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Oportunidades en el nuevo tablero

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Latinoamérica no tuvo un buen comienzo de año, y las perspectivas aún son inciertas. Hace pocos días, el FMI dio a conocer las nuevas perspectivas de crecimiento para la región y en esa revisión prevé que la actividad se contraiga 0,4% en 2016 y registre una suave reactivación del 1,6 en 2017. Esta semana, la Cepal empeoró sus pronósticos con una merma del 0,8 para este año. La cautela de los organismos no sorprende: los frecuentes episodios de volatilidad son una advertencia de que las condiciones favorables del mercado pueden trastocarse de la noche a la mañana.
Las últimas estimaciones confirman que tras una década de crecimiento sin precedentes, en los últimos años se viene consolidando una nueva normalidad, cuya principal característica es la desaparición del escenario externo excepcionalmente favorable que se había configurado en la primera década del siglo sobre la base del rápido crecimiento de China, precios elevados de los commodities, un dólar más débil y tasas de interés inusualmente bajas. Hoy varios de esos factores han desaparecido.
¿Latinoamérica deberá acostumbrase a la desaceleración del crecimiento? Eso dependerá de tres claves: la calidad del régimen macroeconómico; la capacidad de introducir reformas estructurales para promover el crecimiento y la habilidad del sistema político para adaptarse a la posbonanza.
El crecimiento chino perdió vigor y el dólar se apreció a nivel global debido al esperado cambio de orientación de la política monetaria de la FED. En ese contexto, los países desarrollados avanzan lentamente y están lejos de traccionar el desarrollo mundial. Como resultado, el crecimiento de América Latina viene desacelerándose a partir de 2012. Por supuesto, el inesperado triunfo del Brexit en el Reino Unido no ayuda en absoluto a reducir los niveles de incertidumbre.
En este marco, en varios países se observan fortalezas novedosas desde una perspectiva histórica: bajo endeudamiento (55% del PIB en 2015), elevadas reservas (16% del PIB) y tipos de cambio flexibles. En particular, la mayoría de las economías logró en 2015 incrementar sus tipos de cambio reales, mejorando su competitividad. Pero también aparecen debilidades que reducen el margen de acción de la política económica como el retorno de los “déficits gemelos” (fiscal y externo), enemigos históricos de la región. La suba de los precios domésticos también es una preocupación. Desaparecida la bonanza, es difícil adaptar el gasto a la nueva situación fiscal caracterizada por la caída de la recaudación y los esfuerzos de ajuste generan tensiones políticas difíciles de manejar para los partidos en el poder, como es evidente en el caso de Brasil o de Argentina.
Así, para suavizar el ajuste y repartirlo en el tiempo, los gobiernos han reaccionado con medidas transitorias, basadas en la pérdida de reservas, el incremento del endeudamiento y la devaluación de las monedas. En este sentido, la mayoría de los países ha emprendido un ajuste del gasto público y reformas tributarias orientadas a reducir el rojo fiscal, en un marco de desaceleración de los ingresos. Por otra parte, la escalada de la inflación obligó a subir las tasas de interés de referencia, agravando el magro desempeño de la demanda interna. Esto generó dilemas difíciles de manejar entre actividad e inflación, en un contexto político complejo.
Sólo adaptarse a una nueva normalidad exige cambios estructurales. Recuperar el crecimiento sobre bases sostenibles requerirá un modelo que priorice la inversión y las exportaciones. A su vez, será necesario diversificar las ventas externas agregando valor, para reducir la vulnerabilidad ante los menores términos de intercambio. Esto obligará a los gobiernos a implementar políticas públicas productivas que den impulso a la industria y los servicios. Sin dudas, la verdadera batalla del crecimiento la van a ganar aquellos países con un sistema político maduro que permita introducir reformas estructurales pro competitivas y que acompañen los nuevos paradigmas de crecimiento.  

Director de Abeceb y ex secretario de Industria, Comercio y Minería de la Nación.

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