No sé si será cierto eso que dicen de Sarmiento, Etelvina, porque vos viste que la mayoría de las cosas que se dicen de nuestros prohombres son anécdotas edulcoradas para quinto grado de la primaria; pero dicen que dicen que cuando terminó su mandato como presidente (1874) tuvo que pedirle a Nicolás Avellaneda, su sucesor, un permiso para mandar cartas sin pagar el franqueo porque la plata no le alcanzaba. No había Internet, qué barbaridá. ¿Teléfono había? Sí, supongo que había pero poco, y también había que pagarlo (¿te acordás de la oda a la telefonista que don Marcel Proust se dio el lujo de insertar en su Búsqueda del tiempo perdido?). Bueno, pero volviendo a Sarmiento y a su hipotético pedido y más que hipotética anécdota, yo quiero un presidente así. Son esas cosas que una espera que le traigan los Reyes y a mí me trajeron un conjunto precioso, pero mi presidente tiene once millones de mangos ganados en cuatro años y eso, acá, que en el extranjis vaya una a saber cuántas veces once tiene.
Quiero un presidente que se retire pobre del poder. No sólo eso, Etelvina: vos sabés que yo siempre fui un poco pretensiosa. Quiero vicepresidentes, gobernadores, vicegobernadores, senadores, diputados, que no tengan con qué pagar el franqueo de sus cartas, que no les alcance la guita para llegar cómodamente a fin de mes, que ni hablar de trajes de Versace ni de Armani ni de nadie, que no tengan mansiones ni ciento treinta asesores ni Porsches, Audis Mercedes, etc., que no se compren la Patagonia a tres pesos con cincuenta, que sus mujeres vayan al supermercado a hacer la compra y la cartera que lleven no sea de Vuitton, que laburen como condenados a galeras, que no viajen por el mundo como quien va en la alfombra mágica y que si viajan vayan ellos solitos en todo caso con un secretario pero sin masajistas ni peluqueros ni sastres ni instructores de yoga. Peor, Etelvina, mucho peor, atendé: quiero sindicalistas pobres que vivan en el rioba en una casita modesta y que también laburen como condenados tratando de que sus muchachos, los laburantes que representan, la pasen lo mejor posible.
Quiero, Etelvina, que los que mandan hagan lo que tienen que hacer. Y lo que tienen que hacer es trabajar para que la gente sea feliz.