En una extensa entrevista al semiólogo gallego Ignacio Ramonet, publicada por PERFIL el 11 de septiembre de 2011, se cita un tramo de su libro La explosión del periodismo: “Existe una confusión permanente entre comunicación e información. El mundo de la comunicación, cuyo oficio consiste en difundir mensajes complacientes y aduladores a favor de las empresas que se los encargan, tiende a imbricarse en el de la información (…) son funciones muy diferentes: uno elogia mientras el otro informa”. Con sólo reemplazar la palabra empresas por instituciones, colectivos, gobiernos o medios, se tendrá por cierto que toda información que se entrega sesgada al público, sostenida por criterios parciales, por miradas subordinadas a lo que se piensa y no a los datos objetivos, será inevitablemente volcada de manera engañosa, aunque la intención del autor sea de extrema pureza y sus objetivos impolutos.
El mismo Ramonet respondía en ese reportaje a la pregunta “¿El periodismo militante es comunicación o información, en el sentido de si es propaganda o periodismo?”: “Si es militante, no es información”. Concluyente.
Esta introducción tiene como meta transmitir a los lectores la preocupación del ombudsman por lo que considera una lamentable confusión entre ideas y periodismo en la que ha incurrido el responsable del panorama político de los domingos, Nelson Castro. Observo al menos dos fallas en su tratamiento del Caso Nisman: una, haber omitido Castro su participación en el colectivo Memoria Nisman, generado por el ensayista Santiago Kovadloff e integrado también por el rabino y legislador porteño Sergio Bergman. En su columna del pasado domingo, Castro no hizo referencia alguna al acto que su agrupación realizaba el 18 de marzo en la plaza Lavalle, y tampoco comentario alguno sobre su propio discurso en ese acto. Allí, el columnista de PERFIL dijo: “Lo de Nisman representa un verdadero magnicidio institucional (...) A dos meses, hay dos cosas que sabemos seguras: que la muerte de Nisman no tiene ninguna explicación lógica y que a dos meses de lo denunciado por Nisman ese pacto (con Irán) como instrumento de encubrimiento, ninguna autoridad del Gobierno nacional ha podido dar explicaciones claras de por qué llevó adelante ese verdadero mamarracho”.
Debo aclarar que Castro –a mi juicio– está en todo su derecho de hablar del modo que lo ha hecho públicamente. Lo que se critica con estas líneas es, en primer lugar, la ausencia de una explicación sobre ello a los lectores de este diario, que siguen sus panoramas con habitualidad; y, además, el tramo de su columna dedicado al caso Nisman sin mención alguna de las irregularidades administrativas (concretamente, el empleo en beneficio propio de dineros públicos adjudicados a la Unidad Fiscal AMIA) que han surgido de las investigaciones hasta ahora realizadas. Es cierto que lo visto, leído y escuchado hasta aquí sobre el tema tiene más ingredientes de escándalo farandulesco que de indagación sobre la muerte, pero es de buen ejercicio de esta profesión tomar en cuenta y analizar periodísticamente las cuestiones de la vida privada cuando éstas están vinculadas y condicionan la vida pública de los funcionarios.
Este ombudsman ya ha comentado negativamente algunas otras columnas en las que sus firmantes son presentados sin aclarar a los lectores su pertenencia a agrupaciones políticas, su adscripción o vínculo institucional con los gobiernos nacional, provinciales o municipales. En el mismo sentido, la pertenencia a organismos públicos o privados, la participación en empresas, la doble condición de periodista y comunicador o asesor en comunicación, no invalidan sus opiniones, pero éstas deben estar siempre acompañadas por la aclaración pertinente.
Es lo que merecen los lectores de PERFIL.
Rugby. Es razonable el pedido del lector Maximiliano Clemente a los responsables del suplemento Deportes. El rugby es un deporte con miles de seguidores en todo el país, su seleccionado tiene peso internacional y sus torneos locales convocan una elevada cantidad de espectadores. Ayer, al menos, hubo un breve anuncio en la contratapa del suplemento, y es de esperar que en la edición de hoy y las siguientes se dedique a este deporte más espacio.
Una de cal en la arena. En varias columnas he comentado negativamente la adjudicación de las contratapas sabatinas de Espectáculos a la promoción de obras, programas o películas con textos de sus propios autores, directores o productores. La columna publicada ayer por la guionista Lily Ann Martin es una saludable excepción: no abunda en autoelogios y vale menos por lo que dice de su nueva tira, Esperanza mía, que por lo que expone sobre el panorama del género y los entretelones de la creación en un medio que muta aceleradamente.