, tal como la entendían los periodistas allí reunidos, no fue La ronda sino el embarazo de Sofía Gala. Un temón. Que ella interrumpió en seco. Para desdicha de los paparazzi.
Cannes es más fino, pero allí también surge como “noticia” algo que es en sí mismo elemental: hay nuevas películas, hechas con amor y con rabia, y para todos –todos– los gustos.
Ojalá hubiera menos noticias y más películas.