En el retiro que el Presidente y sus principales colaboradores realizaron en Chapadmalal hasta el sábado se debatió cómo mejorar la gestión del Gobierno y, de alguna forma, relanzarlo después de dos meses de frustraciones. Cada ministro expuso sobre el tema específico de su área, y se habló de todo menos de lo más importante.
“Muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una sola y grande”, decía una vieja poesía griega ya citada en estas columnas que motivó el título del libro El erizo y el zorro, de Isaiah Berlin, presidente de la Academia Británica el siglo pasado. En nuestro caso, la metáfora se aplicaría a que toda la astucia y todos los saberes de los eficaces y productivos zorros (los ministros) sucumbirán si no conocen la sola cosa que sabe el erizo: que el problema es la grieta.
Insistentemente, desde esta columna se le asigna a la grieta –el domingo pasado con las recomendaciones del economista Jeffrey Sachs, y ayer sobre el caso de Chocobar– ser un problema mayor que la inflación o la inseguridad. Es más, la inflación y la inseguridad son también causa y consecuencia de la grieta. El desarrollo, primero mental, requiere comprender qué es lo que se discute realmente para poder luego establecer acuerdos. Si unos creen que tienen la única verdad y quienes no la comparten son malas personas (“enemigos del pueblo”), y los otros creen que no hay nada que discutir porque solo existe mejor o peor gestión (“la ideología es un curro”), no hay partes, cada uno es el único y verdadero todo, no hay discusión ni síntesis posible y solo queda el enfrentamiento. La crisis de representación de los partidos políticos es eso: no tienen claro qué representar, qué discutir y, entonces, sobre qué acordar.
La vanidad y la frivolidad son el bálsamo de los gobernantes para olvidar su finitud.
El Gobierno en parte es y en parte se hace el ignorante de lo que representa: el sentido negativo de la libertad. Para el cual se es más libre cuanto menor coerción se encuentre para hacer lo que cada uno quiera y ser más dueño y responsable del propio destino. Se es más libre cuanto menor sea el poder de la autoridad para afectar la conducta de cada uno y haya menos limitaciones a la propia autonomía. Esa es la perspectiva individual de la libertad.
Quienes se oponen al Gobierno en sus muy distintas variantes, desde kirchneristas honestos, peronistas no kirchneristas hasta progresistas no peronistas, representan el sentido positivo de la libertad. Para el cual se es más libre cuando los demás también son más libres porque el destino individual está supeditado al general. Como es insustentable disfrutar de la riqueza rodeado de vecinos en la miseria o disfrutar de la educación conviviendo con analfabetos, una autoridad debe redistribuir el beneficio que obtienen los más favorecidos. Esa es la perspectiva social de la libertad.
Una visión cree que el principal motor del progreso está en el mayor grado de libertad a la iniciativa individual, la otra cree que el principal motor de progreso se logra cuanto más homogénea sea la sociedad. Ambas visiones son correctas, porque le han dado a la humanidad grandes avances, pero también cada visión sin el límite de la otra fue autodestructiva: la libertad negativa, por la codicia de algunos, sostuvo la esclavitud y la explotación de otros seres humanos, mientras que la libertad positiva, por el mesianismo colectivista de otros, produjo en el totalitarismo otra forma de esclavitud y explotación de los seres humanos.
Como las perspectivas negativa y positiva de la libertad son excluyentes, se repelen entre sí; el verdadero motor del progreso reside en un equilibrio entre ambas, la alternancia en su aplicación, y el control de la perspectiva triunfante en un momento por aquella a la que le toca ser oposición coyunturalmente.
Sus técnicos saben muchas cosas, pero no saben la que es relevante para la solución.
Macri no tendrá una vida tranquila cuando deje de ser presidente si no se esmera en cerrar la grieta, contribuyendo tanto al fortalecimiento de Cambiemos como al de una oposición a la que comience a respetar y empoderar ya. Macri no cerrará la grieta tratando de convencer a la oposición de priorizar la libertad negativa, como hace Cambiemos, y diferenciándose solo en cuestiones instrumentales, sino aceptando que su visión de la libertad no es intelectual ni moralmente superior a la opuesta. Ni tampoco lo logrará creyendo que Cambiemos puede ser el campeón de las dos perspectivas de la libertad, aunque se enriquezca e incorpore la razón del otro. Debe asumir que lo mejor es la alternancia en el poder de partidos con vocaciones de priorizar diferentes perspectivas de la libertad. La que para cada ciclo sea mejor, pero sin perder jamás de vista que la otra perspectiva deberá enriquecer el ciclo siguiente sin desactivar los avances del ciclo precedente.
No todos los seres humanos tienen sensibilidades y capacidades en todos los campos, y las sociedades avanzan cuando eligen a los más dotados para llevar adelante la perspectiva necesaria del momento y se estancan con el desatino de los elegidos cuando se creen definitivos.
Macri debe recordar la cita que hace Isaiah Berlin sobre la visión de León Tolstoi en su monumental libro La guerra y la paz de los grandes hombres en la historia: “Tolstoi equipara al gran hombre con el carnero que el pastor ceba para la matanza. El carnero engorda puntualmente y acaso sirve de guía para el resto del rebaño, de modo que no es difícil que imagine que es el líder y que las demás ovejas van donde van solo porque obedecen a su voluntad. El lo piensa y es posible que el resto del rebaño también lo piense pero, en realidad, no lo han elegido para desempeñar el papel que él cree, sino para terminar sacrificándolo, un propósito concebido por unos seres cuyos objetivos ni él ni las demás ovejas podrán comprender jamás. Para Tolstoi, Napoleón era un carnero como también el zar Alejandro y todos los grandes hombres de la historia”.
Para poder ser un ex gobernante feliz, Macri deberá iniciar el ciclo de presidentes institucionales que se sucedan sin que el péndulo se desplace al otro extremo sino que oscile en direcciones opuestas pero alrededor del centro.