COLUMNISTAS
LA INCREIBLE ORGANIZACION DE LOS TORNEOS

Nuestra torpeza y la torpeza universal

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De chiquito, que alguna vez lo fui, me fascinaba diseñar torneos. Armaba mis campeonatos de fútbol con jugadores de goma –en el suelo del dormitorio de la casa de la calle Penna aún quedan huellas de una cancha pintada con esmalte blanco– y me obsesionaba imaginar formar de desempate, por si fuese necesario. Distribuía de a tres los autitos de plástico símil Fórmula 1 temporada 1978 y balbuceaba reglamentos para las tremendas carreras familiares cuando el verano me regalaba dos meses cerquita de Cavanagh. Y creo que no había internos colegiales de tenis de mesa en los que se me escapara armar el fixture de partidos. Con reparto de horarios y mesa incluidos. Cosas de chico. Taras de grande.

Es por eso que no consigo comprender cómo muchachos mayores que justifican su existencia como integrantes de una comisión de torneos no sean capaces de armar un reglamento tomando siquiera las previsiones más básicas.
Hasta el viernes por la tarde, un informe realizado por Ben Carter para BBC News, parecía darme, por lo menos, el alivio de saber que la torpeza puede ser ecuménica. La publicación, que ahora mismo pueden encontrar con título destacado en la sección deportes del portal británico, explicaba por qué la reglamentación que instaló la FIFA para establecer el ranking –que determina, por ejemplo, los cabezas de serie del Mundial– tiene una fisura tan notoria que a un equipo le hubiera convenido no jugar un partido, que ganó, ya que, de no haberlo hecho, hoy sería uno de los ocho integrantes del primer copón para el sorteo del viernes.

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Muy resumido, el asunto es así. La FIFA, con buen criterio, decidió que la clasificación no podía establecerse de acuerdo con una suma lisa y llana de puntos. A los equipos le corresponden diferentes sumas de acuerdo con que el partido ganado sea por eliminatorias, por torneos regionales o amistosos, y no da lo mismo derrotar a Brasil que a Albania. Ganarles a los mejores del ranking da muchos más puntos que a los peores. Para evitar que quienes más jueguen sumen por definición más unidades que los que no lo hagan, se decidió hacer un promedio, como en algún tiempo se hizo con el tenis. Justamente por ese motivo, el promedio, Vilas no fue número uno en 1977.

Lo que no contempló ese sistema es el caso que le tocó a Holanda, que en junio de este año, enfrentó y venció a Indonesia. Por tratarse de un rival por fuera de los 150 primeros, recibió puntos que, al promediarse con el resto, le bajaron el promedio lo suficiente como para quedarse fuera de los cabezas de serie en beneficio del incomprensible Suiza. Que los reyes de la presunta neutralidad figuren entre los ocho mejores de la previa de un Mundial es una aberración, concepto que se sustenta, por ejemplo, en que jamás figuraron entre los cuatro mejores ni de un Mundial ni de una Eurocopa. Pero en el grupo clasificatorio pasó holgadamente, por cuanto poco importó que sus rivales hayan sido Islandia, Eslovenia, Noruega, Albania y Chipre. No vayan a creer que algo de esto tenga que ver con el lugar de nacimiento del presidente de la FIFA.

Más allá de Suiza, a Holanda le hubiese convenido no jugar aquel amistoso con Indonesia. La FIFA reglamenta en contra del espíritu del deporte: antes que honrar a un modesto con tu presencia, ignóralo.
A los ingleses les sucedió algo parecido.
Eduard Ranhiuc es un rumano especializado en sistemas de computación. En abril último envió un mail a la Asociación Inglesa sugiriendo no jugar la serie de amistosos ante Suecia (27º en el ranking), República de Irlanda (67º) y Escocia (33º) ya que, por el ranking de los rivales, aun ganando podía comprometer sus aspiraciones de ser cabezas de serie. Para colmo, los ingleses sumaron cuatro de los nueve puntos en disputa; quedaron fuera del copón de privilegio.

Por un lado podrá decirse que no hay que dramatizar tanto con esto de ser cabeza de serie: en 1986, la Argentina ganó en México sin serlo y en 1978 tampoco lo habría sido si el Mundial se hubiese jugado en otro lado; aquella vez, se decidió que sólo el grupo argentino tuviese dos cabezas de serie, Italia y la Argentina.
Por el otro, sabemos que si a Brasil o a la Argentina les tocasen, por ejemplo, Italia y Francia en la misma zona, no será tanto por la temperatura de las bolas sino por defectos básicos de una reglamentación.

Lamentablemente, entre ayer y hoy, la info que va llegando desde la AFA y zonas aledañas, no ayuda demasiado a relativizar nuestra torpeza a manos de una torpeza universal.
Los medios y los dirigentes se llenan la boca hablando de torneos “largos” a partir de 2014. Que los que se juegan hoy sean cortos, no quiere decir que los que se disputan en el 90% del planeta sean largos; más bien, son normales, son como deben ser.
Como la puntada no puede ser sin nudo, volvieron a hablar de extensión y de diez ascensos de un saque. De tal modo, el fútbol argentino no sólo no se normalizaría sino que se iría del otro lado. No es lo único que hace ruido. Ni por asomo. Aún tenemos dando vuelta la definición sobre Colón-Atlético de Rafaela: es imposible justificar no darles el partido ganado a los rafaelinos. Tenemos también el regreso al arbitraje de Pablo Lunati, cuya salida para la AFA tuvo diferentes razones y sobre cuyo retorno nadie explicó nada. Mucho menos sobre que mañana dirija el partido más trascendente del torneo. Nos queda la amenaza de Agremiados de parar el fútbol si no se cubren como corresponde las deudas de los clubes con sus afiliados y la negativa de la misma entidad a que Lanús, en todo su derecho, solicite la postergación de la última fecha en virtud de estar disputando una final internacional. Como en el caso Colón –fallido asesoramiento gremial si los hay– el gremio exige ignorar los reglamentos vigentes.

Hagan de cuenta que les dejo una línea de puntos para que la llenen con el desquicio preferido: hay decenas de episodios aún irresueltos que merecen su reclamo. A mí no me da la cabeza.
Mucho menos cuando tomo cuenta de que, a propósito de Lanús, en virtud de evitar jugar la etapa previa de la Copa Libertadores e ingresar derecho a la fase de grupos, a los muchachos de los Mellizos podría convenirles perder antes que empatar o ganar la última fecha ante Newell’s.
Eso sucedería si el campeón fuese otro que Newell’s, Arsenal o el mismo Lanús. Así está diseñado este barullo. Para un equipo podría ser mejor perder –y, de tal modo, meter en la previa de la Libertadores a River– que aspirar a ganar, algo que empiezo a sospechar se considera relativo y circunstancial hasta en el potrero.

Aunque quizás hasta este detalle quede opacado si, como lo establecen las posibilidades matemáticas a estas horas de la tarde de sábado, dentro de una semana tuviésemos a Newell’s, San Lorenzo, Arsenal y Lanús igualados en el primer puesto con 33 puntos.

Como verán, que Araujo y el relato militante sigan al frente de Fútbol para Todos es, apenas, un asunto administrativo.