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elecciones en noviembre

Obama demoscópico

La imagen del presidente perdió el impulso que tuvo en la obamamanía. Ayer hubo una masiva manifestación de los conservadores del Tea Party en Washington.

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Tanto los demócratas estadounidenses cuanto los republicanos comienzan a carretear con la nariz apuntando a las elecciones de medio término, que tendrán lugar el 2 de noviembre de 2010. En noviembre, se renueva toda la Cámara de Representantes, aproximadamente la tercera parte de la Cámara de senadores (que tiene cien integrantes), y el tercio de los gobernadores estatales. No es chicharrón de vizcacha.

A pesar de que Barack Obama ha cumplido varias de sus promesas electorales que –como le gusta recordar- lo llevaron “a querer ser presidente, en primer lugar”–, no está pasando por su mejor momento demoscópico. El miércoles 18 de agosto, al finalizar en Washington un viaje por los Estados norteamericanos de California, Wisconsin, Ohio y Florida, para respaldar a sus candidatos y recaudar fondos, Gallup venía de informar que entre el 13 y el 15 de agosto (los días de su defensa de la construcción de una mezquita en la zona de Ground Zero), el mandatario había tocado el 44% de aceptación, punto más bajo desde que asumió.

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A finales de marzo de 2010, luego de meses de debates, recriminaciones y furia, el Partido Demócrata y Obama lograron que se aprobara la reforma sanitaria, que garantizaba la protección a 31 millones de norteamericanos. Si bien quedó en el camino la opción pública de cobertura médica, constituyó la reforma más importante en materia social desde la creación de la Seguridad Social, el 14 de agosto de 1935, por Franklin Roosevelt y la puesta en marcha de Medicare y Medicaid (programas de seguro de salud) en 1965, con Lyndon Johnson como presidente.

El 21 de julio de 2010, Barack Obama promulgó la ley de reforma financiera más amplia desde la Gran Depresión. Luego de una batalla legislativa de casi dos años, en la que se enfrentaron una milicia de cabilderos de Wall Street con la decisión política de hacer más previsibles y responsables a los bancos, para frenar las prácticas abusivas del sector financiero en operaciones especulativas y en el manejo de los créditos hipotecarios, en tarjetas de crédito y en préstamos para estudiantes, Obama pudo decir que en los últimos dos años había encarado la peor recesión desde la Gran Depresión (1929-1930). “Decenas de millones sufrieron el desplome en el valor de sus casas y de sus ahorros de retiro. Y aunque la economía ha vuelto a crecer, demasiada gente sufre los efectos de esta debacle”, detalló.

En materia de seguridad nacional, el presidente dejó claro a Israel, su principal aliado en Medio Oriente, que los asentamientos judíos en Jerusalén Este (zona musulmana) y en Cisjordania eran un obstáculo objetivo para la paz entre árabes y judíos, cuyas conversaciones intentan alcanzar un tono realista. Así, buscó mostrar a los países árabes moderados que era capaz de poner límites a Israel, sin quitar presión sobre la principal pesadilla de su socio: Irán. En abril de este año, en cumplimiento de lo prometido en Praga, en abril de 2009 (Washington está comprometida “a buscar la paz y la seguridad en un mundo sin armas nucleares”), firmó con el presidente ruso Dimitri Medvédev un acuerdo para reducir en el 30% el número de armas nucleares ofensivas de ambos países. Las fotografías de Afganistán y de Irak muestran y mostrarán por mucho tiempo civiles muertos, automóviles calcinados y pobreza.

El viernes 27 de agosto, el presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke garantizó su predisposición a seguir ofreciendo estímulos monetarios adicionales, si fueran necesarios para estimular el crecimiento. Su arenga no llegó a disimular que el PIB de Estados Unidos del segundo trimestre sufrió una revisión a la baja (1,6% contra 2,4% estimado), que los mercados siguen sumergidos en una volatilidad determinada por el tono de las declaraciones y la orientación de los datos económicos, que el desempleo se mantiene en torno al 10% y que los pedidos de subsidios por falta de trabajo crecieron últimamente hasta llegar a los 500 mil, el mayor nivel desde noviembre pasado.

Entretanto, la situación legal de 10 millones de hispanos pende de un hilo. Todos miran a Obama: lo votaron en 2008 (12% del electorado, a nivel nacional; 15% en Estados fronterizos con México) y ahora le preguntan: “Y la legalidad, ¿para cuándo?” En tanto, los republicanos tienen objeciones ideológicas para responderles y los demócratas razones vinculadas con los derechos civiles de las minorías para concederles, desde el punto de vista económico no tiene mucho sentido mantener en la ilegalidad a millones de latinos que cobran un salario por el que no pagan impuestos. Allí hay un electorado al borde del ataque de nervios.

Un dato interesante de la encuesta de Gallup es que la caída en la popularidad de Obama está vinculada con la desconfianza que en los últimos tiempos mostraron electores independientes. Dentro de este sector electoral, la tasa de aceptación hacia Obama desciende a los 39 puntos, cuatro porcentuales menos que en junio. Al momento de ser electo, Obama reunía el apoyo del 74% de la porción independiente del electorado.

¿Razones? Para aprobar su reforma sanitaria, Obama tuvo que consumir capital político y tomar a compromisos. Limitarse a solucionar problemas no es sexy. Cumplir puede ser electoralmente insuficiente. Exceso de expectativas concluye en hondura de desencantos. En ocasiones, la resistencia a los cambios es más fuerte que el análisis sobre si son o no beneficiosos más allá de la coyuntura.

Cuando se desató la polémica sobre la construcción de una mezquita cerca del lugar que ocuparon las Torres Gemelas, un sondeo mostró que uno de cada cinco norteamericanos creía que Obama era musulmán, el 11% más respecto de marzo de 2009. ¿Mantendrá el número de creyentes que en la primera hora pensaba que era wasp (blanco, anglosajón y protestante, por su sigla en inglés), a pesar de las apariencias? En cualquier caso, si la política pudiese cuantificarse no haría falta ir a votar porque del trajín se encargaría una computadora.

Para que la mixtura tenga sabor, un dato más: según el diario The Washington Post, Michelle Obama tiene entre jóvenes, mujeres e independientes una aceptación del 66%, frente al 45% de su marido. ¿Nace una estrella?