Gana Kirchner en 2011? Es la pregunta más formulada en los últimos tiempos entre quienes siguen de cerca la política. ¿Se viene un tercer gobierno K o el hartazgo social será suficiente para producir un cambio de época? Primero hay que recordar que esta inquietud, planteada hace seis meses, lograba una respuesta casi unánime: no tienen ninguna chance. Hoy las cosas han cambiado y eso le pone más suspenso y picante al debate público. En las encuestas se verifica una clara recuperación del matrimonio gracias al crecimiento del consumo. Pero ninguna se atreve a pronosticar si la tendencia continuará o llegó a su techo. Nada garantizado, en fin. Todos tienen un año para construir rumbo a las internas abiertas, simultáneas y obligatorias.
La clave, como siempre, es la provincia de Buenos Aires. Allí vive el 38% del padrón nacional y
el 40% del voto efectivo, porque el nivel de concurrencia siempre supera al de los distritos más
chicos. Allí no hay segunda vuelta y los comicios son el mismo día que las elecciones nacionales.
Esos datos no son menores a la hora de pensar en el arrastre que las distintas candidaturas pueden
tener de arriba hacia abajo o viceversa. La aritmética de Olivos obliga al oficialismo a tener una
excelente actuación, con más del 50% de los votos si es posible, para equilibrar probables magros
resultados en otras provincias grandes como Córdoba y Santa Fe, o en la Ciudad de Buenos Aires,
donde el apellido Kirchner sigue siendo una mochila de piedras para cualquiera. Es la única manera
en que Néstor puede soñar con llegar al número mágico del 40% y dejar al segundo a más de diez
puntos de diferencia para ganar en primera vuelta. Falta mucho. Todo está en movimiento. Pero el
escenario más probable es que se enfrenten Daniel Scioli y Francisco de Narváez. Scioli es el
kirchnerista con mejor imagen, pero ¿le alcanza para sacar la mitad de los votos? No es tan fácil.
En 2007, en el momento culminante del kirchnerismo, con el triunfo de Cristina Fernández (45,29%
con 21 de los 24 distritos a favor), el gobernador de Buenos Aires alcanzó el 48,1%. Y eso que no
tuvo enfrente a un competidor como Francisco de Narváez, que figura en todas las encuestas con una
intención de voto similar y que ya venció en las legislativas 2009 a la boleta encabezada por
Kirchner y Scioli, que apenas consiguió el 30%. Hay otro ingrediente más decisivo para analizar.
¿Qué pasaría si el radicalismo y sus aliados llevan a un candidato potente a gobernador como
Ricardo Alfonsín? ¿El electorado se polarizaría en mitades entre los dos peronistas o en tercios?
El espacio socialdemócrata, que tiene como eje el matrimonio estratégico entre la UCR y el
socialismo, también está analizando este cambio. No sólo porque el divorcio vincular con Elisa
Carrió actuó como una bomba de fragmentación en el Acuerdo Cívico. Pragmáticos al fin, saben que,
al igual que todos, si no hacen una muy buena elección en Buenos Aires será casi imposible que
ganen o logren llegar a una segunda vuelta nacional. Esta lógica también facilitaría el acuerdo
puertas adentro del radicalismo, apoyado en un “gesto de renunciamiento” a la
candidatura presidencial por parte de Alfonsín y de Julio Cobos, que buscaría otra vez la
gobernación de Mendoza. En este hipotético caso, el binomio presidencial estaría conformado por
Ernesto Sanz y Hermes Binner en cualquier orden. Y tratarían de volver a gobernar Córdoba de la
mano de Oscar Aguad, seguir en Santa Fe pero con el radical Mario Barletta y pelear la Capital
Federal con Ricardo Gil Lavedra, Rodolfo Terragno o, según los más flexibles, Ricardo López Murphy,
que volvería al redil.
Los radicales menos románticos no lo confesarán jamás, pero saben que aún no están en
condiciones de garantizar gobernabilidad al mando del país. Secretamente, dicen, autocríticos hasta
el desgarro, que lo peor que les podría pasar es ganar las elecciones nacionales. Que todavía no
han terminado de cerrar sus heridas. Quieren demostrar buenas gestiones en algunas provincias
grandes y quedar a punto caramelo para 2015 con varios candidatos.
La oposición no peronista está obligada a barajar y dar de nuevo. A la confluencia con Carrió
sólo le falta extender su certificado de defunción. La diputada que dio el portazo sueña con una
suerte de Tercer Movimiento Histórico casi utópico que sume a los que ella considera los mejores
peronistas (Felipe Solá y Carlos Reutemann) y a los radicales a quienes les envió la carta y con
los que aún tiene algún tipo de diálogo: Gerardo Morales, Gil Lavedra, Mario Negri y Alfonsín.
La oposición peronista también es un rompecabezas con piezas muy competitivas pero que
todavía no pueden armar. Lo más novedoso es la gran actividad de Reutemann en los últimos días.
Tres dirigentes de su confianza se animaron a decir a PERFIL que está otra vez en carrera y que
anunciará su decisión en marzo. Estuvo viendo los números de la economía y la proyección para los
próximos años en la oficina de un profesional cuyas iniciales son OF. Repasó las cifras de las
encuestas con un interés infrecuente. Enojado porque sintió que lo expusieron sin consultarlo con
la reunión en la casa de Héctor Magnetto, se puso de acuerdo con De Narváez para pegar el faltazo
al encuentro organizado en lo de un colaborador de Ramón Puerta: se decidió juntar a todo el sector
el 10 de septiembre y designar a Jorge Busti como encargado de los temas de derechos humanos. Vale
ratificar lo anunciado por esta columna el 11 de junio respecto de que se viene “la gran
Cafiero”, ya que sólo Mario Das Neves estaría dispuesto a participar de las internas
organizadas por Kirchner. Los que apuestan al Lole piensan que Solá o Roberto Lavagna podrían ser
sus compañeros de fórmula y Eduardo Duhalde, jefe de un gabinete mixto con radicales. En Santa Fe
su representante será Jorge Obeid; en Córdoba creen que José Manuel de la Sota finalmente pegará el
salto a la disidencia y le reservan el lugar porteño al golpeado Mauricio Macri, que todos los días
debe dar una batalla distinta en la Justicia, la Legislatura y dentro de su propio PRO. Si Macri
opta por buscar la presidencia sin el peronismo, piensan en Martín Redrado. Los que no creen que
haya resucitado el entusiasmo de Reutemann de ser candidato siguen creyendo que la mejor fórmula es
Duhalde-Lavagna, con Felipe de jefe de Gabinete.
Los bultos se irán acomodando en el viaje. Hoy, todo puede ser.