“Tenía que pensar en su trabajo, en su reputación de tipo duro, en el aprecio del público. Pensó en todo aquello durante un segundo, y cometió un error.”
Raymond Chandler (1888-1959); de “Adiós muñeca” (1940): Marlowe describe el choque entre Moose Malloy y el custodio del club donde trabajaba su amada Velma.
El cruel, lento despellejamiento de Edgardo Bauza me recordó al triste personaje de Sin anestesia (1978), inolvidable film de Andrzej Wajda. En la tensa Polonia del general Jaruzelski, Jerzy Michalowski era el cronista estrella de su diario. Había viajado por el mundo y no temía contar en la televisión sus experiencias en otros países, ni opinar sobre la situación política de su país.
Hasta que un día bajó la orden. Sus privilegios se esfumaron. Sus viajes al exterior ya no fueron necesarios, su curso en la universidad fue cancelado y sus amigos, relegados. “¡Dónde está mi Newsweek!”, se indignó con la secretaria que la entregaba junto a los diarios. No hubo respuesta. Ni más revistas extranjeras, ni café inmediato, ni sonrisas al llegar. Para colmo, su mujer le pidió el divorcio. El hombre seguro de sí se desmoronaba, poco a poco.
Despiadadas también, pero a lo bestia, las nuevas-viejas autoridades de la AFA decidieron estirar la muerte anunciada de Bauza hasta cerrar un plan B secreto que, oh casualidad, era conocido por todos. Esperan –no a Godot, por ahora– el sí de Jorge Sampaoli, un míster que suele tirarse de cabeza si quiere algo. El Super Yerno Chiqui Wall, Danyel Angel Easy & Compañía no dejarán en pie nada de lo decidido por la Comisión Nosecuantodora, un cuarteto de enorme talento para el error. Están en su derecho. Prefieren, en todo caso, gestionar lo suyo, incluyendo sus propias metidas de pata. Como este torpe manoseo con unos y otros. No será gratis.
Nicolás Russo, el campeón de salto a garrocha que dejó a Tinelli para caer en los fuertes brazos del Chiqui, llegó al colmo: especuló en público sobre posibles reemplazantes mientras el Patón esperaba que alguien lo llamara. Sutil, como rinoceronte en una cristalería.
Bauza, profesional digno y de bajo perfil, no pudo empezar peor. Toleró un casting circense donde se mezcló sin pudor a Sampaoli –recién llegado al Sevilla–, Bielsa, la Biblia, el calefón y hasta Carusito Lombardi. Y en su primera aparición televisiva, derrapó con La Usina Niembro. “Ya me veo campeón del mundo, vamos a Rusia a traer la copa”, se regodeó. La Usina, chocha; el público, perplejo. No fue un exabrupto, y eso es lo increíble. Se convirtió en su estrategia, propia o impuesta.
Solipsista o enceguecido, Bauza calificó como “brillante” el espantoso partido que Argentina le ganó a Chile gracias a un penal obsequiado por el árbitro que, además, le anuló un gol dudoso a Fuenzalida. Un equipo largo, partido, desangelado. Sin equilibrio ni eficacia, las marcas registradas de su estilo.
Creer que lo hizo para absorber la crítica y aliviar al plantel es ridículo. Lo que logró fue sumar su nombre a la furiosa crítica del coro griego que clama por la aniquilación del Club de Amigos y un cambio urgente. Nadie sabe lo que quiere pero lo quiere ya, no importa lo que pase después. ¡Oh, no! Esa película ya la vimos, muchachos.
Messi, fuera de sí, insultó al árbitro y al asistente mordiendo cada palabra como para que sus labios pudieran ser leídos hasta por Stevie Wonder. Una ingenuidad imperdonable. Pero si su actitud fue muy extraña, la sanción de oficio librada por la FIFA a horas de jugar en La Paz contra Bolivia la supera, por mucho.
La denuncia anónima llegó a Zurich y sus expertos se tomaron viernes, sábado, domingo y lunes para aprender el oficio mudo, analizar las imágenes y concluir que la frase “la concha de tu madre” no hacía referencia a un souvenir de vacances en la playa, sino que se trataba de un insulto grave y genital.
Sin dar tiempo para un descargo –Messi y la AFA lo harían por escrito, dos días después– se le aplicó una sanción lógica pero desmesurada. Cuatro partidos, cuando faltan cinco para cerrar las eliminatorias y con Argentina atorada en el innoble sitio del repechaje, suena a provocación. O a un duro correctivo para la dirigencia nativa, hábil como pocas para multiplicar el caos y sacar provecho.
Fueron años de Grondona ninguneando a los países del Pacífico. Y ahora el indomable Angel Easy, que venía de desafiar a la Conmebol y su producto estrella, la Copa Libertadores, con su idea de crear una Super Liga Sudamericana paralela. Reanudó hostilidades contra su enemigo Domínguez tratando de imponer al Colegio de Abogados que vicepreside para hacer el “examen de idoneidad” de los nuevos dirigentes, ignorando al gabinete de Asunción. Ninguna le salió bien. Pero hubo mucho más. Por ejemplo, el zigzagueante manejo previo al simulacro de licitación por los derechos televisivos que ganó Fox-Turner. Un caballo del comisario que también cabalga en Suiza.
Gianni Infantino, el afrancesado amigo de Maradona, quiere que el mundo crea que, sólo porque el FBI limpió a la gerontocracia más corrupta, su FIFA es pura pureza. Tanto, como ser severo con una de sus gallinitas de los huevos de oro, si lo merece. Tal vez reduzcan la pena. Pero tendrán que ir al pie.
Bauza, ignorado por este plantel de mudos, destrozado por los medios, se cavó su propia fosa. Echarlo sería un grave error; ratificarlo en estas condiciones, demasiado riesgoso.
¿Messi? Desde que le dieron la cinta de capitán, un peso intolerable se instaló sobre sus hombros. Si nunca logró ser él mismo rodeado de amigos, ¿que podría pasar si lo rodean con jugadores que no conoce? Mmm... Di María, Higuain, Agüero, Mascherano, cracks todos, sufren un fatal bloqueo cuando más se los necesita. Están entre los mejores, pero parecen los peores; merecerían jugar, pero así no pueden hacerlo. Ay.
Construimos un dilema perfecto, otra paradoja borgeana. ¡Only in Argentina, compatriotas!