Cuando un ministro de Producción afirma que no le importa el déficit comercial, cuando un subsecretario de Comercio Exterior sostiene que la agricultura no constituye una prioridad en los acuerdos de libre comercio y cuando un destacado funcionario sepulta el trato especial y diferenciado aceptado en las rondas multilaterales para favorecer a los países en desarrollo y si sumamos los esfuerzos para calificar como miembro de la OCDE, estamos frente a un cambio de paradigma de la posición argentina en las negociaciones comerciales internacionales. La Argentina, junto a otros países exportadores, defendió siempre la necesidad de darle a la agricultura un tratamiento similar a los bienes industriales encontrando la oposición de los países desarrollados con un bagaje de excusas sobre la especificidad del sector hasta la necesidad de conservar las campiñas para continuar volcando miles de millones de dólares en subsidios a sus agricultores, cerrando los mercados a los productos agroindustriales relegándolos al papel de proveedores de materias primas. En los últimos años se agregaron países en desarrollo con la excusa de la seguridad alimentaria y para evitar la competencia con sus sectores agrícolas atrasados donde habitan millones de campesinos que nunca podrán incorporarse a los sectores modernos de la economía ni adaptarse a las nuevas condiciones tecnológicas de producción agrícola.
Las dificultades de la Argentina para alcanzar un desarrollo sostenido sobre la base de la agricultura y de una industria dependiente de tecnología y bienes de capital externos ha ponderado la perspectiva de un sector de servicios innovador como Despegar, Mercado Libre, OLX, Etermax y otras similares que son de conocimiento intensivo con la muletilla de la excepcionalidad de los recursos humanos. Con esta caracterización las negociaciones comerciales se enfocarían en servicios, comercio electrónico para ampliar el trabajo de esas empresas en terceros países complementándose con facilitación de inversiones y competencia. Estos últimos temas han encontrado la resistencia de numerosos países reacios a ceder poder de decisión en áreas sensibles.
Los no-resultados de la Conferencia Ministerial de la OMC y las declaraciones de Estados Unidos y Unión Europea confirman la falta de interés de avanzar en agricultura, donde tendrían que reducir los subsidios y modificar el escalonamiento del universo arancelario, y la preferencia por los temas que son de interés de las empresas multinacionales para garantizarse el acceso irrestricto a los mercados y la protección de sus inversiones. Estos temas son muy atractivos cuando se razona que todas las dificultades para el desarrollo residen en causas internas y que los factores externos o las políticas implementadas por otros países no tienen efecto sobre el comercio exterior cuyo saldo finalmente paga las cuentas. La Argentina ha tenido ejemplos recientes sobre la reticencia de los países desarrollados de modificar sus políticas agrícolas incluyendo el meneado acuerdo con la Unión Europea. La agricultura y pesca padecieron en la CM el desdén de los negociadores a pesar de que absorbieron la mayor parte del tiempo de los negociadores en Ginebra.
La Argentina efectuó en la CM un giro hacia los temas de interés de los países desarrollados que enfrentaron la oposición de India y del G-33. Las declaraciones sobre la agricultura y el tratamiento especial y diferenciado se inscribirían en este nuevo alineamiento donde los nuevos temas serían prioritarios para “construir un país moderno acorde con las categorías de la OCDE”. Mirar hacia el futuro no implica abandonar los intereses del sector exportador más importante, sino cuidarlo, como hacen justamente los principales miembros de ese organismo ubicado en una torre de cristal en París y de la cual resulta más sencillo aportar soluciones a los problemas del mundo.
*Embajador.