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Nuevos trabajos

En la página 17 de la edición del 25 de octubre de iEco, el suplemento de economía del diario Clarín, se publica una publicidad de media página. Transcribo textualmente el casi lacónico texto que la compone: “Google. ¿Quéres ser parte de nuestro equipo en Argentina? www.google.com.ar/jobs”.

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En la página 17 de la edición del 25 de octubre de iEco, el suplemento de economía del diario Clarín, se publica una publicidad de media página. Transcribo textualmente el casi lacónico texto que la compone: “Google. ¿Quéres ser parte de nuestro equipo en Argentina? www.google.com.ar/jobs”. ¿De qué trabaja la gente que trabaja en Google? ¿Debería saberlo? Pues no lo sé (recuerdo una vieja carta que me mandó mi abuela Clara –ella en Coney Island y yo en París– felicitándome porque me había graduado de sociólogo, en donde decía: “Nunca entendí bien qué es lo que estudiabas, pero me pone muy contenta por vos”. Los oficios son así, incomprensibles para los demás). Sin más demora, me dirigí a la dirección que publicitaba el aviso, y allí me encontré con una lista de doce links, encabezado por la siguiente frase: “Positions available in Argentina”. Luego, todo estaba escrito en inglés, por lo que rápidamente deduje que el conocimiento fluido de dicho idioma era una de las condiciones necesarias para aspirar al puesto (lo propio de Internet es la redundancia). Y allí, sin más preámbulos, estaban las posiciones disponibles: Account Associate, Account Coordinator, Account Manager, etc. (este etc. vale por las nueve posiciones restantes). Entre ellas, había una que me llamó la atención: Localization Editor. Quizá me interesó por el uso de la palabra editor, actividad a la que se dedican varios de mis amigos, o tal vez por alguna otra razón inconfesable, pero lo cierto es que decidí profundizar en esa dirección. Entre otras definiciones del rol del Localization Editor, se lee: “Contribuirá a configurar la voz de Google en su idioma y país de origen. Nuestra misión es hacer accesible toda la información útil del mundo (…) y usted nos ayudará a que Google sea útil y divertido en el idioma que mejor conoce”.

¿A qué viejos oficios remite este nuevo trabajo? ¿Al nativo que guía a un grupo de exploradores por junglas indómitas? ¿Al baqueano que busca agua con dos palitos de madera? ¿Al hermeneuta que se encarga de la interpretación de las conciencias? ¿Al traductor devenido una suerte de GPS cultural? La respuesta estaba al final del texto, cuando aparecen los requisitos para el puesto. Transcribo algunos: “Experiencia como traductor, lingüista o escritor. Fuerte preferencia por la experiencia en ficción, marketing y publicidad”. Y de golpe, me asaltó una pregunta: ¿existe todavía alguna diferencia entre la escritura de ficción, el marketing y la publicidad? Quién sabe, tal vez Google encarne la brutalidad de una verdad, y no nos habíamos dado cuenta.

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Pero en el mismo suplemento iEco, en la página 12 (a apenas cinco páginas de la publicidad de Google), se publica una muy interesante entrevista a Bernardo Huberman, “un físico argentino que estudia en EE.UU. la economía de la atención y dice que las leyes de la Web llevan a la concentración de las audiencias”. Fotografiado, creo reconocer, frente al ex hotel Hyatt, el epígrafe informa que “Huberman investiga la dinámica social en sitios como Facebook y YouTube”. Así comienza la nota: “En el infinito universo de la Web, donde cualquiera puede publicar una página, escribir un blog o subir videos, la información se ha transformado finalmente en un bien distribuido en forma democrática y equitativa. ¿Correcto? ‘Falso’, dice Huberman, ‘en Internet, el ganador se lleva todo (…) y esto se aplica desde motores de búsqueda como Google o Yahoo! a las librerías virtuales (Amazon) y los sitios de subastas y videos (Ebay, YouTube): en cada categoría hay uno o dos jugadores que dominan el negocio (…) esto ocurre hasta en los sitios de sexo: hay miles de sitios de sexo, pero ya en 1999 hicimos un estudio y vimos que había tres o cuatro que se llevaban toda la audiencia, y el resto nada’”.

Es curioso, en esas cinco páginas que median entre el aviso y la entrevista, el mundo se desvanece como promesa y se vuelve oscura realidad.