Frente a los comicios de junio, los argentinos enfrentamos una nueva parodia. Desde 1983, se hicieron más de 50 modificaciones a las leyes y disposiciones electorales en beneficio del que gobierna. Hoy, al robo de boletas y al travestismo político más degradante, le sumamos el adelantamiento de las elecciones de Macri y del Gobierno nacional y la farsa de postular candidatos que no asumirán si resultan electos.
El alicaído oficialismo ya ha encontrado todos los límites imaginables para cambiar el modelo de saqueo que padecemos. ¿Qué fuerzas políticas y sociales nos sacarán de esta tramposa realidad? Todavía arrastramos una crisis estructural de un sistema político cooptado por el PJ y el panradicalismo (UCR-CC), que son cáscaras vacías de lo que fueron las causas originarias del radicalismo y el peronismo auténticos. Son estos esqueletos partidarios los que obstruyen el necesario debate de ideas, al reducir la construcción política a una repartija de negocios. Un ejemplo de ello es el PJ de los hermanos Gioja, cuyo poderoso lobby permite que la Barrick Gold dinamite nuestras montañas y glaciares, contamine con cianuro nuestras aguas y se lleve sin control público más de 60 metales valiosísimos, subsidiados por el Estado y sin obligación de entrar al país un solo dólar de lo exportado.
Es este bipartidismo el que destruyó la Argentina en los 90 y ahora se presenta aggiornando sus máscaras. Por un lado, la interna del PJ, entre el kirchnerismo y el viejo duhaldismo que expresa la alianza Solá-De Narváez-Macri. Por otro, el Acuerdo Cívico y Social –donde confluyen la CC de Carrió, el Partido Socialista, la UCR y el vicepresidente opositor Cobos– se muestra como la opción del cambio, reeditando la fallida Alianza de De la Rúa-Alvarez.
En la ciudad de Buenos Aires, el PJ kirchnerista lleva como candidato al banquero Heller, que dice apoyar al Gobierno para evitar que avance la derecha. En mayo de 2007, el progresismo se unió detrás del FpV para derrotar a Macri, mientras hacían votar la Ley Antiterrorista e impulsaban la prórroga de las concesiones petroleras de Menem por 30 años comenzando por Cerro Dragón. En tanto, la CC de Carrió lleva como primer candidato a uno de los encubridores del robo de los ahorros de miles de ciudadanos en 2001: Prat-Gay –quien ya estuvo con Macri, Duhalde y Kirchner– fue uno de los principales asesores de la Banca Morgan cuando vaciaban el país. ¿Qué opinión les merecerá esta candidatura a ariistas y radicales honestos? ¿Qué pensarán los peronistas acerca de votar al banquero Heller, que vestido de progresista apoyaba el pago de deudas fraudulentas al Club de París? No escapa el empresario Macri, que dice proteger el espacio público pero saca a palazos con sus patotas de la UCEP a los vecinos que alientan proyectos comunitarios. Un empresario cuya riqueza familiar se hizo a costa de los subsidios y negocios espurios de la “patria contratista”.
Frente a esta parodia electoral, Proyecto Sur propone un proyecto transformador, sin encasillamientos ideológicos ni mezquindades, con los brazos abiertos aunque sin amontonamientos que pretendan construir falsas alianzas. Si nos ubicamos ya como tercera fuerza en Buenos Aires es porque proponemos coherencia como un valor paradigmático y junto a ella, una ética pública: la conciencia de que hacer negocios privados con bienes de la comunidad es un infamante delito y lo que es de todos debe ser cuidado y defendido por todos. Somos la expresión concreta de la unidad de fuerzas –PSA, Proyecto Sur y Bs.As.para Todos–, juntas desde 2007, a los que se ha sumado Solidaridad e Igualdad, en torno a un proyecto emancipador, viable y creativo, para la Nación.
No venimos a prestar testimonio. Tenemos vocación de gobernar y creemos que se puede –como se pudo antes– transformar esta Argentina degradada en una democracia con justicia, con plena soberanía y protagonismo popular. En definitiva, para realizar nuestra causa Sur.
*Candidato a diputado nacional de Proyecto Sur.