La gestión macrista se encuadra en el marco de una derecha liberal que se implanta por la vía democrática por segunda vez desde que yo tengo conciencia política en un país más bien devastado (un poco por la anterior gestión pero, seamos justos, por la propia dinámica histórica de este país ingobernable). La sumatoria de menemismo y kirchnerismo no es fácil de remontar. Sea. Pasemos a otra cosa.
Desde la derecha liberal se apela a una transparencia discursiva maníaca y mitológica que bien pronto revela sus opacidades: las mujeres más prominentes de la gestión (la bellísima primera dama, la entrañable gobernadora, la canciller inescrutable, la ominosa ministra de Seguridad) son “sorprendidas” en el supermercado. Lo que sorprende es el carácter misógino y machista de esas capturas que admiten prever otras: ellas mismas mandadas a lavar los platos. Para corregir el defecto comunicacional, bien pronto aparecieron fotos del señor Macri en el supermercado (en actitud más paseandera que adquisidora).
Trasladado a las decisiones políticas: es transparente (quiero decir: es eso y nada más) la eliminación de los subsidios bobos y el aumento a los docentes con sueldos atrasados, pero es opaca la quita de retenciones a las odiosas compañías mineras. Es transparente la eliminación del cepo cambiario pero es opaquísima la indiferencia ante la salvaje escalada de los precios. Es muy opaco el asunto Milagro Sala. ¿Sabrá alguien manejarlo? Un vidrio es transparente hasta que se ensucia con sangre.