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Obama aislado, ¿y sin el Nobel?

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Sólo dos de cada diez estadounidenses apoyan una intervención militar de Washington en Siria. Esa proporción solamente sube un punto, y tres de cada diez personas respaldan el ataque a Damasco, si se confirma que el gobierno de Bashar al Assad utilizó armas químicas contra los rebeldes. Mientras que el 41% de los norteamericanos está en desacuerdo con la decisión de la Casa Blanca de enviar armas a los guerrilleros que luchan contra la dictadura de Siria y sólo el 32% apoya al presidente Barack Obama.

Los datos surgen de una encuesta realizada en los Estados Unidos en la última semana de agosto por Ipsos, y no dejan de sorprender. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, dos días después de haberse realizado ese sondeo, Obama anunció que detendría la decisión de bombardear Damasco hasta que el Congreso ratificara la incursión militar en Medio Oriente.

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Mientras los aliados históricos de Estados Unidos –como Gran Bretaña–, le dan la espalda a la decisión guerrera de Obama y se multiplican las voces en rechazo a la guerra en todo el mundo –con epicentro en el Vaticano–, parece que Obama también se está quedando solo en su propio país. El demócrata puede torcer la historia y lograr una votación favorable en el Congreso pero, en ese caso, también estará iniciando una guerra contra la opinión pública de los Estados Unidos. Y ésa es una batalla que el presidente perderá en la próxima elección.

La imagen de Obama está deshilachada. Jirones quedan de aquella estrella que había encendido esperanzas en todo el mundo. El presidente de Estados Unidos dejó de ser una paloma de la paz y se convirtió en un halcón armado. Tal es la confusión, que ya se inició una campaña en Rusia para retirarle el Premio Nobel de la Paz que recibió en 2009. No es el único caso, también al ex canciller norteamericano Henry Kissinger, que aprobó las dictaduras de Jorge Videla y Augusto Pinochet, se le exigió que devolviera el galardón recibido en 1973.

“¿Podría describir el dilema de ser un ganador del Premio Nobel de la Paz y prepararse para atacar a Siria?”, le preguntó esta semana una periodista sueca a Obama. El presidente se sinceró: “Cuando recibí el Nobel de la Paz, dejé en claro que no lo merecía”.

No fue eso lo único que dijo en Oslo Obama cuando fue premiado. “Afronto el mundo como es y no puedo permanecer sin hacer nada frente a las amenazas”, sostuvo ante el comité noruego cuando recibió el Nobel. “Hablemos claro: el mal existe en el mundo. Un movimiento no violento no podría haber detenido a los ejércitos de Hitler. Decir que la fuerza a veces es necesaria no es un llamado al cinismo”, completó. Perdón, Obama, sí lo es.