El segundo embargo de los fondos de las AFJP depositados en Estados Unidos dispuesto por el juez Thomas Griesa es apenas un eslabón más en la larga cadena de malas noticias que recibe día a día el Gobierno (como lo será la semana próxima el fallo en el juicio del Valijagate). Hay mucha bronca acumulada en mucha gente mientras Kirchner comienza a cosechar las tempestades que sembró. Todo le sale mal.
“No hemos venido a ganar un millón de amigos”, declaró el ex presidente en el Contra-Idea (¿siempre contra?). Está claro que un estadista no puede satisfacer a todo el mundo y es conocido el aforismo que dice: “No conozco el camino del éxito, pero sí el del fracaso: trate de conformar a todos”. Pero una cosa es no satisfacer y otra es agredir y humillar a los que además no se beneficiará.
Hay mucho olor a pólvora en una sociedad que ha sido recientemente tensada por la crisis de 2001 y luego por cinco años del discurso divisionista e hiperadjetivado de Kirchner. Una eventual crisis política podría resultar verdaderamente violenta, dejando insignificantes los desmanes de 2001 de Quebracho en el Microcentro y los robos a supermercados del Conurbano.
A la violencia entre distintos bandos de sindicalistas, entre caciques del peronismo profundo, sumada a los tradicionalmente violentos movimientos de base de izquierda, todas de índole política, se agregará además el empeoramiento de la inseguridad: en tasas de criminalidad, 2001 fue un edén frente a 2008. Si una eventual crisis política se sucediera conjuntamente con una recesión económica o a causa de ella, las mujeres con chicos que en 2001 ingresaban en masa en los supermercados para llevarse sus productos, podrían ser sustituidas por hombres con armas.
Quizás ése sea el legado que Kirchner pretenda dejarle a Julio Cobos si las cosas no le salen como él desea.
Para algunos analistas, la crisis argentina de 2001 aún no finalizó (de hecho, aún continúa vigente la ley de estado de emergencia); y así como al colapso de la Rusia de Gorbachov le siguió la presidencia de Yeltsin, quien por varios años pareció enderezar el barco para luego salir expelido durante otro temblor de la economía, suponen que una conmoción tan brusca como la de 2001 no es digerida por una sociedad en un solo ciclo y, como en los terremotos, falta aún el reacomodamiento geológico final.
Kirchner es un producto de la crisis de 2001. Difícilmente hubiera permitido mansamente la sociedad los atropellos de Kirchner, y los de sus adláteres, si no hubiera estado necesitada de cualquier liderazgo que pusiera un poco de orden. Pero recuperar un poco de orden no significa recuperar la normalidad.
Según la Presidenta, los medios cometieron “distorsión comunicacional” con las AFJP: “Se ha dicho que la Argentina estatiza los fondos de pensión; la Argentina cambia la administración de los fondos de pensión, que no son del Estado ni de las administradoras, sino de los jubilados y pensionados. La administración del sector privado pasa nuevamente al sector público”.
La distorsión no es sólo del kirchnerismo, sino también de la oposición; si así no fuera, hoy Cristina no sería Presidenta. El radicalismo, parte del ARI, el socialismo, sectores del peronismo no K, o sea la gran mayoría de la oposición, no comparte la forma y los tiempos de la estatización de la jubilación privada pero sí está de acuerdo con el fondo de la cuestión y desea la desaparición de las AFJP igual que Kirchner.
La crisis es también resultado del vacío de representación que siente gran parte de la población, que se plasma en el divorcio entre la dirigencia política e incluso gran parte del periodismo y una parte significativa de los ciudadanos, en varios temas. Más de 80% de los afiliados a las AFJP manifestaron su voluntad de continuar en ellas: ¿eso no les importa a los diputados y senadores?
Un dato a tener en cuenta: los afiliados a las AFJP tienen hoy un promedio de edad de 44 años y se jubilarán cerca del año 2030, dentro de más de cinco períodos presidenciales. Para tener una dimensión temporal de lo que significa la decisión en mandatos presidenciales: sería equivalente a que una disposición de Reinaldo Bignone, el último presidente de la dictadura militar, haya determinado lo que cobraría quien se jubila hoy.
La misma distancia conceptual entre dirigentes y dirigidos se percibe con la inseguridad, cuando la mayoría de la población reclama una legislación más dura contra el delito que la que los políticos están dispuestos a conceder y algunos jueces a aplicar.
Hasta en temas triviales como la designación de Maradona al frente de la Selección de fútbol parecería observarse un abismo entre distintos sectores de la sociedad: los sitios de los principales diarios del país registraron que la mayoría de sus audiencias votó en contra de esa designación.
En todos los temas pareciera haber una opinión políticamente correcta que expresa a buena parte de los políticos, la prensa y los ciudadanos cuando enfrentan un micrófono, y otra que se manifiesta sólo en confianza o anónimamente.
Cuando Carrió llama “banda de ladrones” al Gobierno que pretende ser garante de los fondos de los futuros jubilados, marca una diferencia con 2001: De la Rúa podía ser acusado de incompetente, pero más difícilmente de gran ladrón. Si en el futuro la situación se descontrolara, un gobierno “de ladrones” tendría menos autoridad moral para contener una ola de robos y saqueos, y su imagen no sería un buen ejemplo para quienes duden entre saquear y no saquear.
Cuando Kirchner asumió, agrupó tras de sí a la mayoría de los líderes piqueteros y sindicales. Con ellos, se garantizó la pax romana en la mayor parte de las calles del país. Si Kirchner quedara sin caja para comprar esas voluntades o una crisis política o económica lo hubiera impulsado a dejar el gobierno, piqueteros y sindicalistas sin contención podrían ser un presente griego del kirchnerismo a sus sucesores, más letal que el caballo de Troya para Paris.
El eventual deseo de Kirchner de abandonar el poder si no pudiera gobernar como él quisiera, una retirada dejando tierra arrasada a su paso, equivalente en términos militares a quemar todo lo que pueda ser útil para los próximos ocupantes, puede ser una técnica de guerra probada en determinadas circunstancias, pero políticamente tendría consecuencias terminales: la mayor fortaleza que distingue al peronismo del radicalismo es que, desde la recuperación de la democracia, nunca un peronista se fue antes de tiempo. Incluso fueron reelectos –asumiendo la elección de Cristina como una reelección–, mientras que los dos presidentes radicales tuvieron que renunciar. Si el peronismo no pudiera garantizar gobernabilidad en el futuro, estaría en la misma condición del radicalismo. Algunos peronistas profundos piensan que, en una ocasional retirada, Kirchner también querría consumir al peronismo como partido.
2/11. Para los cristianos, mañana es el Día de los Muertos porque la Biblia relata que en esa fecha se “mandó Juan Macabeo a ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados”. Inicialmente, la Iglesia anotaba en dos listas los nombres de los vivos y los muertos por los que se iba a rezar. Como están las cosas en la Argentina, los creyentes deberían orar por los vivos para que, precisamente, lo sigan siendo.